23. Golpes

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Había pasado dos semanas y mis técnicas de aprendizaje al fin estaban progresando. Ya sabía hurtar cosas sin levantar sospechas. Tomás y yo estábamos entrenando casi como todos los días.

-Vamos Zoey, yo sé que me puedes tan siquiera dar un pequeño golpe-retó Tomás

-No lo dudes-dije sonriendo

Caminé hacia él y le di un puñetazo pero él lo bloqueó y me sonrió confiado. Aproveché ese momento de distracción y con mi pierna la enrede en la suya y lo hice caer, ahora yo estaba encima de él. Tomás lucía divertido, eso me distrajo, grave error. Tomás me lanzó e hizo que me quitara de encima suyo, él en un rápido movimiento se levantó y con un cuchillo sin filo me lo puso en la garganta.

-Estás muerta-dijo victorioso y se quitó para dejarme parar

-Odio que siempre me digas eso-gruñí

-Bueno, has mejorado bastante y ya lograste tirarme cosa que casi nadie hace-admitió- Estoy orgulloso, ahora ya puedes acompañarnos

-¿Qué?-pregunté emocionada

-Sí, bueno sólo podrás venir con nosotros si pasas tu última prueba-dijo él

-¿Y cuál es?-pregunté intrigada

-Robar las piedras-dijo él

Otra vez no ese juego, odiaba eso ya que siempre me atrapaba. Ahora, daría lo mejor de mí para poder acompañarlos, me aburría cuando no estaban aquí y aunque la idea de robar todavía no me hacía mucha gracia realmente quería ir con ellos.

La noche había llegado y era cuando nosotros hacíamos esto de ir a robar las piedras. Hicimos lo de siempre solo que esta vez Helen ya no me avisó que Tomás había salido en mi búsqueda. El bosque nuevamente quedó en silencio como todas las noches anteriores que habíamos hecho esto. Cerré los ojos y una respiración, dos respiraciones, tres respiraciones. Algo había subido a los árboles podría ser una ardilla, aunque claro no hay ardillas en la noche. Sonreí, Tomás aplicaría la de ir subiendo por los árboles justo como lo hizo en la primera noche.

Me empecé a mover entre los árboles y por los matorrales cuando de repente escuchaba que se movían las ramas, lo cual era imposible ya que no había casi aire. Tomás estaba cerca. Me tenía que mover, sentía y oía los latidos de mi corazón. Iba buscando una piedra en el camino, hasta que la encontré. Si hay ruido, la persona que me sigue irá para allá pensé.

Corrí todo lo que mis piernas me permitieron y lancé la piedra en dirección contraria, la piedra había pegado en un matorral haciendo que este sonase. Aproveché la oportunidad y también subí a un árbol. Helena en alguna ocasión me había enseñado a subir. Subí ágilmente y escalé entre las copas de los árboles donde había más follaje. Si hay más follaje hay más ruido y más movimiento pero serán tus amigos si sabes cómo moverte. Lentamente me movía hasta que noté movimiento. Me detuve y Tomás pasó justo debajo de mí. Me quedé quieta, sin respirar y sin moverme. Tomás pareció dudar unos momentos, estaba poniéndome nerviosa ya que me descubriría.

Suspiró y se siguió moviendo, divertida le seguí era mi turno de sorprenderlo. Tomás se movía a una increíble velocidad entre los árboles y era increíblemente silencioso. Yo le seguía por arriba lentamente y sin tratar de mover nada, por suerte el viento cubría mis movimientos ya que cuando movía alguna rama el viento también soplaba.

Tomás se quedó en un tronco bastante grande, parecía un cazador con sus ojos negros atravesando cada árbol.

-Esta vez si te escondiste bien Zoey-admitió con una sonrisa-Pero te encontraré

Era mi momento, me dejé caer de los árboles y aterricé encima de él. Me acerqué justo como él lo había hecho tiempo atrás, en nuestra primera búsqueda.

Dos mundos, un destino #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora