Capítulo 77 parte 2-Entre golpes y caídas.

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Federico la sentó sobre el escritorio, Cristina lograba alterarlo de todas las formas posibles, esa mujer era su perdición. Se posicionó entre sus piernas y la tomó de las caderas con pasión, sus miradas se cruzaron de una manera chispeante, la apretó contra él escuchándola jadear sobre sus labios.

—Eres mi perdición Cristina.—Murmuró con la respiración acelera, pegó su frente a la de ella y cerró los ojos por unos segundos.—porque tienes que ser tan complicada, tan terca...—Se quejaba paseando la nariz por la curva de su cuello.

Toda ella se erizó, era como una corriente eléctrica que atravesaba todo su cuerpo. Maldijo en silencio apretando las manos en puños, era una completa locura. Él descendió con besos calorosos hasta la entrada de sus senos, exhaló con fuerza y contra su voluntad lo alejó de ella.

—Espera...—Posaba las manos en su pecho, trataba de respirar con normalidad pero simplemente no podía, se bajó de la mesa ante la mirada desconcertada de Federico.

—¿Que pasa?.—Decía pasándose las manos por la cara, su enojo creía, que demonios le pasaba a su mujer, tenía un muchos problemas encima pero el mayor de todos se encontraba entre sus pantalones.—¿Que manera de jugar es está?.—Exclamó serio.

Ella sonrió apenada y comenzó a caminar hacia la puerta con rapidez.

—Perdóname.—Sacaba un juego de llaves del pantalón.

Federico frunció el seño sin entender.

—Cristina a dónde vas. ¿Que estás haciendo?.—Pero ella no le respondió, abrió la puerta lo miro por última vez y la cerro tras de ella, ahí entendió todo, Cristina iba a encerrarlo en el despacho.—¡Cristina!.—Gritó tratando de abrir la puerta, él ruido cesó y supo que ya no había escapatoria.—¡Abre la maldita puerta pero ya!.—Exigió completamente furioso, ¿Es que acaso se había vuelto loca?.—¡Cristina abre la puerta!.

Solo se limitó a respirar con fuerza, era ahora o nunca, Federico era capaz de hasta tirar la puerta de un golpe y necesitaba tiempo, si no nada habría valido la pena, era cuestión de tiempo para que alguien escuchara los gritos y le abrieran, subió lo más rápido que pudo las escaleras y se dirigió a una habitación en específico, tenía la adrenalina a mil, no iba a negarlo, le gustaba la sensación de poder se poseía en esos momentos.

—Eres una maldita.—Refunfuño entre dientes, tocaba la puerta con insistencia.

—¿Pero que...?.—Abria la puerta sorprendida, algo le decía que nada bueno saldría de todo aquello, el corazon se le aceleraba.—¿Que demonios te pasa?.

Cristina la fulminó con la mirada e ingreso a la habitación, cerró la puerta dando un portazo y se plantó frente a Kendra.

—Ahora mismo me vas a decir en mi cara.—La señalaba.—que es lo que realmente te traes, conmigo no vas a fingir, no soy estúpida, núnca me creí ese papel de amiga fiel.—Elevaba la barbilla desafiante.—porque no lo eres, te gusta Federico, a mí no me engañas.—La acusó indignada, no se dejaría intimidar, ya era hora de corregir ciertas cosas.

La rubia negó con la cabeza procesando todo lo que sucedía, no quería estar ahí.

—Estas loca, Necesitas ayuda.—Dijo arrugando la cara en desaprobación, se encamino hacia la puerta pero Cristina fue más rápida que ella, la tomó de un brazo con fuerza y evito que se moviera.—¡Suéltame!.—Exclamó soltándose con brusquedad.—Estas completamente loca ¿Que pretendes eh? Quién te crees que eres.

<<La desgraciada que te dará una páliza si no hablas.>> Se dijo a si misma.

—A mí no me vengas con estás estupideces, ahora mismo me vas a decir la verdad ¡Pero ya!.—Exclamó colérica, no le tenía miedo e iba a sacarle la verdad a como diera lugar.—Estamos solas, Federico no está para protegerte.

—¿Donde esta? Fue un error haberle dicho que te diera otra oportunidad ¿Porque sabes una cosa? Todo esto que tienes es gracias a mi, el regreso ¡Por mi!.—Elevaba la voz con cinismo.—Porque si a mí me daba la maldita gana ya se hubiese divorciado de tí.—La miraba de arriba hacia abajo con desprecio.—me retracto de cada consejo que le dí, tú no vales la pena, no lo vales.

Cristina apretó los dientes furiosa, una punzada odiosa se instalaba en su pecho, era inevitable, se acercó a ella y sin dejarla reaccionar le plantó la mano con todas las ganas en el rostro, lo vió pasar en cámara lenta, su rostro giraba mientras su cabello se revolvía antes la magnitud del impacto.

Kendra se tomó la mejilla con la respiración acelerada, se hizo el cabello a un lado y la miró de manera imponente.

—¿Sabes una cosa?.—Se sonrió maliciosa, ladeó el rostro, no le daría el placer de verla caer, se quejó un poco de dolor pero no lo demostró.—que si, tienes toda la razón, me gusta Federico, me encanta y no solo eso, si yo quiero y me da la puta gana, hago que caiga rendido a mis pies, él te ama es cierto, pero también es hombre y no creo que quiera seguir soportando todas tus insolencias.—Le espeto con desprecio, sonrió aún más, Cristina trago en secó, sin lugar a dudas, esa mujer escupía veneno y uno muy peligroso.

—¡Eres una maldita desgraciada!.—Quizó volver a plantarle otra cachetada pero la rubia le detuvo la mano, abrió los ojos alterada y fué ahí donde todo autocontrol abandono su cuerpo, fue la gota que derramó el vaso.—esto lo vas a pagar muy caro.

Se soltó de golpe y con rapidez la tomó del cabello, Kendra comenzó a forcejear tratando de soltarse, pero Cristina se negaba a dejarla ir, no hasta que descargara toda su furia.

—¡Suéltame!, ¡Maldita!.—Gritaba escandalizada, la tomaba de los brazos tratando de que hiciera menos presión, era doloroso, comenzaron a retroceder hasta que Cristina la estampó contra la pared, Kendra gritó ante el impacto, había fuego en la mirada de Cristina y eso la asustó.—¡Déjame! ¡Maldita loca!.

Le metió el pies con fuerza y la hizo caer, pero al hacerlo Cristina se la llevó con ella al piso, Kendra trató de levantarse pero Cristina fue más rápida y se le subió arriba impidiendo que se moviera.

—Te voy a enseñar a respetar lo que no es tuyo...—Respiraba completamente agitada.















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