CAPITULO 12.

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Me levanto de un salto y corro hacia el baño. ¡Joder, qué calentón en el cuerpo tengo! No llego a mi cometido porque me detengo en una pared. ¿Qué? ¿Desde cuándo hay una pared en mi baño? Confundida miro a los lados tratando de que la habitación cobre sentido. Eso nunca llega. Todo es masculino, muy masculino. ¿Dónde estoy? Un movimiento en la cama llama mi atención y me asusto. ¡No! Ava, ¿qué mierda hiciste?

¿Será que estoy soñando? Me pellizco la mejilla y siento dolor. El bulto en la cama se levanta y veo a Benjamín. Ahí mi mente empieza a recordar cómo si de una ráfaga de lluvia se tratara: Eleanor, pizza, cerveza, chupitos, otra vez chupitos y más chupitos. Benjamín. Risas. Nathan... ¡No! Nathan no. Todo menos Nathan.

Me miro el cuerpo y noto que toda mi ropa no está. Sólo tengo un camisón puesto. Busco por toda la habitación y veo en la mesa mi ropa perfectamente doblada. Corro hacia ella. Me quito el camisón y empiezo a colocarme mi jean, mi camisa y el suéter. Benjamín me observa en silencio. ¡Qué vergüenza! Busco mis zapatos pero no los veo por ningún lado. ¿Dónde están?

—¿Qué estás haciendo, Ava?—pregunta Benjamín con curiosidad.
—Necesito trabajar—contesto.
—¡Por amor a Dios, Ava! ¡Debes estar borracha aún!

Lo estoy. Todavía siendo el alcohol por todo mi cuerpo. Maldigo los chupitos. Me agacho y busco debajo de la cama.

—No hay nada que una ducha fría y una aspirina no solucione—digo.

¿Dónde están mis zapatos?

—No irás a trabajar—dice con autoridad.

¿Escuché bien? Aún agachada, levanto la cabeza y lo veo cómo si hubiese dicho lo más ilógico del mundo. Está con las sábanas a medio cuerpo con una camisa negra cubriéndole el pecho.

—Controlo mi empresa, Benjamín. Soy dueña de varios negocios, ¿cómo no voy a ir?
—No irás. Fin de la conversación.

Se levanta de la cama. Me doy cuenta que sólo tiene un bóxer adornando sus piernas. ¡Madre mía! ¡Qué culazo!

Entra en una puerta que está en el lado derecho. ¿Esa puerta siempre estuvo ahí? Ignorando mis pensamientos, lo sigo. Tengo que ir a trabajar. Necesito estar al tanto de todo. Y más que todo, necesito mantener mi mente ocupada, sin eso no soy nada. Siento cómo mi cabeza me empieza a pasar factura. ¡Joder!

Al entrar, noto que se trata del baño. Benjamín está cepillando sus dientes. Me mira por el espejo.

—No puedes decirme que hacer—recrimino, ceñuda.
—Tienes razón. No puedo. Pero de aquí no sales hasta que me digas qué coño te ha pasado anoche, Ava. ¿Crees qué me gustó verte en ése estado? ¡Casi ni te reconocía!

Bajo la cabeza, apenada. Sé que tiene razón, pero es un tema del cual no me apetece hablar ahora. Quiero concentrarme en otra cosa que no sean las imágenes de anoche. ¿Por qué se me ocurrió la estúpida idea de llamarlo? Una parte de mi dice que le debo una explicación a Benjamín pero la Ava desafiante, se opone completamente.

—¿Dónde están mis zapatos y mi bolso?
—Tu bolso está en la silla de la esquina de la habitación—contesta.

No vuelvo a preguntar por mis zapatos porque sé que es un intento de retenerme en su casa. Salgo del baño. Busco por toda la habitación y miro el pequeño bolso en la esquina. Me dirijo hacia el y saco mi teléfono del bolso. Son las 8:00A.M. Ya debería de estar en la oficina, en cambio, estoy aquí con Benjamín. Llamo a Elizabeth.

—Llegaré tarde, Elizabeth. Dile a Patrick que se encargue de todo. Estaré ahí pronto—comunico en cuanto contesta el teléfono.
—Entendido, señorita White. ¿Está todo en orden?—pregunta preocupada.
—Sí, Elizabeth. Todo está bien. Llámame si necesitas algo.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora