En voz de Darrell
La decisión de unirme al ejército pareció ser la correcta. Mi mente ya no divagaba entre la culpa y la tristeza. Aun estaban allí, solo que al final del día me sentía tan cansado que no me daba mucho tiempo de pensar en ello. El entrenamiento en el ejército era brutal.
Apenas llegué a Comondor, los altos mandos del ejército no dudaron en aceptarme apenas escucharon mi apellido. No fue necesario participar en la primera fase como muchos otros aspirantes. Inmediatamente pasé a pertenecer a la cuarta compañía de reclutas aspirantes. Allí comencé a ver todo tipo de cosas nuevas y también a experimentar un entrenamiento del que no estaba acostumbrado. Ni siquiera las clases de esgrima eran tan duras como en el ejército. Al menos ellas eran un par de horas al día, en cambio en el ejército eran del crepúsculo al anochecer. Pero así era lo mejor.
En un primer momento no me interesaba mucho compartir con mis otros compañeros de compañía. La mayoría eran niños consentidos que buscaban jugar a ser héroes. Solo escuchaba como se quejaban por la rudeza del entrenamiento y de cómo eran gritados por los oficiales de mayor rango. Según mi opinión, no eran diferentes a los aristócratas inútiles que solo piensan en sí mismos. Por esa razón trataba de no interactuar con ellos. Aunque hubieron algunas excepciones.
De entre los dieciocho integrantes de la compañía, tres fueron los que se me acercaron y se pudiera decir que me cayeron bien. No parecía interesarles mucho los temas de conversación del resto. En cambio, buscaban hablar de otras cosas y yo terminaba incluido.
El primero que habló conmigo se llamaba Rufel Kamí. Era chico bastante pálido y de contextura muy escuálida, al punto que se podían apreciar los huesos de su cuerpo. Hablaba con voz temblorosa y sinceramente parecía sobrevivir cada día por intervención divina. Buscaba destacar del resto, pero debido a su aparente fragilidad, no era muy tomado en cuenta. Pero parecía muy capaz de estar donde estaba y su convicción por pertenecer al ejército era de admirar, tomando en cuenta su estado físico.
La segunda fue Berenice Grillo, su forma de ser era tan ligera como una pluma y a la vez tan colorida como una mariposa. Su familia era una importante productora de miel en el reino, pero ella quería encontrar su propio camino, alejado de la labor familiar. Al ser la cuarta de siete hijos, no pareció importarles mucho a sus padres que ella decidiera unirse al ejército. Después de todo, había suficiente descendencia que podía tomar su lugar en el negocio familiar.
Y la última fue Camile Permafrost, hija del duque Permafrost de la Región Noroeste. Aunque emitía un aura fría constantemente, era amable y suave al hablar. Su forma de ser me recordaba a Amelia, era dulce con todos sin importar quién era. Algo muy difícil de encontrar en la nobleza.
Terminé unido sin querer a un grupo bastante singular. Pero inmediatamente comprendí que era mejor tener aliados dentro de ese lugar, no podía tener la mentalidad de no querer que nadie se me acercase, ya que el ejército no funcionaba así. Además que no se comportaban como la mayoría de nobles o ricos que había conocido. Podía ver que su forma de pensar sobre el resto del mundo un poco parecida a la de Zack.
—Reclutas —apareció nuestro comandante e instructor. Rápidamente hicimos una fila, firmes ante su presencia—. Para mañana se seleccionarán aquellos que nosotros creamos capaces de pertenecer al ejército —informó. Muchos se mostraron nerviosos por las palabras del hombre—. Hasta ahora, un pilar se ha interesado en tres de ustedes. Así que estos pasarán a pertenecer al escuadrón de ese pilar.
Eso era interesante. Un pilar solo pide a un aspirante cuando cree que éste posee mucho potencial. Y pertenecer a uno de sus escuadrones sería un logro de lo más grande. Estos magos elegidos se les consideraban prodigios y a los ojos del ejército, la fuerza más poderosa del reino. Todos aspiraban llegar allí.
ESTÁS LEYENDO
Crónica de los magos
FantasíaEn un mundo donde la magia define quien eres, aquellos que no corren con la suerte de ser bendecidos con poder, terminan en la parte más baja, junto a la suciedad de una sociedad decadente. Solo ser un huérfano foráneo en una familia noble ya lo hac...