Alejandro

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Nos quedamos mirando por un momento y respiro hondo cuando el empieza a hablar.

–¿Cómo estas? –Me pregunta con una sonrisa.

–Bien. –Me limito a decir.

–¿Penso en lo que hablamos la semana pasada?

Muerdo mi labio y asiento.

–Si, es lo que estuvo en mi cabeza en todos estos días.

–¿Hablo con su hija?

–Si, le hable sobre mi decisión de tratarme pero no le dije que se debe por ella.

–Eso no es verdad. –Me frena. –Puede ser una razón y nada más. La culpa con su hija la resolvera pero en el fondo usted lo necesita más. –Susurra.

Suspiro y miro hacia otro lado, me cuesta tanto mirarlo a los ojos y decir lo que está en mi mente. Ya me estoy arrepintiendo de estar aquí, esto lo tengo que resolver de otra manera. Me pongo de pie y Alejandro me mira con confusión.

–¿Qué haces?

–Creo que lo mejor va a ser que me vaya y dejar todo así como esta.

–¿Por qué?

–No tengo porque darle explicaciones señor Torres y esto termina ahora.

Me siento tan furiosa y siento que estoy exagerando, pero no se que me pasa. No lo puedo entender y me pone más furiosa que el este tranquilo, solamente me agarra suavemente del brazo cuando intento irme.

–Estas en una etapa de negación, creo que di en el clavo.

–¿De que está hablando?

–Que estas ocultando algo y lo tienes que decir para que te sientas tranquila. Quieres ayudar a tu hija, pero estas aquí por ti. –Sus ojos verdes están fijos en los míos y su mano sigue agarrando mi brazo. –Pero es tu decisión y no puedo obligarte a que te quedes.

Me suelta y mi respiración esta calmada. Me quedo en silencio por unos segundos y lo observo con seriedad.

–¿Te vas a quedar? –Me pregunta.

Asiento lentamente y me siento de nuevo en el sofá.

–Lo siento.

–No pasa nada Gabriela, pero dime Alejandro. –Sonríe. –Me haces sentir viejo. –Se ríe.

Me contagia la risa y la tensión desaparece en segundos, lo que hace que este en calma.

–¿Quieres hablar ahora o lo dejamos para la próxima?

–Quiero hablar ahora. –Respondo tranquilamente.

Alejandro está en silencio y suspiro.

–Estuve pensando en mi matrimonio, hace unos años que enviude y siento que me saque un peso de encima. Cuando pienso en mi no puedo evitar pensar en mi hija, la arrastre a un matrimonio sin amor, así como mis padres hicieron conmigo. Nunca pude enamorarme de mi esposo y fui infeliz toda mi vida. Quise hacer lo mejor para que mi hija sea feliz y fue todo lo contrario.

Alejandro me mira atentamente y me da su pañuelo cuando mis ojos se llenan de lagrimas.

–Gracias. –Susurro.

–Ahora que eres libre puedes vivir tu vida como quieres Gabriela, si tu hija no ama a su marido, puede divorciarse, ayudala a que lo haga pero si no lo hace, no te puedes meter. Es la decisión de ella.

–Hay una hija de por medio, no es tan fácil. El circulo es demasiado conservador todavía. –Suspiro.

–Creo que te voy a dejar tranquila por ahora, al menos hasta la semana que viene, si decides volver.

Le doy su pañuelo y me pongo de pie.

–Gracias Alejandro.

Le doy un beso en la mejilla y cuando me alejo un poco.

–Adiós Gabriela, cuídate. –Dice suavemente.

–Adiós Alejandro. –Sonrio un poco. –Vos también.

El me está mirando seriamente y agarro mi bolso antes de irme, abro la puerta y respiro hondo al poder salir a la calle. Me siento tan extraña, mi corazón late con fuerza y trago saliva.

ObsesionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora