10.Una tarde en la nieve

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Todo lo que siempre soñé fue con ser capaz de elegir mi propio destino, aunque sabía que este ya estaba más que dictado. Solo un día para el baile, solo un día y estaría atada a un hombre para toda la vida.

Las rosas que algún día fueron hermosas y grandes ahora estaban secas por el duro invierno que había. Era sorprendente como algo tan hermoso pasó a ser algo sin vida, me imaginé a mi como una rosa, en un principio pequeña y débil, para luego empezar a florecer y ponerse en su máximo esplendor y luego poco a poco empezaba a morir. Creo que eso es lo que me describía en estos momentos, era así como realmente me sentía. Llegué a una parte del jardín el cual estaba un poco descuidada, lo llamaba mi lugar secreto ya que solo venía aquí para jugar de pequeña, tenía demasiadas flores (ahora secas), una fuente bastante grande en la cual antes habían peces y una banca de piedra, me senté y empecé a llorar.

Nunca imaginé que llegaría a odiar tanto un lugar el cual un día fue mi favorito, mi hogar ahora sería mi jaula. Pensé en todo lo ocurrido como llegaron Sir Paul Winslet y Jonathan Atwood con su alegría a la vida y su inmenso entusiasmo, desde su llegada a este castillo le devolvieron la vida, la emoción de estar vivos, por desgracia eso duró poco; toda felicidad ahora se estaba agotando. Una sonrisa amarga se posó en mi rostro, Winslet se había convertido en una persona muy importante para Reneé aunque esta lo negase, se veía en sus ojos y en sus constantes sonrojos.

Inmediatamente pensé en Jonathan, él me había cambiado, había hecho que cambiase, hacía que me divirtiera y que me sintiera segura, él había sido aquel sol que necesita la rosa.

-¡Elisa!-gritó Aarón-¡Elisa!

Salí de mi escondite para que no lo descubriera, lo cual era una tontería ya que lo más probable es que supiera de su existencia.

-¿Qué ocurre Aarón?-pregunté curiosa

Un suspiro salió de sus labios ahora morados a causa del frío invernal, sonrió y me abrazó como nunca lo había hecho antes, le correspondí el abrazo.

-No vuelvas a espantarme así, ¿está bien?-preguntó como un adulto le hace un regaño a su hijo

-Solo estaba dando una vuelta por el jardín-contesté con una sonrisa

-Bueno, ya sabes que debes informar, así no nos metes un susto de muerte-dijo aún en tono enojado-Reneé te va a matar

Una risita escapó, a veces Reneé podía ponerse loca por solo no encontrarme, pero es que también era difícil que estuviera en un solo lugar.

Aarón hizo algo que no me esperaba, me cargó como costal de papás y salió corriendo conmigo, yo gritaba de euforia y felicidad, él siempre había sido mi caballero de armadura dorada, mi mejor amigo y mi hermano mayor. Un carraspeo interrumpió la cargada, me bajó y se puso serio. Cuando volteé una figura se encontraba con los brazos cruzados, era Reneé.

-Aarón, sabes las reglas-dijo ella regañándolo, lo cual era cómico ya que los dos tenían el mismo título de caballeros

-Ya Reneé, tómatelo con calma-dijo Aarón con una sonrisa de lado-Antes, eras divertida

Sonreí, porque sabía a donde iba a llegar esta conversación, así que decidí seguirle el juego a Aarón.

-Es cierto Reneé, antes jugabas con nosotros-dije haciendo un puchero un tanto infantil

Reneé se me quedó viendo, como si hubiese dañado su orgullo.

-Y lo sigo siendo, pero primero están nuestras obligaciones que es protegerte, princesa-Dijo ella seria

Rodeé los ojos y Aarón y yo intercambiamos miradas.

-Me preguntó que habrá sido de la Reneé que antes era divertida-dije-Bueno Aarón creo que es hora de que nos sigamos aburriendo adentro

Dos mundos, un destino #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora