Narra Eugenia.
"Siento un dolor desgarrador en mi vientre desde la madrugada del 3 de noviembre, me la pase unas horas conteniendo el dolor pensando que solo era una falsa alarma hasta que solté un gemido lleno de dolor y termine despertando a Eduardo. Enciende la luz de la lampara y sus ojos están llenos de terror.
–¿Es el bebé, mi amor? –Pregunta asustado.
Me limito a asentir y dejo escapar un grito, me agarra de la mano y la aprieto al sentir otra contracción. Se levanta de la cama y busca mi bata de seda, me levanta de la cama con cuidado y me sostiene para que no me caiga ya que mi cuerpo no deja de temblar por el dolor. Me siento tan asustada, no se si estoy lista para dar a luz, esto es demasiado para mí. Me ayuda a caminar y salimos de la habitación, bajamos lentamente las escaleras y busca las llaves del auto mientras me dejo sentada en el sofá. Agarra las llaves del auto y el bolso para el bebé, me levanta lentamente y largo un gemido al sentir un dolor en mi espalda.
–Todo va a estar bien, mi amor. Lo prometo.
Besa mis labios luego de decirme eso y mis ojos se llenan de lágrimas, como me hubiera gustado que Rafael me dijera esas palabras en este momento, donde yo más lo necesito. Eduardo me lleva hacia la camioneta y abre la puerta, me ayuda a entrar y cierra la puerta. Acuno mi vientre y las lagrimas se desparraman por mis mejillas. No estoy lista para dar a luz, tengo mucho miedo.
Rafael te necesito, quiero que estés conmigo. Por favor, te necesitamos. Cierro los ojos con fuerza y llevo mis manos hacia mi rostro. Eduardo me consolaba mientras conducía hacia el hospital. Sostenía mi mano y sin querer la apretaba por los dolores desgarradores que tenia en mi entrepierna. Este dolor me estaba matando.
Llegamos al hospital después de una media hora agonizante, Eduardo pide una silla de ruedas y me asisten unas enfermeras, me ayudan a sentarme en la silla y me llevan hacia la sala de emergencias.
Me acuestan a una camilla, pasa tanto tiempo que no se si estoy aquí hace una hora o más. Lo único que se es que quiero que nazca mi bebé, pero los médicos me dicen que no estoy lo suficientemente dilatada.
Eduardo estuvo conmigo mientras esperamos al medico para vuelva a revisarme, ya no aguanto más los dolores, solo quiero que mi bebé nazca para tenerla entre mis brazos.
Pasaron dos horas más y era el momento, mi bebé iba a nacer en cualquier momento. Las enfermeras me preparan y me llevan hacia la sala de partos. Había un montón de enfermeras y una partera. Trago saliva y trato de tranquilizarme, mi bebé depende de mí.
–Señora Herrera. –La partera me observa. –Necesito que empujes cuando sientas una contracción.
Asiento al entender lo que me dijo y respiro hondo, solo tardo unos minutos en pujar cuando siento un dolor en la parte baja de mi vientre. Las enfermeras limpian la transpiración de mi frente y aprieto la mano de Eduardo cuando vuelvo a empujar. Siento tanto dolor, estoy perdiendo las fuerzas pero tengo que seguir. Respiro hondo y recupero las fuerzas por un segundo, vuelvo a pujar y la partera me alienta, Eduardo también hace lo mismo hasta que después de un tiempo escucho el llanto de mi bebé.
Su llanto se escucha en toda la habitación y no puedo evitar llorar de la emoción que siento. La enfermera la baña y la envuelve en una pequeña batita color rosada. Al terminar de cambiarla, me dan a mi bebé y sonrió entre lagrimas al ver a mi hermosa hija. Su llanto había cesado al tenerla entre mis brazos. La observo en todo este tiempo y mi corazón vuelve a latir con fuerza.
–Rafael no regresara nunca Eugenia, pero aquí tienes el mejor regalo que te pudieron dar. –Pienso.
La partera nos sonríe y empieza a hablar.
–¿Qué nombre le van a poner?
La miro y no puedo evitar sonreír al ver de nuevo a mi hija. Esto es mejor de lo que imagine.
–Constanza"
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Obsesion
Romance"Amarte es mi pecado" Ella prometió no volver a caer ante el hombre que la abandono pero la atracción y el amor que hay entre ellos es demasiado grande para poder resistir.