Capítulo IX

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   Estaba acostada sobre su cama, sentía como me acariciaba el rostro una y otra vez haciendo que abriera mis ojos. Él estaba ahí, mirándome con sus iris brillando de ese hermoso color.

   —¿Por qué está así? —pregunté somnolienta y me fijé en que también tenía las alas— ¿Qué está pasando? —ya estaba asustada.

   —No te muevas, así terminaré más rápido —dijo apartando mi cabello para dejar al descubierto mi cuello.

  —¿Qué piensa hacer? —pregunté tratando de evitar que siguiera, pero él me sujetó las manos contra la cama. Noté los colmillos crecer en su boca y como comenzaba a acercarse a mi cuello— ¡No lo haga, no lo haga, no, por favor...!

   Desperté agitada de mi pesadilla, tenía la cara sobre un libro en la biblioteca; me había quedado dormida. Habían pasado dos días desde aquella noche. Estuve todo el tiempo leyendo ese libro sobre ángeles negros, con razón ya soñaba con ellos.

   Me pasé la mano por el rostro, estaba muy agotada; había trabajado toda la mañana junto al señor Nemed y hacía unas horas que había llegado a la biblioteca. Me levanté de la silla con desgana y fui a poner el libro en su estantería, a ver si volvía a mi habitación para seguir durmiendo. Casi al instante sentí como entraban por la puerta de la biblioteca, me di vuelta pensando que sería el rey, pero en cambio vi a la reina junto a ese tipo restregándose el uno al otro.

   —Espera, espera —le paró cuando notó mi presencia en el lugar— ¡¿Qué rayos estás haciendo aquí, zorra?! —gritó abalanzándose hacia mí.

   —¡No se atreva a tocarme! —dije echándome hacia atrás con la mano extendida, logrando que se detuviera—. No crean que pueden matarme sin que nada les suceda —le advertí, aunque sabía que podían hacerlo sin problemas y hacerme desaparecer sin más.

   —¿Ella no es la esclava del rey, Cara? —preguntó el hombre acercándose.

   —¡Esta sucia esclava sigue metiéndose en mi camino! —intentó agredirme pero él no la dejó.

   —¿Qué es lo que quieres? —me preguntó el tipo amenazante—. Ni se te ocurra contarle al rey, morirás antes de llegar a eso.

   —Ya cálmense, no diré nada.

   —¡No te creo, maldita! ¡Pero créeme que no tendrás tiempo de contarle al rey! —ella salió de la biblioteca junto con el hombre luego de dictar mi sentencia con esas palabras.

   Di un suspiro de alivio ¿No habrá un día que pase sin que mi vida esté en peligro?  Bufé molesta, ni siquiera lo pensé por mucho tiempo más y salí de la biblioteca corriendo en busca del rey, debía contarle antes que la bruja de la reina intentara deshacerse de mí.

   El palacio era gigantesco y yo ni siquiera sabía a dónde daban los pasillos, mucho menos en dónde podría estar él. Me perdí, ya llevaba horas caminando y estaba exhausta; me senté en el suelo del pasillo, no podía más. Parecía una tonta recostada a la pared y mirando el cielo, que se dejaba ver a través de las columnas, pero ya estaba harta ¿Por qué tenía que ser tan grande? Era un maldito laberinto.

   —¡Odio este palacio! —grité al aire frustrada a lo sumo y como si de una visión se tratase, noté como el rey descendía volando hasta poner sus pies sobre el muro de piedra.

   —¿Qué haces ahí tirada? —preguntó con una ceja arqueada. Sus ojos brillaban tan lindo como siempre y yo aún no me creía que estaba ahí parado— ¡Valeria! —me llamó al ver que no respondía.

    Yo me levanté— ¡Llevo horas buscándolo! —le reclamé yendo hasta él y pegándole en la pierna— ¿Dónde rayos estaba? —pregunté molesta y bajó del muro aún transformado  acercándose a mí. Me eché hacia atrás para marcar distancia porque su actitud me amedrentaba, pero llegué a la pared y se me hizo imposible seguir.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora