XXXII

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Antes de aterrizar desde el avión podía divisarse lo inmenso del mar, no pude contener mi emoción quería ya bajarme del avión y correr por la gran playa, tardamos como media hora en llegar al hotel, un hermoso hotel con la vista al mar, nos registramos y me di cuenta que solo habían reservado dos habitaciones, una para Alejandro y la otra para nosotros dos, seguramente mi padre no estaba enterado porque habría puesto un grito en el cielo y se habría opuesto rotundamente.

-Espero que no hagan cochinadas en la noche -nos sugirió Alejandro cuando estábamos entrando a la habitación.

-Deberías hacerle un bien a la humanidad y hacer silencio ¿no crees? -le respondió Gabriel.

La habitación es amplia, supongo que de lujo, con un gran ventanal que lleva al balcón de donde se puede ver plenamente el mar, no estamos muy cerca de la costa pero desde aquí la vista es hermosa, siento la brisa golpear contra mi rostro y siento paz recorrer mi cuerpo, unos brazos fuertes rodean mi cintura y siento un costo beso en mi cabeza.

-¿Te gusta? -asiento lentamente- es lo que te mereces pequeña -giro en sus brazos hasta quedar frente a el- te amo pequeña -acortó la distancia que teníamos y junto nuestros labios en un beso, puedo sentir nuestro calor mezclándose con el de la playa, el viento parece detenerse, sólo él puede provocar que con un beso el mundo se detenga a mi alrededor.

Después de estar un rato en el balcón empezamos a desempacar las maletas al terminar me recuesto en la cama, estoy exhausta, siento que la cama se hunde a mi lado, giro la cabeza y ahí está él con esa sonrisa pícara.

-¿Querías compañía?

-Pues no, quería descansar la verdad -hizo una mueca de dolor y llevo su mano al corazón.

-Lo has hecho pedazos, eres demasiado cruel, pero me voy a vengar -se puso sobre mí y empezó a hacerme cosquillas, cuando sentí que ya no podía respirar le grité que parara y este puso mis manos sobre mi cabeza sujetándome de las muñecas- ponte más bonita de lo que estas que saldremos a cenar a un lugar especial -luego me dio un pequeño beso y se bajó de la cama.

-¿Dónde iremos?

-Es una sorpresa pequeña -dijo mientras empezaba a quitarse la camisa, en todo lo que llevamos juntos jamás había visto más allá de su muñeca porque siempre usaba camisa de manga larga.

-¿Qué haces? -dije sorprendida, este soltó una carcajada que sonó por toda la habitación.

-¿Qué? ¿Acaso no querías verme desnudo? Porque yo si quiero -me guiño el ojo, yo le lancé varias almohadas- okey, okey calma cariño, solo me estoy cambiando la camisa, pero soy todo tuyo -dijo con una sonrisa pícara.

Quería desviar la mirada pero me fue imposible, por toda su columna vertebral tenía tatuada las fases de la luna, su brazo derecho estaba cubierto totalmente por una especie de bosque nocturno porque tiene una hermosa luna, también una estrella tatuada en su hombro izquierdo, pero eso no le quitaba nada a su escultural dorso y sus pectorales marcados, ni muy escuálido ni muy musculoso, perfectamente balanceado como diría Thanos.

-Si sigues viéndome así vas a gastarme.

-¿Por qué tantos tatuajes? -pareció meditar en su respuesta por un momento hasta que al final respondió:

-Este -dijo señalando su brazo- me lo hice cuando esa chica me dejo, quería sentir un dolor más grande del que estaba sintiendo, tenía quince años y me pareció buena idea -se encogió de hombros- el de mi espalda lo hice por ti -escuchar eso me sorprendió.

-¿Por mí? -sonrío.

-Lo hice cuando empezamos a salir, cuando era pequeño solía sentarme a mirar la luna por las ventanas, algunas veces de mi casa y otras desde los hospitales, sentía paz cuando la observaba, así me siento cuando te veo, por eso lo hice en honor a ti. Y la estrella simplemente me pareció linda y ya, deberías haber visto como se puso mi madre, estaba histérica -rio a carcajadas y por Dios santo, se veía súper sexy sin camisa y con ese hoyuelo que se hace en su mejilla, quería lanzarme sobre él pero no puedo, tenerlo así sin camisa me alborota las hormonas.

Hasta que el amor termineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora