En voz de Darrell
«Desearía tener una vida como la suya», «nunca le debe faltar nada», «inteligente, fuerte y adinerado, que envidia». Una pequeña parte de lo que dicen a mis espaldas.
¿Cómo podría encajar en una sociedad donde te etiquetan dependiendo de los dígitos en tu fortuna o cantidad de bienes de tu familia? ¿Cómo ofrecer tu amistad a alguien que solo esta a tu lado por simple conveniencia?
Por mucho tiempo me cuestioné la moral de mi mundo. Desconfiaba de todo aquellos que me ofrecían su "amistad incondicional" y al mismo tiempo señalaban a otros por no ser igual de "afortunados" que nosotros. Estaba mucho mejor solo, que mezclándome con una sociedad decadente, llena de prejuicios e ideas retorcidas y narcisistas.
Solo confiaba en mi padre. Desde siempre se había diferenciado de otros nobles. Odiaba el clasismo en el que regodeaba la alta aristocracia y deseaba ayudar a otros que quedaban rezagados en la carrera por la vida. Para mí, él era mi héroe.
Nunca conocí a mi madre. Según cuentan aquellos cercanos a la familia. Luego de tenerme a mí, adquirió una rara enfermedad que ni la magia pudo curar. Luchó por su vida hasta el último momento, pero al final decidió que el dolor tenía que acabar y murió.
Unos años después, llegó de visita a la casa una mujer que raras veces había visto. Solo en eventos importantes o fiestas tediosas.
Según mi padre, era la hermana gemela de mi madre. De estatura alta y cuerpo refinado, por donde caminaba dejaba una estela de glamur que hacía voltear a todos. Me empezaba a imaginar que mi madre se debió ver así en vida.
Poco tiempo después, sus visitas se hicieron más recurrentes y prolongadas. Hasta que un día, nunca más se fue y los sirvientes la empezaron a llamar "señora Rosewald". En ese momento entendí lo que pasaba, y entonces odié aun más mi vida.
Así pasé un par de años, alejado de todos. Confinado en mi propia jaula y deseoso de encontrar a alguien que no tuviera prejuicios hacia otros y no fuese superficial. Era muy consciente que le estaba pidiendo mucho a mi entorno. Pero aun así me mantuve con fe de que existía alguien así.
Luego de esperar y esperar, hasta el punto de casi perder las esperanzas, ese alguien llegó de una forma poco convencional.
Un chico de ojos grises y llorosos, pequeño y de aspecto frágil llegó un día a la casa. Según mi padre, él sería un nuevo miembro de la familia y que había que tratarlo bien. Parecía tímido, ya que por más intentos de mi padre para que participara en las conversiones, él se mantenía renuente a hablar.
A mi tía no le pareció la idea de traer a alguien desconocido a la casa. Sin embargo, a mi padre no le interesaron sus argumentos y permaneció invariable. A mí no me importó su presencia en lo más mínimo, no parecía diferente a todos los niños que había conocido en ese entonces.
No había forma de saber que ese chico se convertiría en mi mejor amigo. Aquel que lograra romper mi coraza y llegar a mi corazón. El único que me mostraría el significado de la amistad verdadera. Gracias a Zack, me convertí en humano.
Llegó siendo un desconocido sin familia ni origen, y se convirtió en el hermano que la vida me regaló.
Me mostró lo heterogéneo que podía ser el mundo. No solo era blanco y negro, sino tan diverso que las palabras no llegaban a describirlo. Y dependiendo hacia donde mirase, podría encontrar algo extraordinario.
Gracias a él aprendí a ignorar lo malo de mi entorno y concentrarme en las cosas buenas o agradables. Aunque en muchas ocasiones él fuera objetivo de todo lo malo del mundo.
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Crónica de los magos
FantasiEn un mundo donde la magia define quien eres, aquellos que no corren con la suerte de ser bendecidos con poder, terminan en la parte más baja, junto a la suciedad de una sociedad decadente. Solo ser un huérfano foráneo en una familia noble ya lo hac...