26

27 5 0
                                    

―¡Se fue! ―musitó Jennifer al llegar al lado de Jaime.

El Seco dio un puñetazo a la camioneta detrás de la cual había estado la motoneta de la Bruja.

―¡Qué demonios! ¿Por qué se fue? ―dijo con furia.

―No lo sabemos.

La Bruja había dejado de entonar de pronto, ahogó un grito, se llevó las manos a la boca, recogió sus cosas y salió disparada al exterior. Cuando ellos reaccionaron, ya había salido de la iglesia e intentaba abrir el portón.

Y ahora ellos estaban desconcertados. Nadie tenía idea de lo que ocurría. Ni sabían qué hacer a continuación. ¿El hechizo había concluido o no?

―Mi tía no es así ―comentó Amanda a sus espaldas―. Algo debe haber ocurrido.

―¿Qué cosa? ―demandó Jaime.

―No lo sé.

―Sea lo que sea, hay que terminar con esto ―dijo José―. Terminemos como habíamos planeado y vámonos a casa. Es noche, estoy cansado y acabo de mutilarme... mierda, es cierto. Pues nos vamos a la Guarida y que allí nos atiendan las chicas.

―Dejemos toda esa mierda allí y vámonos a casa ―propuso Jaime, molesto.

―No sabemos lo que ocurrió..., podríamos echar a perder el ritual y todo el tiempo de planeación ―hizo ver Jennifer.

―¿Todavía crees en esa mierda? ―espetó Jaime.

Y Jennifer se dio cuenta de que no.

Sentía un hueco en alguna parte de su ser, un vacío inexplicable que la hacía sentir aturdida. Por un momento incluso se mareó y tuvo que sostenerse del hombro de Jaime para mantener el equilibrio.

«Hace rato estaba lleno», se dio cuenta. Pero ya no lo estaba. Sentía como si en ese hueco hubiera estado toda la convicción necesaria para realizar lo que estaban haciendo. «¿Y qué rayos es lo que estaba haciendo? —se preguntó—. ¿Un ritual para obtener vida eterna? ¡Qué carajos! Eso no ocurría ni en las películas. Pero la Voz era real —meditó—, y si ella lo era, también lo demás. ¿O no?»

―¿Se sienten diferentes? ―preguntó.

―Aturdido ―respondió Ojosrojos.

―Furioso ―añadió Jaime.

―Se supone que no tendríamos que sentirnos así ―dijo el Sapo.

―No sé lo que estábamos haciendo. ¿Por qué me mutilé el dedo? ¿Qué locura pasaba por mi cabeza? ―quiso saber Amanda.

La sobrina de la Bruja puso voz a las dudas de los demás. Tenían conciencia de todo lo que habían hecho, desde el sondeo que realizaron para elegir a su ancla hace un año, hasta el hechizo que se vio interrumpido abruptamente al salir pitando la Bruja. Lo que no entendían era: ¿Cómo se habían dejado embaucar para participar en un ritual que era a todas luces una quimera?

¿O no lo era?

―Terminemos con esto de una buena vez ―propuso el Sapo―. Somos los Cazadores, ¿no? Y los Cazadores no dejan evidencia. Hagamos lo que había que hacer, y después... después ya veremos. —Se encogió de hombros—. Después de todo, el cura y su corte no despertarán hasta mañana.

Al final, todos asintieron y regresaron al interior de la nave de la iglesia.

Mientras seguía al resto, Jennifer creyó escuchar una voz aguda que llamaba a alguien. Por absurdo que pareciera, le sonaba a la voz de su prima. Miró al Seco, que aún parecía molesto, miró a la niebla, donde no vio más que bruma. Se encogió de hombros y caminó tras los otros.

La voz ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora