POCHÉ:
Ella era mi fin, estábamos en su jeep rojo paseando por la ciudad, ella solo llevaba la parte superior del bikini con el cabello aún humedecido por la ducha de la mañana, debajo llevaba shorts y unas sandalias. El viento removía los mechones castaños, no podía dejar de verla porque estaba apreciando la perfección de la que tanto me quejé de nunca ver a lo largo de mi vida. Sus ojos brillaban por la luz del sol, si el cinturón no estuviese sujetándome ahora mismo, estoy segura que estaría contra el parabrisas porque el corazón estaba empujándome de la fuerza que ocasionaba al latir.Tenía su mano izquierda en el volante y la otra en la palanca de cambios, así que no desperdicié la oportunidad de poner la mía en su mano derecha, haciendo patrones sobre su piel suave. Entonces ella me sonrió y puedo jurar que jamás había tenido esta sensación de estar en alguna otra dimensión, esta manera en que los filtros iban pasando por mi vista buscando el más adecuado para combinar con mis mejillas ruborizadas. Por la calle la gente la saludaba y ella siempre sonreía para responderles, esta mujer era tan perfecta en tantos aspectos que nunca acabaría de encontrar los adjetivos precisos para describirla.
Pero si, había algo diferente en ella pues no era la misma chica que una vez entró en mi oficina en busca de una oportunidad para poder salir adelante, para cumplir algunos sueños y por sin alcanzar sus metas, al menos las primordiales. Sin embargo, la vida se había empeñado de borrarle la sonrisa, de quebrar su alma y fundir su corazón. Ella seguía de pie, igual de radiante, claro que para esto tuvo que haber pasado mucho tiempo, ella sanó pero no olvida nada acerca de a quiénes más estima. No se olvidó de mí, siempre estuve ahí y de alguna manera ella sabía que nos volveríamos a encontrar.
Tenerla lejos era muy triste, pero no esa clase de tristeza que te hace querer hacer nada sino esa que hace que quieras hacer más cosas de las que habías pensando, porque quizás de alguna manera te ayudaría a juntarte con esa persona en algún punto, en algún momento... La distancia solo hizo que la anhelara más conmigo en mi futuro hasta el fin de mis días. Si, la quiero para siempre.
Ella tiene esa clase de locura que te hace observarla constantemente no puedo despegar mis vista de su persona, no puedo olvidarme de su nombre así me torturen hasta el punto de solo querer dejar de respirar. Una persona que dejó tanto de ella en ti, es esa persona que tiene el calificativo de tatuaje. Porque es imborrable, sanador, motivador, es el que cuenta su historia por si solo. Mira mis ojos, el verde ahora está más brillante que nunca, quizás encuentres detalles rojizos por el fuego que ella causa con un solo gesto, una mirada, una caricia. Es quien quiero, es a quien siempre voy a querer.
El auto se detuvo, se había estacionado junto a un árbol en medio de una colina.
-Bien, señorita Garzón hemos llegado a su destino.
-¿Qué es esto?
-Vamos a presenciar algo que me ayudó a poder verte hoy sin dolor.
-¿Y qué es eso?
-Algo que dejaste olvidado hace un tiempo. O en otras palabras que se quedó guardado en algún lugar de esa mente tuya. Salgamos del auto.
Así lo hicimos, nos dimos el encuentro por delante del jeep y nos sentamos encima del capote.
-¿Qué ves?
-Está por atardecer.
-Si, está por atardecer.
-¿Me trajiste a ver el atardecer?
-¿Crees que hay algo mejor que eso?
-No lo creo.
-Bien, entonces mi regalo es más que perfecto.
-Lo es- sonreímos.
-¿Puedo tomarte una foto?