POCHÉ:
Mi avión ya había aterrizado, me quité los audífonos y me alisté para bajar. Entré al aeropuerto y fui por mi equipaje, Lima esperaba por mi.
Estuve buscando información sobre Perú, lugares para visitar y los múltiples platos típicos que tenía que probar.
Cuando salí, habían diferentes autos de empresas de taxi remisse, subí a el primero disponible que encontré.
El cielo estaba gris, corría algo de viento pero no importaba. Me gustaba que el clima fuese diferente al que yo estaba acostumbrada. Enseguida el conductor me ofreció un periódico y múltiples revistas. Me sonrió y le devolví el gesto.
-¿A dónde desee que la lleva, señorita?- Su voz era cálida y pausada.
-Estaba pensando en ir al hotel primero, hice una reserva en el Marriot.
Durante el camino hice varias preguntas sobre restaurantes y lugares para visitar.
Ya en el hotel, dejé mis maletas desordenadas sobre el sofá y el suelo, me eché en la cómoda cama. Tenía este extraño sentimiento de que algo me faltaba, dolía saber que yo deseaba tanto una historia de amor duradero y no uno que solo tiene instantes de felicidad.
Decidí darme una ducha y cambiarme de ropa. Me dijeron el establecimiento que quedaba en frente era un centro comercial y se llamaba "Larcomar", tenía un mirador y creo que eso fue lo que más llamó mi atención. Una vez lista, fui hacia mi principal objetivo.
Fui hasta el mirador, habían bastantes parejas y múltiples fotógrafos, no era la única turista. Dejé que la brisa jugara con mi cabello y cerré los ojos, era agradable esa sensación. Cuando los abrí, intenté concentrarme en el paisaje que tenía en frente, el mar siempre me había parecido infinito... Ahora podría jurar que era el reflejo del dolor que me había causado el enamorarme de mi propia herida, no quería que sane o quizás aún no estaba lista para que así fuese.
Bajé la mirada para ver el reflejo de color naranja sobre el agua. Sin embargo, mi concentración se vio interrumpida por un empujón.
-Disculpa...- me dijo una joven con su teléfono en la mano.
-No te preocupes. sonreí.
.Estaba distraída, lo siento- ella estaba algo nerviosa y traía la mirada baja.
-¿De dónde eres?- sonreí- lo digo por tu acento.
-De Estados Unidos, vengo de Miami, pero mis padres son cubanos.
-Me llamó María José, pero me dicen Poché- extendí mi mano, me encantaba la idea de poder hacer amistades en todos los lugares que vaya a ir.
-Soy Patricia, pero puedes decirme como desees- sonrió y tomó mi mano en modo de saludo- Así que... ¿Hace cuánto que estás por Lima?
-Acabo de llegar hoy.
¡Wow! La mayoría suele descansar primero.
-Me gusta vivir al límite, ya he descansado mucho- reímos de nuevo.
-Eso es bueno, en serio.
-Pero lo que sí me vendría bien es comer, ¿me recomiendas algún lugar?
-¿Comida rápida?
-En realidad, esperaba algo típico- sonreí.
-Bien, ve a "Tanta"
Claro, lo recuerdo, estuve buscando información. Había olvidado el nombre del restaurante. ¿Me acompañarías? Odio comer sola.
-Bien, te acompaño, pero luego debo ir a mi casa o mi mamá me matará.
-Espera, ¿qué edad tienes?- reí un poco, su expresión de preocupación me causó gracia.
-17
-¡Eres una bebé!
-¡Cállate! No soy una bebé.
-Bien, vamos, no queremos que tu mamá te mate- reí.
-Ya, vamos- se rió conmigo disfrutamos de la cena, me contó sobre su ex, me dijo que aún no lo superaba que era de esas personas que te marcan para siempre que recuerdas como si hubiese sido ayer cuando estuviste a escasos centímetros con ellos deseando sus labios, era como mi primer tatuaje...
De un momento a otro, ya se había hecho bastante tarde. La acompañé a tomar un taxi que me ofrecí a pagar pero no sin antes intercambiar números para que sea mi guía turística por la ciudad gris de Lima.
Compré varios recuerdos para mis familiares, entre ellos un chullo. Era bastante colorido y me parecía a Vale le encantaría.
Los siguientes días fueron visitas a iglesias, la Plaza Mayor, la Catedral, al Palacio de Gobierno, el Museo de la Nación y los balcones de Lima.
Era mi último día en Lima, Patts me llevó a la Plaza San Miguel, comimos en Tanta nuevamente como el primer día. Cuando salíamos del lugar, pasamos por un parque donde no encontramos con una joven que traía de una correa a su perro, era un pug.
-¡Hey! ¿Qué haces por acá?- Preguntó Patricia a la joven, se conocían.
-Paseaba a este pequeño monstruo.
La mascota se acercó en dirección a mi y me agaché para acariciarla.
-Hola bebé- le acaricié la cabeza- ¿cómo se llama?
-Se llama Ramona.
-¿Ramona?- ella asintió y sonreí- Hola Ramona, eres hermosa.
-Lo es, todos la amamos como a una hija- respondió Patts.
-¿Son amigas?
-Si, lo siento- miró a su amiga que me observaba con detenimiento- Gianella, ella es Poché, está de turismo y es una increíble persona- luego me miró a mi- Poché, ella es una increíble escritora y amiga mía, Gianella. Pero puedes decirle Gigi.
-Hola Gigi, un gusto.
-Gigi, es su último día de Poché aquí, ahora irá a visitar Machu Picchu.
-Es una pena, me hubiese gustado conocerte más, y a Ramona también por lo que veo.
-Ojalá en otra ocasión que venga a Perú o ustedes vayan a Miami...-le sonreí.
Miré mi teléfono y ya era tarde, debía regresar a mi hotel, terminar de empacar e ir a el aeropuerto para mi proximo vuelo. Ese mes en Lima fue más que increíble.
Luego de despedirme de mi amiga Patts y su amiga, Gigi. Me dirigí al paradero donde había pedido un taxi.
-Disculpe señorita...- era un joven.
-¿Si?
-¿Me presta su celular para hacer una llamada? Me he quedado sin saldo... Ya pe, señorita.
-Oh, claro...- le di mi teléfono y solo sé que lo vi alejarse a toda velocidad. Me lo habían advertido, pero ahí lo tienes Poché, tú y tu gran corazón.
Reí mucho de esta experiencia ¿Cómo fui tan ingenua? Llegó el taxi, pero antes pasé a comprar un nuevo IPhone.
Próximo destino Cuzco.