XXXIII

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El restaurante es la cosa más hermosa que he visto en mi vida, donde vivo no hay lugares como estos y yo no salgo mucho, es cerca de la playa, al entrar se puede sentir el aroma a flores y un aire tropical, razón tenía Mikaela al decir que en estos sitios se debe usar ropa ligera para amortiguar el calor, la brisa y el olor a comida de mar es estupendo, no es un lugar elegante pero es hermoso, hay una fuente en el centro del restaurante y las mesas están ordenadas en forma circular, subimos al segundo piso y la vista es espectacular, de aquí se puede ver el cielo unirse con el mar.

-¿Te gusta?

-¡Me encanta! -corrí y lo abracé, por él es que estoy viviendo este gran momento en mi vida, él me tomó por la cintura y me levantó dando vueltas en el aire.

-Me alegro que te guste pequeña, quiero que tus vacaciones sean inolvidables.

-Lo son si estás aquí.

La cena transcurrió tranquilamente, sin poder ignorar los chistes malos de Gabriel, después le dio por bailar cada canción que sonaba, fue realmente gracioso y divertido, quiero que estos momentos duren para siempre al igual que él. Al darnos cuenta de la hora volvimos al hotel, estoy realmente agotada y quiero dormir ya mismo.

-¿Te divertiste? -pregunté mientras me tiraba a la cama- parecías un loco bailando todas las canciones.

-Claro que me divertí, sobre todo al ver tu cara de vergüenza, me encanta cuando te pones tan roja, es como ver un tomate con hermoso cabello -le lancé un cojín- ¡oye! Podrías arruinar mi hermoso rostro.

-¿Desde cuando eres tan narcisista?

-Desde que veo la carita que pones cuando me ves -dijo sacándome la lengua, no pude evitar sonreír, esta fase de él me encanta- deja de verme así que me asustas mujer -me acerqué caminando en mis rodillas sobre la cama, puse la mirada más seductora según yo y pude ver como su expresión se tensaba- ¿qué estas haciendo? -sonreí maliciosa.

-Pues te hago sufrir ¿qué no es obvio? -me tumbé junto a el y el me miro detalladamente.

-Te amo -dicho esto me besó

Cuando desperté Gabriel no estaba en la habitación, me sobresalté ¿si le pasó algo? Entré corriendo al baño y estaba vacío, luego escuché murmullos en el balcón, me acerqué lentamente y luego escuché unas risas, y ahí estaban los mellizos con ropa de playa y hablando cómodamente, si Mikaela estuviera aquí ya se le habrían derretido los ojos, justo como yo en este momento.

Al mirar detalladamente pude notar que no solamente estaban hablando, Gabriel está recostado y tiene conectados algunos cables en el pecho y Alejandro lo está monitoreando con el computador.

-Parece que tuviste una noche tranquila hermanito -dijo Alejandro con una sonrisa pícara.

-Si hiciera algo así ni te darías cuenta idiota.

-Si tienes esa cara solo con dormir con ella... ¿no crees que me daría cuenta? Por favor, tú no sabes disimular, de ser tan obvio como mi hermano ¡Líbranos señorrr! -los dos rieron a carcajadas- cuñis, deja de fisgonear y saluda -al parecer notó mi presencia.

-No estoy fisgoneando, solo no quería interrumpir ¿qué están haciendo? -Gabriel me miró y sonrió- estamos haciendo una revisión de rutina -respondió- monitoreamos qué tal está mi corazón -asentí- ¿el cerebro de Alejandro puede hacer ese tipo de cosas? No lo creo tan capaz- dije para desquitarme de Alejandro y Gabriel rio a carcajadas.

-No hagan que me arrepienta de eso par de idiotas, esto debo hacerlo cada mañana y noche, cuando los vine a buscar ayer no estaban, no hagan que se acabe mi paciencia, adiós -dicho esto puso el computador sobre la mesa y se fue.

-Así es todas las mañanas pequeña, pero luego se suaviza -Gabriel empezó a quitarse los monitores que tenía sobre el pecho- ¿puedo ayudarte con esto mañana? -dije refiriéndome a monitorear su corazón- ¿podría escucharlo? -Gabriel sonrió- no es para escuchar pequeña, esto solo muestra en pantalla el pulso cardiaco.

Luego de las charlas sobre el corazón empezamos a arreglarnos para ir a la playa, no cabía de emoción por al fin conocer el mar, era mi ilusión desde pequeña al escuchar las historias de mi madre de cómo había sido crecer en la playa. Me puse mi vestido de baño de dos piezas, es de dos colores, azul oscuro y lila, lo compré justo para la ocasión ya que los único que tenia eran de hace diez años cuando iba a piscina con papá.

Gabriel

Esperar es horrible, pero bueno las chicas son así o eso he escuchado, mi padre dice que debo tener mucha paciencia pero ¿qué tanto hace para salir a la playa? O sea, solo es la playa, cuando sale del baño no puedo apartar la mirada, de pie a cabeza es como una diosa de la mitología griega, su hermoso vestido de baño bajo una tela de maya trasparente y su cabello recogido en una trenza, definitivamente una vista fenomenal.

-¿Te gusta? -se movía nerviosamente de un pie a otro y su cara se ponía cada vez mas roja- no suelo vestirme así y que me veas es incómodo ¿te gusta?

-Creo que se me han quitado las ganas de salir -no puedo evitar sonreír y ella lo nota.

-Yo si tengo ganas de salir -Dios su cara es tan adorable, me acerco a ella y la abrazo, quiero besarla y arrancarle toda la ropa pero no quiero asustarla- es en serio no vine a quedarme encerrada en el hotel

-Okey, okey es solo que... -la miro de arriba abajo- estas hermosa.

Cuando llegamos a la playa su felicidad salía por los poros, me recordó la primera vez que fui al mar y salí corriendo como ella y me lancé, esa vez tome demasiada agua salada porque no sabia nadar, pero ella se detuvo antes de entrar al agua, giro y corrió hacia mí, tomo mi mano y me llevo con ella -quiero que estés conmigo- me dijo sonriendo. Sé que no me queda mucho tiempo, pero espero que en otra vida volvamos a coincidir y ahí si podamos vivir para siempre juntos.

Fue un día increíble, jugamos como niños pequeños por la playa y nos divertimos demasiado, al llegar de nuevo a la habitación del hotel noté que Emma estaba mas nerviosa que de costumbre -¿Estas bien?- ella meditó antes de responder, asintió y entro al baño.

Como sabía que se tardaría fui a ducharme en la habitación de Alejandro, al regresar ella estaba junto al balcón observando al horizonte, las luces de la habitación estaban apagadas y a ella la iluminaba la luz de la playa, se giró y sentí que me veía fijamente, se acercó y rodeo mi cintura con sus manos.

-Quiero ser tuya -susurro contra mi pecho.

Hasta que el amor termineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora