Capítulo XI: Un nuevo hogar

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El viaje resultó ser más largo y agotador de lo que pensaba. Cada cierto tiempo nos deteníamos para que el tío Evan recuperara la magia gastada en el carruaje. Yo aprovechaba esos momentos para practicar los nuevos hechizos que tenía.

Esa misma noche no encontramos un pueblo donde poder alojarnos en una posada. Ni tampoco donde comer de forma decente. Tuvimos que dormir por turnos en el carruaje debido a que nos encontrábamos en tierra de nadie y podían aparecer bandidos o animales salvajes. Por suerte mi tío había comprado fruta antes de salir del pueblo y yo había traído unas galletas para comer en el camino, afortunadamente había olvidado que las traía.

Mi tío me explicó que si quería deshacerme de algunos hechizos, podía hacerlo solo concentrándome en ello. Así lo hice y funcionó. Eliminé varios que consideraba poco prácticos o banales. Dejé únicamente aquellos que me serían de utilidad, como Manantial de sanación.

El comienzo del segundo día de viaje no mejoró mucho debido a nuestro mal dormir, pero a un par de horas antes del anochecer nos encontramos con un pequeño pueblo en la Región Noroeste. Allí llegamos directamente a una pequeña posada donde descansamos el resto del día y toda la noche. Realmente me sentía agotado, aunque solamente me la pasara sentado. Seguramente fue mucho peor para el tío Evan.

A primera hora tomamos un buen desayuno que ofrecía la casera de la posada. Luego continuamos con el viaje.

Después de unas cuantas horas, comencé a ver plantaciones de vegetales y granjas dispersas. Poco a poco comenzaron a hacerse más abundantes hasta encontrarnos en un nuevo pueblo. Según mi tío, el lugar se llamaba Ur.

No era tan grande como Nirvan, el pueblo donde vivía. Éste era un poco más rural y menos desarrollado. Mi antiguo hogar estaba más cerca de Tuluk, la capital de la Región Norte. Así que eso influía en el estilo de vida de la gente, ya que la mayoría de los que vivían en Tuluk visitaba Nirvan o tenían propiedades allá. Eso generaba muchos ingresos y por eso su desarrollo era más elevado.

En contraste, Ur no parecía estar tan cerca de la capital noroeste. Por ende, su desarrollo era menor.

Sin embargo, no estaba nada mal, aunque estuviese en medio de la nada. Sus calles estaban limpias y los edificios bien construidos. La mayoría de las propiedades eran negocios básicos y una que otra tienda de ropa. Funcionaba más como un centro de comercio que como un pueblo habitado. Era muy probable que las personas que vivían en todas esas granjas que vimos antes de llegar, vinieran a Ur a comprar o vender cosas.

—Voy a comprar algunas cosas para la academia. Quédate aquí si quieres —dijo mi tío.

Nos detuvimos frente a una pequeña tienda de hortalizas. El dueño era un hombre de aspecto viejo, aunque amable. Decidí bajar junto a Evan, necesitaba estirar las piernas y darle un poco de alivio a mi posadera.

—Buenas tardes, señor —saludé al hombre. Éste escaneó rápidamente todo mi cuerpo antes de extender su mano para estrecharla con la mía.

—Gracias jovencito, igualmente —respondió amablemente—. Oye Evan, ¿te preparo lo de siempre?

—Sí, Bill. Vengo de un largo viaje y no quiero venir mañana por los víveres —dijo el peliblanco.

—Entiendo. Se les nota a ambos que están agotados. Te daría un poco de mi milenario remedio para despertar el cuerpo, pero lástima que no bebes.

Rió—. Menos mal que ya me conoces. Por cierto, ¿has escuchado algo respecto a la revuelta de los duques del sur?

—Supuestamente en cierto. Incluso un par de pilares se les unieron —aseguró el señor.

Crónica de los magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora