Capítulo IV

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   —¿Puedes decirme qué sucede ahora, Uriel? —preguntó el Rey y no parecía contento.

   Se supone que yo no debía escuchar, pero hablaban demasiado alto.

   —Llegó un mensajero, dice que el rey Guideon viene hacia acá, junto a toda su comitiva.

   —¿Y ahora qué es lo que quiere ese señor? —se escuchaba exaltado, parecía que la noticia no era de las más agradables.

   Me pegué a la puerta para escuchar mejor.

   —Parece que su suegro no está muy contento con el trato que le da a la reina.

   —«¿La reina? Claro, la reina, es imposible que el rey no tenga esposa» —pensé rodando los ojos, era más que obvio.

   —¡Me da igual lo que él piense! —gritó el rey y yo di un brinco del susto— ¡Estoy cansado de que venga cada vez que se le pegue en gana!

   —Pues debes tomarlo con calma, sabes que la alianza con el reino de Guideon es muy importante para Ahrimán.

   —¡Eso precisamente es lo que me molesta! ¡Ese hombre se aprovecha de ello para intentar mandarme, aún sabiendo que nuestro ejército podría acabar con su reino si yo así lo quisiera! ¡Ni siquiera necesitaría un ejército y lo sabes, Uriel!

   —Lo repito, tómalo con calma, solo debemos usar la diplomacia y soportar a tu suegro durante el tiempo que esté aquí.

   —¡Maldigo el día en que acepté tomar a Cara por esposa! —exclamó golpeando fuertemente la puerta y yo me eché hacia atrás asustada.

   —Mira, debes tranquilizarte, y tratar de aparentar normalidad ¿Hace cuánto que no mandas a llamar a la reina?

   —No lo sé, estábamos en batalla no tenía cabeza para ello.

   —Y cuando volvimos tampoco la buscaste, incluso dormiste en la torre con la esclava que trajiste del reino conquistado y no volviste a tu habitación.

   —Eso no es tu asunto, Uriel. No es secreto para nadie que llevo a todas mis esclavas a la torre. Además, me da igual lo que piense Cara, con todo lo que hace a mis espaldas, ni aunque fuera la última mujer del mundo volvería a acostarme en la misma cama que ella.

   —«¿Todas las esclavas? Cierto, seguro que no soy la primera» —dije para mis adentros ¿Qué tan desquiciado estaba? No podía creer que tuviera más.

   —Ya sé que no soportas a la reina, pero con esta esclava has cambiado las cosas. Tú sabes que normalmente al día siguiente lo que sacamos no es precisamente una a una chica caminando y vestida como si fuera un princesa.

   —Lo que haga con Valeria no te incumbe, Uriel.

   —Lo que quieras, pero escúchame, sabes que yo te soy fiel siempre y esto te lo diré más como amigo que como general; busca a la reina y arréglete con ella, para que así Guideon se vaya lo antes posible.

   Pude oír como el rey daba un suspiro— Está bien, puedes irte —le despidió y yo corrí hasta donde antes estaba sentada para discimular. Él volvió a entrar— ¿No podías quedarte sentada, verdad?

   —¿A qué se refiere majestad? —le devolví la pregunta tratando de hacerme la desentendida.

    —¿Te suena "¿La reina? Claro, la reina; es imposible que el rey no tenga esposa"? —dijo imitando mi voz y yo tragué grueso— ¿O tal vez "¿Todas las esclavas? Cierto, seguro que no soy la primera"? —me miró furioso haciendo mi cuerpo temblar— ¿Olvidas que puedo escuchar todo lo que piensas, eh?

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora