Capítulo VII

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   A la mañana siguiente comencé a despertar por el olor delicioso que desprendía el desayuno. Sin abrir los ojos moví mi mano buscándole a él, como si eso fuese un reflejo natural en mi ser, pero no estaba. Los abrí y me di cuenta de que estaba sola en la habitación, no había ni rastros del rey. Observé alrededor notando que sobre una mesa había varias frutas y manjares de todo tipo servidos, eso era lo que me había despertado. Me levanté y fui hasta ellos con ansias (Lo sé, él tiene razón, como demasiado)

   Tomé una de las frutas y miré por el lugar mientras le daba una mordida; sobre una silla me habían dejado un hermoso vestido, además de algunas joyas. No tardó mucho para que entrara una sirvienta por la puerta de la habitación llamando mi atención de sobre las cosas.

   —Buen día, jovencita, veo que ya despertó.

   —Buen día —respondí sonriendo— ¿Sabe dónde está el rey?

   —Salió temprano en la mañana a recibir a su suegro, me dejó órdenes de que la atendiese y le acompañase hasta el jardín con las demás damas, si es que usted así lo quiere.

   —Entiendo.

   —El baño estará listo en unos minutos —dijo atravesando la puerta que daba hasta el mismo.

   Una hora después estaba lista y decidí intentar salir de la habitación. Como me había dicho el rey, los guardias no impidieron mi salida y pude pasearme por el palacio. Estaba perdida, planeaba ir a la biblioteca pero no encontraba el camino. Normal, el palacio era gigante y yo no tenía sentido de la orientación en lugares nuevos.

   En mi caminar logré ver a lo lejos una figura conocida y sonreí, sentía que me había caído del cielo, ya estaba desesperada por dar tantas vueltas sin hallar rumbo.

   —¡Uriel! —le llamé corriendo hasta él, quien me miró como si estuviese viendo a un fantasma—. Disculpe le llame así, general —me excusé sofocada cuando llegué hasta él— ¿Me podría decir, dónde queda la biblioteca?

   —¿Estás viva aún?

   Ese comentario dolió pero no lo dejé ver— Sí, por muy poco, ayer casi me asesinan —dije rascándome la cabeza mientras sonreía apenada.

   —Eres una chica con suerte, entonces. La biblioteca queda siguiendo ese pasillo, girando a la derecha —me señaló el camino, yo le agradecí pero justo cuando iba a irme me sujetó.

   —¿Sucede algo?

   —Valeria, trata de no causarle problemas al rey, ¿entendido?

   —No se preocupe, general, no planeo salir de esa biblioteca a nada.

   Me dejó ir y caminé todo el pasillo que el general me había indicado, tal como me dijo, llegué a la biblioteca. Entré y nunca me había sentido tan a gusto, tomé mis libros y comencé a estudiar y leer.

   Estaba en el segundo nivel de la biblioteca (Les dije que era inmensa) buscando algún otro libro de medicina que sustentara o denegara una teoría sobre tratamiento de heridas profundas que vi en el que había estado estudiando. Siempre me tomaba mi estudio en serio, aún si no era algo que aplicaba diario, tal vez en algún punto de mi vida serviría, y no tenía más que hacer; además, así ejercitaba mi cerebro, no me gustaba tener la mente desocupada.

   Sentí que abrían la puerta llamando mi atención de sobre las páginas, por un instante creí que era el rey pero no fue así. Al lugar entraron la reina y otro hombre más que no conocía, rápidamente me escondí para que no me vieran.

   —Te he extrañado mucho, Cara —dijo él devorando su boca con vehemencia a la cual ella correspondía con la misma necesidad.

   Eso me hizo alzar las cejas impresionada. La verdad, el rey tiene un humor de los mil demonios y no lo soporto, pero no creí que le estuvieran poniendo el cuerno. Casi sentí lástima por él.

Dark AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora