Amor sobrenatural [Jelsa]

Capítulo 11

—Ok, chicas, aquí nos separamos —menciona Rapunzel para romper el extraño y tenso silencio que hay entre nosotras —Me inscribí en el taller de pintura... Así que allí estaré —dice sin mucho ánimo.

Desde hace unas horas he notado que las chicas que están a mi lado parecen perdidas en su propio mundo, casi no bromearon en el almuerzo y las charlas no fueron tan largas y tontas como antes. Ahora mismo caminamos una al lado de la otra fuera del salón sin mucho por decir. Supongo que esta inquietud y distancia ha de ser por la ausencia de Mérida, y no puedo sentirme más culpable por ello, porque yo le hice daño.

Rapunzel cumplió lo que dijo y se apartó del grupo, le siguió Tooth que quiso distraerse en el gimnasio. Quedó Honey a mi lado.

—Estaré en el laboratorio de ciencias. Nos vemos en la salida ¿vale? —me guiña un ojo y sonríe. Honey parece estar bien, o eso aparenta.

—De acuerdo —asiento con la cabeza y trato de formar una sonrisa pero me sale fatal.

Veo como la rubia se pierde en los pasillos mientras que yo me detengo a medio caminar. Recuerdo las palabras de Jack, dijo que no debía estar sola, y en efecto, lo estoy, todos se han ido a casa y los que quedamos es porque estamos dentro de alguna clase complementaria.

De pronto, mi cuerpo empieza a temblar ante la expectativa de ser atacada por alguno de mis enemigos. No tengo al vampiro endemoniado de cabellos blancos para que me proteja, estoy perdida. Mi miedo a ser herida no me permite pensar con claridad para hacer algo al respecto, solo me quedo mirando a la nada.

Un toque suave en mi hombro me hace saltar en mi lugar. Por instinto volteo, aterrada, y con los ojos bien abiertos observo a quien me ha dado un susto de muerte. Resultó ser una chica, de aspecto tierno y delicado. Sus ojos azules me examinan a detalle y sus labios rosa se forman en línea.

—¿Estás bien? —preguntó con un tono que oscilaba entre preocupado y extrañado —Te ves muy pálida.

Era de esperarse por dos cosas: primero, el susto que me provocó y la peor, porque sus cabellos son de uno tono rojizo anaranjado. La chica que tenía en frente era una más de las desdichadas presas que debía llevarle a la bestia de ojos carmesí. Me sentía rota por dentro porque esta chica linda, que hasta pecas tiene, será devorada por ese animal. Lamento poner mi vida por encima de la suya.

—Y...yo... Tú me asustaste —respondí a medias.

—Oh, lo siento mucho. Solo quería saber dónde queda el salón de pintura. Llegué hace poco y no conozco el instituto —dibujó una sonrisa amable.

El rostro de esta mujer se me hacía muy familiar. Sentía dentro de mí que a esta pelirroja yo ya la había visto antes en mi vida, pero en mis recuerdos no la encuentro. También, una punzada muy molesta comenzó a azotar mi pecho con el solo hecho de pensar que ella pasará por el sufrimiento que Mérida.

Con disimulo, coloco una mano sobre mi piel y trato de controlar ese dolor mientras que la chica me mira con amabilidad. Incluso, ha extendido una mano frente a mí.

—Por cierto, soy Anna.

¿Anna?

Su nombre sonaba una y otra vez en mi cabeza y cada vez más se incrementaba mi dolor hasta el punto de hacerme doblar por la espalda. Cuando ella quiso ayudarme la detuve con un movimiento de mano y sin pensarlo dos veces me eché a correr por los pasillos del instituto sin poder entender qué me sucedía y por qué ese nombre ha desatado tanto desconcierto en mí.

Corro como demente sin pensar en nada o en nadie, solo me dejo llevar por mis pasos apresurados. El sonido de mi acelerada respiración me acompaña y el latido frenético de mi corazón me hace ver que estoy más fuera de control de lo que creía. Lo peor, es que he empezado a llorar sin razón aparente, quizás por la pobre Mérida, quizás por Anna y el enigma que la envuelve, además de saber el destino que le depara.