Capítulo XXXI: Relatos del tiempo

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La oscuridad era una frívola compañera. No hablaba ni opinaba nada, tampoco juzgaba o aconsejaba. Simplemente estaba allí, siendo testigo inerte de mis momentos de agonía. Ser envuelto en su manto frío y mantenerme allí, acompañado únicamente por mis pensamientos era realmente desolador.

Pensaba que iba a permanecer flotando en la nada por toda la eternidad. Rememorando lo ocurrido en mí corta vida, sempiternamente. Pero luego de haber pasado quien sabía cuánto tiempo, una fisura en el manto oscuro se abrió, dejando pasar la luz nuevamente.

—¡Zack, por favor! —escuché de forma tenue, aunque no podía simplemente abrir los ojos. Estaban demasiado pesados como para hacerlo sin lentitud.

—¡Miren, está despertando! —la realidad parecía cada vez más fuerte.

—¡Oh, gracias a los dioses! —sentí como fui abrazado son suavidad. Era cálido, se sentía bien.

Miré a mi alrededor, solo para cerciorarme que no estaba soñando o era otro juego de mi mente. Todo estaba destruido. Había humo saliendo de madera quemada y grandes trozos de hielo erguidos del suelo. Todos mis amigos estaban a mí alrededor, formando un círculo protector. Sus ojos llorosos rebozaban de alivio, mientras me observaban con atención. Inclusive el burlista y orgulloso Samuel estaba intentando ocultar sus lágrimas. Parecía que realmente los había preocupado mucho.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —inquirió mi hermano, aun muy preocupado por mí.

Observé el lugar donde había sido herido fatalmente. Solo estaba mi túnica rota, más nada. No había herida ni dolor. Les miré confundido, esperando respuestas.

—Connor usó su magia en ti. Revertió el tiempo de la herida e hizo como si nunca hubiese ocurrido. Pero nos preocupamos mucho porque no despertaste de inmediato —explicó Elijah.

—¿C-cuanto tiempo pasé inconsciente? —pregunté.

—Unos cinco minutos. Pero nos preocupamos mucho porque la magia de Connor actuó al instante y no despertabas —realmente pensé que había sido mucho más.

No se sintió como cinco minutos. Ni siquiera como horas. Era rara la sensación, fue como haber estado dormido durante mucho tiempo. Tal vez el estar inconsciente y el efecto de la magia de Connor, hizo que mi percepción del tiempo se viera afectada. Pero eso ya había pasado. Ahora lo importante era que teníamos que regresar.

Mi hermano y Connor insistieron en ayudarme a levantar. Aunque les asegurara que estaba bien y no sentía dolor, me vi sin otra opción que recibir su ayuda.

—Todos acérquense, por favor —les pedí—. No todo salió como lo planeamos. Hubo cosas que nos tomaron por sorpresa y otras que nos pusieron a prueba. Aunque estuve a punto de morir, voy a continuar con mi búsqueda. Ahora el Pilar Cristal es mi objetivo. No los obligaré a seguirme en esto. Ahora que vieron lo que causamos, imagino que algunos tendrán en desacuerdos con continuar.

Todos se miraron entre ellos, buscando predecir lo que pensaba el otro. Pero después de un debate interno con ellos mismos, su determinación salió a flote. El primero sin duda fue Dante, luego mi hermano que nunca se apartaría de mi. No hubo ninguno que mostrara arrepentimiento o vacilación. Todos estaban firmes con su determinación de continuar.

Con una gran sonrisa les agradecí su apoyo. Realmente eran unos grandes amigos, únicos. Algunos tenían la fortuna de encontrar una amistad así de fuerte. Yo fui bendecido con siete.

—Vámonos de aquí. Aunque los que quedaron no puedan comunicarse con Comondor, es mejor no quedarnos por más tiempo —les dije. Inmediatamente abrí un portal hacia un bosque a las afueras de Ipsy.

Crónica de los magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora