Capítulo XXXV

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   Un mes pasó desde entonces y entrenamos mucho durante ese tiempo. Aprendí muchas cosas junto a los hechiceros de fuego, no tenía poderes como mi madre, mi parte humana era mayor y mis dones solo se limitaban a poder montar en cualquier grifo, incluso si no era el mío o sin entrenamiento previo. Cómo decían ellos, era la mejor dama de fuego que jamás había existido, montar un grifo ya de por sí era difícil porque son criaturas con las que debes crear vínculos fuertes para que te dejen ir sobre ellas; sin embargo, era como si yo pudiera crear ese vínculo de solo acariciarlos.

   Luego de ese tiempo partimos de vuelta a Ahrimán. Brithiel, Tess y Elijah se nos unieron unos días después junto con todo su ejército. Llevé conmigo para Ahrimán a todo un remanente de hechiceros de fuego: trescientas damas y caballeros de fuego con sus grifos, y ciento cincuenta hechiceros, sin contar a la caballería. El ejército de Tarendiel era gigantesco (hablamos de miles de dracaes) y eso nos ayudó a cubrir las bajas que habíamos tenido en la última batalla con Natanael.

   Estábamos listos pero no sabíamos lo que nos esperaba. Un solado nos informó que Natanael estaba en la entrada del palacio con un grupo de ángeles negros y que quería ver a Kay. Él solo escuchó y comenzó a caminar en dirección a la salida con todos nosotros tras él. Cuando llegamos a la entrada del palacio vimos que lo que el guardia dijo era correcto. Allí estaban Natanael, Hifras, Demir y un grupo de al menos diez ángeles negros.

   —Veo que el rey vino a recibirme en persona —dijo Natanael con una sonrisa estampada en su rostro en cuanto nos vio.

   —¿Qué rayos haces aquí? —preguntó Kay exaltado.

   —Vine a verte, Kay. Has hecho algunas alianzas —sonrió— ¿Dracaes y hechiceros? —soltó una carcajada—. Veo que has caído bajo.

   Kay se alteró aún más al oírle decir eso y ya iba a agredirlo perole sujeté.

—Basta, Kay, lo está haciendo para provocarte —le pedí por lo bajo para que no iniciara una pelea ahí que no saldría muy bien.

   —Esa corona... —las palabras de Hifras llamaron mi atención y le miré, notando como me observaba como si fuese una visión— ¿Esa corona es tuya? —preguntó exaltado. Traía puesta la corona de mi madre y al parecer la reconoció.

   —Es mía, sí —respondí sin titubear, él hizo casi como para agredirme pero Natanael le detuvo y Kay me puso detrás de él.

   —Así que resultase siendo la hija de Verónica —dijo Natanael mirándome con odio— ¿Acaso no sabes, Kay, que su madre mató a tus padres?

   —Eso a ti no te incumbe.

   —¿Que no nos incumbe? ¡La madre de esa maldita mató a miles! —gritó Hifras y Natanael le miró mal para que se calmara de una vez.

   —Dije que no les incumbe, Valeria está conmigo y más te vale controlarte, porque si no morirás antes —le advirtió Kay con severidad.

   Natanael sonrió mirándome con furia— Ya veo, te enamoraste de ella al pareces. Es una lástima que vaya a acabar con su vida.

   —Sobre mi cadáver tocarás un solo cabello de Valeria.

   —No te preocupes, luego de que la mate a ella acabaré contigo —su mirada me hizo estremecer y mucho, él seguía provocándome malas sensaciones—. Venía para ver si ya estabas recuperado, Kay, sabes que tenemos una batalla pendiente. Una entre tú y yo, obviamente.

   —No lo he olvidado. Cuando quieras y donde quieras.

   —Te estaré esperando en mis tierras, entonces, a ti y a esa linda chica que defiendes, será un placer matarlos a ambos —respondió y me regaló una sonrisa cargada de perversión para luego irse atravesando un portal de los que Hifras creaba.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora