Capítulo 4

63.2K 4K 251
                                    

Bianca:

Alessandro volvió a la habitación unos minutos después de dejarme, solo para coger el móvil que me dio.

Lo guardo en su bolsillo y se acercó a mí.

—¿Qué ha...

Me cargo en sus brazos y mis ojos muy abiertos miraron sus ojos, estaba muy cerca que hasta podía sentir su respiración.

Una señora ingreso a la habitación seguida de dos mucamas más y un hombre, aparte los ojos de Alessandro y puse la mirada sobre ellas.

El hombre que ingreso quito el colchón y volvió por un nuevo sin rastros de sangre, lo coloco y las mucamas dejaron la cama como nueva, encima de nuevas sábanas blancas, cubrieron con una colcha de color madera.

Ellos se marcharon sin decir nada, excepto por la señora, quien me dejo la comida en una fuente sobre la mesa de noche al costado de la cama.

—Disfrute de su cena, Señorita Bianca.

—Gracias.—Le agradecí a ella y cuando se fueron puse mi mirada en Alessandro.

Sus ojos me miraban muy de cerca y sin apartarlos de mí, me llevo a la cama, me sentó sobre ella y me trajo la bandeja de la cena, la cual se veía muy apetitoso y constaba de un plato de almuerzo, de sopa, de ensalada y otro de postre, junto a ello un vaso de refresco y los cubiertos.

—Ahora come.—Me ordena.

—¿Cuál es tu obsesión con la comida?

Él no me respondió.

Cojo el cubierto y comienzo con el arroz y pollo dulce, sigo con la ensalada y me causa conflicto cenar mientras él está de pie apoyado con la espalda sobre la puerta y los ojos sobre mí, sin embargo la comida está demasiado deliciosa o es mi estómago vació por el que no probé anoche nada después de que me disparara.

No digo nada hasta acabar los dos primeros platos, lo hago cuando voy a acabar la ensalada.

—¿Vas a quedarte ahí hasta que termine de cenar?

Alessandro movió la cabeza.—No me iré hasta asegurarme de que termines todo, ahora más que nunca necesitas comer.

¿De quién es la culpa?

El me disparo.

Resople, me termine la ensalada y abrí el postre el cual constaba de un pequeño pudin de café cerrado, destape la envoltura, cogí la cucharita y me metí un poco a la boca.

A los minutos llega una de las mucamas y se lleva mi plato, el doctor que me atendió anoche entra a la habitación y el lo saluda.

Luego se me acerca.

—Señorita Moretti, disculpe usted, pero voy a limpiar la herida.

Lo deje, se sentó sobre la cama y se puso los guantes mientras una de las chicas ya le había alcanzado un recipiente con agua.

Alessandro solo se quedó varios minutos observándonos, corrección, observando al médico y cuando se sintió seguro se marchó.













(*)

Por Tres Meses (#2 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora