Capítulo 10

678 93 18
                                    

Acabo de llegar a casa. Lo primero que hice fue entrar con sigilo para que las dueñas de este lugar no se dieran cuenta de mi huida y después decidí encerrarme en mi cuarto prestado. Me dejé caer en una esquina de la habitación y lloré como nunca antes lo había hecho; recordando el cuerpo inerte de mi supuesta amiga Mérida. Ella no merecía lo que le hice, no lo merecía.

Poso mi mirada en mis manos, ahora están manchadas de sangre, literalmente. He cometido un acto atroz contra la primera chica que confió en mí y que quedó en manos de una criatura infernal y malévola que se viste como un joven atractivo, pero lo único que busca es saciar su necesidad de sangre. Es un maldito.

Pienso en los padres y hermanos de la pelirroja, pienso en su preocupación cuando no la vean mañana en casa. Pienso en sus amigas, esas tres chicas que le amaban a pesar de no coincidir en gustos con ella. No voy a tener el valor de enfrentarlas en el instituto, las he decepcionado, me he decepcionado a mí misma. Siento que me he convertido en un ser despreciable como lo es ese estúpido vampiro.

Arranco con furia la venda que cubre mi muñeca y rasco con mis uñas la marca que me dejó, en un tonto intento de borrar lo que me ha hecho. Mi piel se torna de un color rojizo ante la violencia de mi propio toque, pero algo dentro de mí me exige que continúe hasta que derrame la misma sangre que derramó Mérida cuando le hice daño. Una voz en mi cabeza susurra que merezco el dolor.

Las lágrimas sigen resbalando por mis mejillas, tan rápido que me sorprende. Sin embargo, necesito vaciar tanto sufrimiento que cargo encima. Lastimo mi muñeca una vez más hasta que la sangre mancha mi piel.

—Por más que lo intentes no desaparecerá, Elsa —escucho su molesta voz cerca de donde estoy sentada. Levanto la mirada para verlo detenido frente a mí, con los brazos cruzados y el ceño fruncido —Lo único que vas a conseguir es herirte tontamente.

Apretó las mandíbulas conteniendo las irracionales ganas de ponerme de pie y... Golpearlo, sí, eso quiero, aunque esté mal. Quiero verlo herido y que por un momento sienta lo que yo estoy sintiendo ahora mismo, sin embargo, me contengo porque su fuerza rebasa la mía, con un leve toque puede matarme, y a pesar de que me esté sintiendo como una basura no quiero morir todavía.

—Vete —espeto en tono bajo para no perder la paciencia —Estás haciendo de mi vida un infierno, por eso quiero que te alejes de mí.

—No lo haré —contestó. Puedo descifrar mediante su tono de voz que está enojado, pero la verdad no me importa en lo más mínimo. Quiero que se vaya —Tú no me das órdenes, niña. Eres solo una simple humana que he escogido para que cumpla mis deseos, nada más. No tienes el derecho de decirme qué hacer y qué no.

Observo sus ojos escarlata, que se han oscurecido más de lo normal y que brillan de una forma diferente. Imagino que su enojo va más allá de lo que creo. Noto que él también se está conteniendo porque alcanzo a ver sus puños cerrados.

—¿Qué le hiciste a Mérida? —pregunto algo que resulta obvio, pero que quiero que él mismo me confirme lo que pienso. Quiero lastimarme al escuchar la verdad saliendo de su boca viperina.

—Lo que le haría cualquier vampiro a un insignificante cuerpo humano —afirmó con desdén. Para él solo es un bocadillo pero para mí era una amiga que confió de más en mí —La dejé sin una gota de su sangre. Está... Muerta —lo último lo dijo con una sonrisa ladeada.

Muerta.

Mérida murió por mi maldita culpa. Por el pacto que he firmado con uno de los enviados del diablo. Ella se ha ido de la peor forma con tan solo quince años encima, y todo porque no pude hacerle frente al vampiro. Lo peor es que tuve miedo de morir y tuve que colocarla a ella en mi lugar y entregársela en bandeja de plata.

Amor sobrenatural [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora