Hermosa

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Narra Rafael.

No puedo creer lo que estoy viendo, esto no puede ser una ilusión. Es ella, es mi Eugenia. Mi respiración es rápida, como si estuviera al borde del infarto. Es tanta la emoción que tengo tantas ganas de llorar, después de tantos años de amargura al fin puedo verla, la encontré en el lugar que menos pensé. Mis lagrimas amenazan por salir, se la ve tan hermosa, más hermosa que antes. Cambio por completo, no tiene el cabello castaño, ahora es rubio y corto pero su mirada sigue siendo la misma, aunque ahora me ve con sorpresa y resentimiento. Los dos estamos mirándonos como si el alrededor no existiera. A su lado esta la muchacha que me dio su borrador... ahora entiendo todo. Por eso me llamaba tanto la atención sus ojos, Constanza es su hija. Habla algo con ella y se pone de pie, alejándose entre la gente. Me siento y no puedo decir una palabra, lo único que quiero es ir tras ella y abrazarla con fuerza, poder decirle que en todo este tiempo no deje de pensar en ella.

–¿No va a hablar señor? –Me pregunta mi asistente.

Reacciono y suspiro. Trato de tranquilizarme, pero esto me dejo tan abatido. Me siento tan feliz por dentro, ella está aquí, al fin puedo verla.

–Buenas tardes y gracias a todos por venir. –Digo un poco acelerado. –Me llamo Rafael Contreras, ustedes me conocían como el seudónimo Anhedonia.

Eugenia todavía no volvió y trago saliva, empiezo explicando de lo que trata el libro y por dentro solo ruego que ella vuelva a sentarse, pero eso no paso. Estuve una hora respondiendo preguntas mientras Constanza me miro en silencio.

Termino la presentación y cada uno se fue acercando a darme el libro para que lo firme. Busque a Eugenia con la mirada y fracaso, Constanza se acerca y me sonríe. Ahora puedo ver todo con claridad, su sonrisa es tan igual a ella, aunque la piel de Eugenia es blanca y la de su hija bronceada. De todas maneras, con su similitud o contraste, es muy hermosa.

–Nunca pensé que el escritor que me encanta estaría leyendo mi borrador, ahora estoy más asustada. –Ella se ríe.

–No tienes porque estarlo Constanza, lo estoy leyendo y me va gustando. Aunque no podre darte mi veredicto hasta que termine de leerlo.

Firmo su libro y se lo entrego.

–Gracias profesor. Me ha encantado su libro, todos los que he leído de usted me encantan, pero este es el mejor.

Me quedo mirándola con una sonrisa, si supieras que la mujer de la que hablo en este libro es tu madre.

–Mucha suerte Constanza y gracias.

Sonríe y se aleja, me quedo mirándola mientras esquiva a la gente y sale de la librería. Me pongo de pie sin importar toda la gente que me esta esperando. Me acerco hacia la vidriera cuando veo a Eugenia, ella abraza a su hija con fuerza y se quedan por unos segundos así hasta que se separan. Antes de que ella entre al auto, mira hacia el vidrio. Me quedo mirándola, ella también me esta mirando y su mirada cambio, ya no esta la sorpresa en esos hermosos ojos, solamente está el rencor.

Luego deja de mirarme y sube al auto, tengo tantas ganas de correr y pedirle que se quede, aunque sé que ella no quiere verme. Me quede mirando el auto alejarse y alguien apoya su mano sobre mi hombro. Observo a mi asistente y me mira intrigado.

–¿Le pasa algo?

Niego en silencio y suspiro, me dolio tanto ver su mirada de rencor hacia mi. Se que la merezco pero aun así me duele tanto, me rompe aún más el corazón. Vuelvo a mi asiento y sigo firmando, deseando que esto se termine y poder estar solo.

ObsesionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora