Capítulo 5

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Está a punto de oscurecer cuando Thalia y yo nos disponemos a regresar a las instalaciones. Ella charla sobre su infancia mientras yo trato de estirar las piernas. La subida es fuerte. Al dar el primer paso en el ángulo diferente, mis piernas envían una descarga de dolor, entre más suba, más va a doler.

— ¿Cuál es tu color favorito? — pregunta ella, va más arriba así que tengo que levantar la cabeza. Se ve feliz caminando a zancadas sin ninguna dificultad.

—Azul oscuro. ¿Y el tuyo?

Ella toca su mentón, pensativa. Su camisa verde se levanta un poco por el viento dejando ver la piel morena de su abdomen, mis ojos se detienen allí durante unos segundos. Aparto la mirada, tiene una cintura pequeña.

Siento cierta atracción hacia Thalia. No sé lo que quiero con ella, pero creo que es la única humana de mi edad que me ha hablado por más de media hora sin mirarme con lástima. Es esquizofrénica, pero no creo que esta característica tenga que ofuscar el resto de su persona. A ella no parece importarle mis muecas de dolor y lo deplorable que me veo en este momento.

No es como las otras chicas que he conocido, y eso me gusta.

—Gris. ¿Tienes hermanos?

—Una. Tiene catorce, se llama Johanna— sonrío de forma inconsciente.

Las piernas siguen doliendo así que optó por apoyarme de la piedra. Avanzo un poco más rápido. Elevo la vista, orgulloso de mi mismo, y gruñó al ver a Thalia esperándome en la cima. Está tratando de recoger su cabello castaño, pero parece no irle tan bien.

—Pareces el tipo de hermano mayor sobreprotector y cariñoso, él que te compra dulces sin pedírselo.

—Intento serlo.

—Yo prefiero el frío. ¿Y tú?

—También. Llega un ponto que el calor hace que te quieras arrancar la piel.

—Ahora la pregunta final e incómoda— dice cuando llegó a la cima. Me dejo caer a su lado maldiciendo a Helena por hacerme perder las muletas—¿De dónde eres?

El pueblo donde estamos se divide en dos partes, el norte es donde está las personas con más dinero y el sur los que no. Muchos en el sur viven en casa pequeñas, apartamentos pequeños y remolques. Antes de que mamá se fuera, Bruce se endeudó y vendió la casa para tener que comprar un remolque

Es bastante pequeño y no puedo pasar por ningún lado con las muletas. Luego de las operaciones se me hace casi imposible caminar, he obtenido bastantes palizas por "ser un imbécil que no sabe caminar".

—Sur— comento en voz baja.

—Si pareces del sur. Yo soy del norte— ella se levanta y me ofrece su mano para ayudarme.

Es egocéntrica. Pensé.

—Déjame morir en paz, Thalia— me doy la vuelta.

—Tendremos que mejorar tu condición física— coloca su pie en mis costillas creo que para darme la vuelta.

Me encojo de dolor. Suelto un quejido alto.

—Disculpa.

—No te preocupes.

Cruzamos la cerca y nos separamos sin decir adiós. Al estar en mi habitación me baño teniendo cuidado con las vendas de mis rodillas. Golpearon la puerta a penas coloque mi cabeza en la almohada. Margaret entró tirando un carrito de medicinas detrás de sí. Puedo ver mis muletas en una de sus manos, ella las extiende hacia mí.

—Gracias— murmuro y las apoyo en la pared.

—De nada. Helena dice que recuerdes que tienes que ir mañana a consulta y aumento la dosis de antidepresivos por tu ataque de pánico— mi sonrisa se deforma.

HurtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora