Capitulo 53-Heridas sin fin.

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Federico se cubrió el rostro deseando morirse de una vez, que se abriera una brecha bajo sus pies y desparecer para siempre, los sentimientos rotos se agolpaban en su pecho oprimiendolo, ahogandolo, se estaba llenando de resentimiento, su vida se convertía es una desgracia, por primera vez en todo el tiempo que llevaba sin mirar la luz del día, ya no deseaba hacerlo, por el simple hecho de ya no volver a verla, porque desde ese momento, Cristina acababa de matar lo más puro que tenía, su amor por ella.

-Malditos, son unos desgraciados.-Dijo con tanta amargura que Cristina negó entre lágrimas, desecha y sin saber que hacer. Sus ojos estaban rojos a causa de las gotitas que querían bajar, pero las oprimía la rabia se lo impedía.

-Por favor.-Suplico tratando de controlar su atormentado corazón.

-Todavía tienes el cinismo de suplicarme perdón, como pudiste engañarme así, ¡trajiste a tu amante a mí propia casa!, Diego estuvo viviendo aquí, bajo mi propio techo, ese desgraciado me dió la mano, la maldita mano que yo le brindé como amigo.-Exclamo colérico, el rostro le ardía y todo su interior estaba en llamas, una mezcla de rabia e impotencia se habían apoderado de él. Estaba totalmente indignado se había cruzado un millón de veces con él hombre que se había robado el amor de Cristina, lo había tenido delante de él todo ese tiempo, seguramente burlándose bajó sus narices, se estaba bloqueando por los celos, las intrigas que se estaban creando en su cabeza.

-No no no Federico déjame explícarte.-Decia desesperada, intentando buscar una salida a todo aquel desastre que se había creado, Federico no podía mirarla, pero no era necesario hacerlo para saber, que estaba muriendo por dentro, su mirada parecía congelar cualquier cosa que se le cruzará, no había piedad en ella.

-¿Porque? ¡Porque lo hiciste!.

-Te juro por mi vida que estás equivocado, él nunca fue mi amante, yo siempre te he respetado yo te amo Federico por favor escuchame.-Aseguro entre sollozos, temblaba del miedo y todo su cuerpo se estremecía de dolor, de tristeza, Federico aparentemente no iba a perdonarla, todo por lo que había luchado se fue por un tubo en un abrir y cerrar de ojos.

-Es una perdida de tiempo, nunca creí que me hicieras esto, y yo hablandote de amor, suplicándote para que me voltearas a ver, ¡Cómo pude ser tan imbécil!.-Le señaló gritando su dolor.-Como pude creer en ti.

-Escuchame Diego llegó aquí por Daniel, yo no lo traje nunca quise que...-Pero Federico levantaba una mano negandose a escucharla, no volvería a caer, ya no más.

-¡No cállate Cristina!. Por eso estabas tan rara cuando llegamos aquí, ¡Claro! Por eso te sentías mal constantemente, no podías con la culpa, eres una mentirosa ¡Traicionera!.-Le reprochó con desprecio.

Era como un balde de agua fría que caía sobre ella, llenandola de amargura, cada palabra se incrustraba en su pecho, como una daga, que iba matandola lentamente.

-Yo quise decirtelo desde un principio, pero no supe cómo.-Dijo ahogada en llanto, sintiéndose impotente, dió un par de pasos hasta él pero Federico retrocedió.

-No te atrevas a tocarme, yo te amaba sabes, daba todo lo que tenía por ti, me desvivía por ti y ahora.-Dajaba caer una lágrima, Cristina se abrazo a sí misma, sintiendo frío y repentinamente más lejos que nunca del hombre que amaba, se le estaba desgarrando el alma.-Ahora solo quiero alejarme de ti, gracias a Dios que no puedo verte porque...-No pudo continúar porqué la voz comenzaba a quebrarsele, tomó con fuerzas el bastón entre su manos y se dirigió hacia la puerta, respirar el mismo aire que Cristina lo estaba asfixiando.

-Federico no te vallas, no hagas esto.

Él se detuvo y se giró con el rostro hecho piedra, una pequeña sonrisita cínica se asomó en sus labios.

-Tengo que felicitar a Daniel, no solo destruyó este matrimonio, también nos hizo ver a ti y a mí que eres una cobarde, no tuviste el suficiente valor como para enfrentarme y decirme la verdad, eres muy débil y preferiste callarte, mientras se burlaban de mi, nunca te interesó este maldito matrimonio, maldigo la hora en que me enamore de ti Cristina, no has hecho más que destruirme, mientras que yo solo me he dedicado a entregarte mi corazón, te lo di todo y no te pareció suficiente.-Su expresión se volvió sombría, seco las lágrimas que querían caer mientras que a Cristina se le revolvía el estómago, esperando la estocada final.-Estoy a un paso de quererte el resto de mi vida y a otro de olvidarte para siempre.

Cristina lloró aún más fuerte con Federico cerró la puerta tras de sí, llevandose con él todas las esperanzas, dejándola sola y con un vacío desgarrador en el pecho, él tenía razón, era una cobarde que no supo aprovechar la oportunidad de decirle la verdad cuando se le presento, todo por miedo a perderlo, ahora ya era demasiado tarde. Se dejó caer en el piso y solo en ese momento comprendió que Federico estaba en un estado devastador, seguramente iba por Diego, la piel se le erizo y no hizo más que salir corriendo tras de el, tenía que evitar una tragedia.

Federico bajaba las escaleras llamando a Vicenta entre gritos, María lo seguía asustada con un muy mal presentimiento en el pecho, ella le hablaba pero él ni siquiera se detenía a responderle.

-Papá me estás asustando que está pasando, que tienes.-Le preguntaba tomándolo del brazo, Federico suspiro tratando de no ser tan brusco con su hija.

-Maria sube a tu habitación y no salgas hasta que yo te lo pida.-Le ordena con seriedad, la joven lo miró sin entender que pasaba.

-Pero papá...

-¡Es una orden! No me hagas repetirtelo.-Grito impaciente, todas las personas que lo rodeaban lo habían defraudado, a las que había querido y amado y aunque su pequeña no tenía la culpa, ya no podía controlarse.

María dió un par de pasos hacia atrás sorprendida, las lágrimas se acumulaban en sus ojos, Federico nunca le había gritado, siempre había Sido un padre comprensivo, amoroso, pero él que estaba frente a ella estaba muy lejos de ser él padre que admiraba.

-Patron.-Se acercaba Vicenta temerosa, con Antonio detrás, apenado por lo que estaba sucediendo.

-Usted lo sabía verdad.-La acusó, Vicenta tragó en seco, sin saber cómo reaccionar.

-No se a que se refiere patrón.

-Ya no es necesario que lo oculte, ya lo sé todo y no dudo en que usted sea una alcahueta más de Cristina, Siempre lo ha Sido.

-Patron...

-¡No! Ya hablaremos usted y yo.-Le advirtió enojado.-Antonio ven conmigo al despacho.

-Si señor.-Murmuro con la mirada gacha, Vicenta negaba con desilusión y el jóven rápidamente se fue tras su patrón, le debía lealtad al hombre que lo había ayudado en todo, y aunque se sintiera culpable, era lo correcto.

Cristina bajo corriendo las escaleras, encontrándo a María en los brazos de Vicenta, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, no había pensado en su hija, en lo que pensaría cuando se enterará de todo lo que estaba pasando a su alrededor.

-Hija...

María se hecho a sus brazos buscando respuestas, intentando descubrir porque su padre parecía estar fuera de sí.

-Mamá que está pasando, no entiendo, nadie quiere decirme nada.-La miraba a los ojos intranquila, su madre también había llorado.

Cristina le dirigió una mirada desesperada a Vicenta, sin saber cómo decirle a su hija que acaba de terminar con su matrimonio, Federico salió en ese preciso instante con Antonio detrás, llevaba una pistola en las manos.

-Federico no lo hagas.-Le rogó débilmente, con temor a lo que fuese a ocurrir.

Pero ni siquiera detuvo su caminar, iba tan seguro de lo que iba hacer que nada podría detenerlo. Actuaba un hombre despechado, herido y con el corazón hecho pedazos.









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