Capítulo XII

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El sol comenzó a iluminar la habitación, las cortinas de seda blanca se balanceaban debido a la brisa que entraba a través de las ventanas. El olor de su cuerpo se impregnaba con el mío, podía oír su respiración y su corazón latiendo pausadamente. Abrí mis ojos y él aún dormía conmigo envuelta en sus brazos; me separé sigilosamente y me salí de la cama.

-¿A dónde vas, Valeria? -preguntó somnoliento, notando mis serias intenciones de escabullirme.

-Me pidió que durmiera aquí esta noche, ya cumplí, así que me marcho a la torre -respondí seca yendo hasta donde había dejado mis zapatos.

-No te puedes ir, vuelve a la cama, aún es muy temprano- me hizo un puchero pero no le di importancia, no iba a quedarme un minuto más.

-No quiero quedarme aquí, majestad.

-Valeria, vuelve, por favor.

Le miré mal- ¿Por qué tiene que ser así? ¿Cree que tengo ganas de estar aquí con usted después de lo que me hizo? -estaba hastiada de su insistencia, no entendía por qué no podía ver que simplemente se me hacía difícil estar a su lado luego de lo que me había hecho.

-Ya te pedí perdón.

-¡Pues eso no arregla nada! ¡Si rompes un vaso y luego le pides perdón, no vuelve a ser el mismo de antes!

-Para un humano no, pero yo puedo hacer que sea el de antes y aún mejor.

Maldito ángel negro, le maldije para mis adentros apretando los puños, pero aún así, no cedería, mi dignidad no era un simple vaso.

-No me importa. No quiero seguir en esta habitación, soy su esclava y haré lo que me pida, pero sepa que es en contra de mi voluntad.

Vi como lo que le dije le molestó un poco, pero así me sentía y por mucho que quisiera no podía cambiarlo.

-Anda, vete, haz lo que te venga en gana -respondió molesto y se acostó dándome la espalda.

Me cambié el camisón lo más rápido que pude y me puse un vestido para luego salir de allí, e irme hacia la torre. Estuve allá durmiendo por unas horas más hasta que una sirvienta llegó a prepararme. Cuando estuve lista fui a trabajar donde las demás mujeres, el señor Nemed me estaba esperando.

-Buen día, Señor Nemed.

-Buen día, Valeria.

-¿Hay algo que deba hacer por aquí?

-Creo que no hay trabajo para ti hoy, eres muy eficiente.

-Gracias -sonreí y casi al mismo tiempo noté la presencia del tal Demir en el lugar- ¿Qué está haciendo él aquí?

-Ah, el señor Demir es maestro en el arte de las hierbas, un galeno de los mejores, está preparando algunos productos de belleza para las chicas.

-Ya veo -asentí con duda, la verdad, él no me caía bien-. Bueno, Señor Nemed, he de marcharme, que tenga un buen día.

Abandoné el lugar e iba caminando por los pasillos cuando me encontré con Uriel sentado en uno de los muros bastante relajado.

-¿Uriel? ¿Sucede algo?

-No, solo estaba dando una vuelta y descansando. No siempre estamos en tiempos de paz.

Sonreí ante el comentario, el general de cierta forma me emanaba buenas vibras, a pesar de que había sido algo tosco la primera vez que nos encontramos.

-Ni pareces general diciendo esas cosas -me recosté del muro junto a él, mirando hacia afuera-. Este palacio es demasiado grande y hermoso, seguro que ni siquiera debes haberlo disfrutado lo suficiente -comenté recostado mi cabeza sobre mi mano y mirándole de reojo.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora