¿Me ama o no me ama?

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Al fin pude salir de sus redes, sentía que si no salia de ese lugar estaría de nuevo en su cama, dejándome arrastrar por la pasión. Me llevo las manos a mi cabeza y suspiro, miro la hora que es y son casi las tres de la tarde. Trato de tranquilizarme y respirar hondo. Camino hacia el auto y cuando lo hago, me pongo el cinturón de seguridad.

Cubro mi boca con mis manos y respiro hondo, esto se me esta saliendo de control. Intento alejarme de el y nuestros cuerpos explotan. Mi cuerpo todavía está sensible debido a sus caricias y tiemblo cuando sentí sus manos acariciando mi clítoris. Por dios, no puedo pensar asi, estoy casada y no quiero serle infiel a Eduardo. Cierro los ojos y respiro hondo, no quiero irme maldita sea, pero no puedo. La vida que tenia con Rafael ya no me pertenece, arranco el motor y aprieto el acelerador.

Más tarde llego a mi casa y solamente me encuentro con mi hija. Le doy un beso en la mejilla y la abrazo por unos segundos.

–¿Te pasa algo mamá?

–Nada, solo quería abrazarte. –Sonrió y me siento a su lado. –¿Y tu padre?

–Se quedo más tarde en el trabajo, parece que se va de viaje.

–¿Cuándo?

–No me dijo pero me conto que se va a España.

Suspiro y acaricio el cabello de Constanza. Observo como ella hace su tarea y le hago un poco de té. Miramos la puerta cuando escuchamos el ruido de la cerradura y Eduardo entra a la casa.

El se acerca hacia nosotras, me da un beso en los labios y le da uno en la mejilla a Constanza.

–¿Cómo están?

–Bien. –Decimos mi hija y yo a la vez.

Me pongo de pie y lo observo.

–¿Qué es eso de que te vas?

–Ah te conto Constanza. –Sonríe. –Me voy por trabajo amor, no creo que este por mucho tiempo.

–¿Cuándo te vas?

–No lo se pero seguro que la semana que viene.

Asiento en silencio y sus brazos me abrazan, envolviendo mi cintura y trago saliva al sentirme bastante incomoda.

Más tarde, Eduardo se esta bañando y mi hija esta en la habitación. Yo me quede haciendo la cena y el teléfono de la casa empieza a sonar, atiendo el teléfono que está en la cocina.

–¿Hola?

–Hola Eugenia. –Escucho la voz de Rafael. –Espero no molestarte.

Suspiro y me fijo que no haya nadie alrededor.

–Estoy ocupada. –Hablo en voz baja. –¿Cómo conseguiste este número?

–Eso no importa, te llame porque estoy desesperado amor. No respondiste mi pregunta y me estoy volviendo loco.

–Creo que ya dejé en claro lo que pienso, es mejor que esto termine.

–Me dejaste en claro otra cosa Eugenia, tu me sigues amando y no puedes estar lejos de mi. ¿Por qué no te entregas a lo que sientes? Yo me siento de la misma manera y no puedo más. Te necesito para respirar, mi cuerpo te pide a gritos y tu estas igual, podía sentir tu cuerpo vibrando cuando pasaba mis manos y labios por cada centímetro de tu piel desnuda.

Cierro los ojos y mi corazón late con fuerza, casi no puedo respirar y largo un gemido.

–Voy a cortar Rafael. –Hablo como puedo.

–Ya no podemos separarnos, el destino nos unió de nuevo y no voy a dejar pasar esta oportunidad.

–Basta, por favor. –Le ruego.

–Te amo Eugenia y nunca voy a parar de amarte. Ya basta de negar lo que sientes.

–Ya te dije que no abandonaría mi familia, tu la elegiste para mi, ¿recuerdas?

–Por favor mi amor, pensé que era lo mejor para ti y ese fue mi peor error. Me voy a sentir culpable toda mi vida por eso y quiero recuperar el tiempo que perdí por lo que hice.

Me quedo callada y siento unos pasos.

–Tengo que cortar.

–¿Volveré a verte? Tenemos que hablar.

Trago saliva y muerdo mi labio.

–Podemos vernos mañana. Ire a tu casa, adios.

Corto rápidamente y Eduardo me mira con el ceño fruncido.

–¿Quién era?

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