Capítulo XXXIV

3.7K 684 230
                                    

    Salí de aquel salón, sentía que me faltaba el aire y no podía controlar los temblores de mis manos. Aquello no podía ser, yo no podía ser hija de esa mujer.
Las lágrimas caían de mis ojos sin parar, tenía que ser mentira, no podía ser la hija de quien mató a los padres de Kay y mucho menos de la causante de este problema con Natanael. Yo tenía una familia, mi vida no podía ser toda una mentira.

   Llegué al balcón donde estaba Bargdy, quien se levantó y con su pico me tocó en el brazo como si supiera que no estaba para nada bien. Yo le acaricié llorando sin parar y le abracé.

   —Bargdy, no puedo ser hija de ella. No puedo —miré hacia el frente, y las lágrimas seguían escapándose de mis ojos sin parar.

   Tess llegó al lugar no mucho después y me lancé a sus brazos rompiendo en llanto.

   —Tess... Mi madre... Ella no puede ser mi madre. Ya yo tengo una madre... No puede ser, ella fue quien mató a los padres de Kay. Mató a los padres del hombre que amo, él... Él va a odiarme, ya debe hacerlo.

   —Calma, Val, aún no sabemos si es verdad.

   —Kay me va a odiar, no va a querer verme nunca más.

   —Claro que no, eso no va a pasar, si él te ama no lo hará y estoy segura de que así es.

    —¡Valeria, Tessara! —oímos que nos llamaban y era Elijah—. Deben volver, las cosas no están bien.

   Elijah tenía una cara de preocupación horrible, al verlo lo único que pudimos hacer fue correr tras de él para volver al salón donde anteriormente habíamos estado hablando. Kay y Uriel estaban transformados y Brithiel estaba a la defensiva.

   —¡Bajen las armas de una buena vez! ¿Que rayos están haciendo?

   —¡No lo haremos! ¡Estos hombres tienen la culpa de todo! —respondió Kay.

   —¡Los de tu raza comenzaron a matar humanos primero, no tenían derecho! —respondió Niko.

   —¡Ustedes tampoco tenían derecho a asesinar a todos sin piedad!
  
   Respiré profundo, viendo que lo lograría nada y fui hasta la puerta, llamé a Bargdy y en unos segundos llegó y les amenacé a todos ordenándole que lanzara hielo entre ellos. Los miré con furia a cada uno.

   —¿Ya se van a calmar? —pregunté alterada, los ancianos me miraban como si un tercer ojo hubiera salido en mi cara—. No habrá peleas entre nosotros, han pasado siglos, así que cálmense que hay cosas más importantes que resolver.

   —¿Bargdy, dices? —preguntó uno de los ancianos, atónito—. Es un grifo dorado, esos no se dejan domar.

   —¡No me importa, Bargdy está conmigo y si no dejan esta idiotez, haré que todo esto arda! —respondí furiosa.

   Todos bajaron las armas y volvieron a la posición anterior. Bargdy, que estaba a la defensiva, al yo pasarle la mano se calmó y se sentó junto a mí.

   —¿Y dices que te lo econtraste ayer y que él te salvó?

   —Así es, señor —respondí.

   —Esta chica debe ser la hija de Verónica, no hay otra explicación.

   —¡No soy la hija de esa mujer! —exclamé furiosa y mordí mi labio para contener las lágrimas— ¡No soy la hija de ese monstruo que dejó a miles de niños sin padres! ¡Vinimos aquí a hacer una alianza, eso es lo único que me importa!

   —Ya dijimos que es imposible, nunca nos aliaremos a ángeles negros.

   Apreté los puños de la rabia ante esa respuesta ¿Cómo no tenían conciencia? Todo esto estaba pasando por su culpa y ellos seguían renuentes en su posición.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora