Capítulo 30

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Esa mañana había amanecido más fatigada que de costumbre, aún estaba somnolienta y con muchas ganas de seguir durmiendo hasta tarde, pero sabía que no podía. A duras penas logró levantarse de aquella cama, quién la animaba a quedarse más tiempo.

El baño debía ser rápido a causa de la falta de tiempo, corrió a la ducha salió de nuevo en un dos por tres. Se vistió en tiempo récord. Al salir de su departamento se cruzó con María por el lobby de aquel edificio, la mujer estaba comiendo mariscos junto con una gaseosa enfrente.

Lucero: Buen día María como amaneciste?

María: Señorita que bueno verla, todo bien y usted cómo amaneció?

Lucero: Todo bien gracias

Durante algún tiempo la plática avanzo con total normalidad, hasta que el olor a pescado se colo por las fosas nasales de Lucero, lo que provocó que se sintiera terriblemente y con inmensas ganas de vomitar. María observó su semblante nada alagador.

María: Está bien señorita?

Lucero: Puedes prestarme tu baño?

María: Claro, allá por el pasillo.

Literalmente corrió hasta el baño, alcanzó a recogerse el cabello para no ensuciarlo y comenzó a vomitar todo lo que llevaba dentro. Luego de un rato dentro del baño, abrió el grifo del agua y dejo corriendo el agua acunó sus manos para llenarlas de agua y así  poder lavarse la cara. Levantó su rostro y se vio al espejo, definitivamente no se veía nada bien.

Salió del baño y María la esperaba afuera de este.

María: Está bien señorita?

Lucero: Ya estoy mejor gracias por preguntar?

María: Que le ocurrió?

Lucero: Debe ser porque no desayuné, realmente no tuve tiempo y me está pasando factura haberme saltado el desayuno.

María: Pues el desayuno es la comida más importante del dia, no debió descuidarse, la halo de la mano y la dirigió a la salida, tomó una manzana que estaba sobre el mueble de la entrada y se la dió en las manos.

María: Tome, algo es algo. Debería comer algo cuando llegue a la oficina.

Lucero: Gracias María, te prometo comer algo cuando llegue.

Y así lo hizo, compro un sándwich de jamón junto con una ensalada de verduras y un café, no era un desayuno digno pero tendría que conformarse con eso.

Subió al piso de su trabajo, mientras esperaba que el elevador detuviera su marcha el olor a café se colo otra vez por sus fosas nasales provocándole otra vez esas inmensas ganas de vomitar. Rogaba para que el elevador detuviera su marcha, y así lo hizo el elevador abrió sus puertas mientras ella corrió hacia su escritorio lanzando su bolso y su comida, luego fue hacia el baño  y de nuevo se encontraba vomitando.

Por algún lado debía encontrar un cepillo de dientes y así lo hizo, un nuevo y reluciente cepillo de dientes color blanco estaba aún en su empaque, le quitó el empaque, mientras le colocó la  pasta de dientes comenzó a cepillarse los dientes, finalizando su trabajo tomó algo de agua en sus manos la colocó en toda su cara, de nuevo encontro aquel semblante nada agradable, estaba pálida como un papel, nunca pensó que el no haber desayunado le traería consecuencias.

Fue hacia su escritorio en busca del sandwich y la ensalada, se veía realmente apetitoso y en un abrir y cerrar de ojos el sándwich y la ensalada habían desaparecido. Realmente no quería ver el café así que lo tiró al cesto de la basura.

El sonido del ascensor la sacó de sus pensamientos. Era Fernando.

Fernando se acercó a ella, le encantaba verla de nuevo, pero su semblante le preocupó .

Fernando: Pequeña estás bien?

Lucero: Si Fernando, estoy bien

Fernando: Pues por tu semblante creo que no. Enserio estás bien?

Lucero: Excelente, solo que salí de casa sin haber desayunado creo que eso me afectó.

Fernando: Y ya comiste algo(se estaba preocupado estaba pensando en llevarla de inmediato al médico, no le gustaba nada ese semblante apagado y triste de su Lucero).

Lucero: Si mi cielo, comi algo,

Fernando: No quieres que vayamos al médico?

Lucero: No exageres mi vida, solo es un simple malestar ya pasara.

Fernando: Segura?

Lucero: Segura corazón!!( Aún se sentía fatal, pero no quería ir a un médico, nunca le agrado los hospitales).

Fernando: Para animarte más te voy a dar algo, seguramente te va a gustar ( saco del portafolios una caja, envuelta en un papel dorado con un listón rojo envolviendola). Toma seguro te encantará.

Lucero recibió el paquete, lo abrió a toda velocidad en la cima de la caja venía escrita una marca específica y de calidad, junto con la inscripción CHOCOLATES . Abrió la caja a toda velocidad, tomó uno con sus dedos y se lo llevó a la boca, estaba feliz comiendo uno tras otro. Se olvidó por un momento quien la observaba .

Fernando la veía con una expresión sorprendida al ver cómo acababa con  los chocolates, pero a la vez feliz había vuelto la luz a los ojos de su pequeña.

Fernando: Ejem!! ( Llamo su atención de nuevo).

Lucero salió de su burbuja, sintió vergüenza , había devorado la caja de chocolates en un santiamén.

Lucero: Lamento que me hayas visto comer de esta forma.

Fernando: O vamos, no te disculpes me encantó que te haya gustado mi regalo, almenos logré devolverle la luz a tus ojos.

Lucero: Gracias por los chocolates mi cielo. ( Tomó un chocolate en las manos, rodeo el escritorio, se colocó frente a el luego le llevo el chocolate a su boca, a lo cual el acepto gustoso.

Fernando: No hay de que mi ángel, por cierto, paso por ti a las ocho está bien.

Lucero: De acuerdo, pero a dónde vamos?

Fernando: A cenar comida italiana. Te parece?

Lucero : Fantástico.

Fernando fue directo a su oficina, mientras que Lucero concentró su mirada en unas notas que tenía escritas en su libreta. Estaba tan concentrada que no se percató cuando Silvia salió del elevador. Aquella rubia se dirigió hacía la mujer que ahora consideraba su rival, se preguntaba que demonios le había visto Fernando si a simple vista se veía que no tenía nada de clase, la odiaba.

Silvia se colocó frente al escritorio donde Lucero hacía algunos apuntes y colocaba las fechas importantes en la tableta que tenía junto a ella. Silvia aclaro su garganta mientras que Lucero aún seguía en lo suyo.

Silvia: Buenos días, secretaria puedo ver a su jefe?

Lucero aún concentrada escucho que buscaban a su jefe. Con la mayor cordialidad posible le contestó el saludo

Lucero: Claro señorita, a quien debo anunciar?

Silvia: A Silvia de Colunga.

Lucero levantó la mirada de golpe. La esposa del amor de su vida estaba parada frente a ella, sintió desvanecerse creyo hasta haber perdido el color. El escrutinio en el que estaba siendo expuesta por esa mujer  le causaba incomodidad, podría adivinar que la veía con rabia y desprecio, hasta creía que se le iba a lanzar como una fiera en cualquier momento. Se armó de valor y apenas logró pronunciar palabra.

Lucero: Ahora la anuncio.

Silvia: No será necesario, es mi marido y yo no necesito que una simple empleada me de permiso para entrar a la oficina de mi marido .

Entró a la oficina de Fernando sin siquiera haber sido anunciada.

RELACIONES PROHIBIDAS ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora