Capítulo XI

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   Pasó un mes desde entonces; el rey no volvió a buscarme desde aquel día y, a decir verdad, agradecía que fuera así. Lo que me hizo no tenía perdón y aunque me hubiese prometido que no pasaría más; no quería verle.

   Me encontraba en uno de los pasillos del segundo nivel del palacio, ya había aprendido a moverme perfectamente en él y me gustaba mucho leer en lugares diferentes cada día. El castillo era tan grande que aún pasado un mes no había podido recorrerlo completamente y me parecía divertido encontrar nuevos lugares cada día.

   Estaba leyendo un libro recostada del muro cuando de repente pasó alguien volando en frente de mis ojos.

   —¿Qué rayos? —se me escapó de la impresión echándome hacia atrás— ¿Majestad? —pregunté al ver que había desaparecido.

   —Pero qué tenemos aquí —escuché decir a mis espaldas y me giré asustada.

   —¿Quién es usted? —me sentí ligeramente incómoda sin razón aparente, delante de mis ojos había alguien a quien jamás había visto, era un hombre, tenía el cabello castaño claro y los ojos color café, no muy alto, éramos casi de la misma altura.

   —No necesitas saberlo —respondió acercándose a mí y sin darme cuenta, ya me tenía en el suelo.

   Luché para liberarme al instante, dándome cuenta de lo que era, un ángel negro de ojos rojos, sus colmillos estaban a la vista y sus alas también, así como todo lo demás que delataba su naturaleza; no me gustaba el camino que estaba tomando la situación. Grité una vez más en un vano intento de liberarme, cuando sentí como sus filosos colmillos acababan enterrados en la piel de mi cuello, dolió demasiado, como si me desgarrara por dentro, como si me arrancara la vida a lo bestia desde mi interior.

   Mis intentos de lucha cesaron no mucho después, cada vez me sentía más y más débil. Estaba a punto de perder la conciencia cuando noté como me lo quitaban de encima, dándole una patada en el estómago.

   —¿Qué rayos crees que estás haciendo, Demir? —preguntó Uriel exaltado, él era el que lo había pateado para alejarlo de mí.

   —Solo estaba alimentándome un poco —respondió cínicamente, limpiándose la sangre que se le había corrido de su boca.

   —¿Acaso estás demente? —en un abrir y cerrar de ojos Uriel ya lo tenía contra una de las columnas agarrado por su camisa.

   Yo estaba en el suelo con la mano en mi cuello, me dolían mucho las heridas de sus colmillos y seguía en shock.

   —Uriel, no te conviene jugar conmigo —el tipo le empujó y los ojos del general se volvieron verdes brillantes, al tiempo que su naturaleza de ángel negro era revelada.

   Estaba atónita ¿Acaso aquí nadie era humano?

   Esos dos se estaban peleando ignorando mi presencia. Uriel le tenía bastante controlado para ser él el que pertenecía a la raza más débil y el otro le enfrentaba tratando de soltarse.

   —¿Qué es esto? —escuché decir y vi al rey parado en el muro, también en su forma natural de ángel negro.

  El desfile de los ángeles era eso, y yo la única simple humana.

   —Es Demir, majestad, parece que olvidó que no es bienvenido en este reino —respondió el general que tenía a el tal Demir contra el muro otra vez.

   —¿Por qué rayos estás aquí, Demir? ¿Acaso tienes ganas de morir? —el rey se bajó del muro más que molesto y ahí fue que se percató de mi presencia— ¿Qué haces ahí tirada, Valeria?

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora