CAPITULO 5.

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Al ver las enormes letras negras de Boxing Gym casi corro hacia la entrada. Esto es lo que necesito para sentirme renovada. Unos cuántos golpes, y listo. ¡Satisfecha!

Hace mucho empecé en el mundo del boxeo y fue justo cuando me di cuenta que todo lo que hice por mi apariencia, no fue por mí, sino para la aceptación de los demás. Cuando miraba una película que traía escenas de peleas, me gustaba. Aunque lo que me resultó mucho más excitante fue la adrenalina que surgía en mí cuando veía a las personas pelear. Una de las tantas noches que pasaba en vela, me pregunté: ¿Qué me haría sentir plena? Y de tanto pensar, di en el clavo. La respuesta estuvo siempre frente a mi, y ahí fue cuando decidí practicar boxeo. La primera vez que lo intenté, mis golpes iban con timidez hacia el saco. Cuando le agarré el gusto, y me imaginé decenas de imágenes en mi cabeza, no pude parar. No sentía mis brazos. La fuerza y el poder que ejercía en esos momentos eran indescriptible. Hace cuatro años de esto.

Entro a la enorme estructura y el olor a cuero, oxidado y sudor me inunda. Observo rápidamente a dos personas en el ring. Unos cuantos saltando la cuerda, otro en las manoplas y bolsas de agua. Internamente salto de alegría cuando veo el saco de boxeo vacío. Me aferro con fuerza a mi bolso y con determinación acerco mis pies a mi objetivo. Me despojo de los guantes de frío y mi enorme abrigo. Dejo el bolso en el piso y saco de el los vendajes de las manos antes de calzarme los guantes. Al observarme en el espejo, me gusta lo que veo.

Después de salir del trabajo, fui a mi piso. Me cambié de ropa por las botas de boxeo, un short y un top. Así que en el espejo se deslumbra una buena imagen de mi cuerpo. ¡Me siento cómoda!

Sin objetar alguna otra cosa, me coloco en la posición básica para golpear la bolsa. Coloco mis piernas a la distancia de los hombros y mantengo el peso equilibrado entre ambos pies. La mayor parte del peso la concentro sobre el pie trasero. Coloco las manos a la altura de mi rostro y los codos firmes contra el cuerpo. Me preparo para lanzar el primer golpe con el brazo derecho.

Pum. Lo escucho. Lo siento.

Pum, pum. Doy dos golpes de forma efectiva y precisa.

Luego de esto, no siento nada más. Una vez que mis brazos se acostumbran a la facilidad de golpear el saco, no puedo detenerme. Eso me da una sensación de alivio inmediato. Imagino que el saco es una persona —varias— y con eso, crece mi enojo. Siento tanto lo que estoy haciendo que cada vez mis golpes se vuelven más rápidos y fuertes. Sin temor a que se rompan o que mañana el cuerpo amanezca adolorido. Doy con toda la rabia existente en mí. Sin dejar nada para después o el día siguiente. Para mí, en estos momentos, existe el ahora, y el ahora es todo lo que estoy dejando aquí. Mentalmente repito cada frase que hace que mi cabeza dé muchos giros, perdiéndome completamente en la imaginación.

Siento el temor apoderarse de mí, pero no hago nada para acabar con eso. El punto de quiebre fueron los enormes ojos de Benjamín y sus palabras: "Me interesa saber de usted, Ava. Me resulta una mujer interesante"

No, no, no. Doy más fuerte al saco. No puede saber de mí, absolutamente nada. ¿A quién le gustaría cargar con un peso que ni yo misma puedo sobrellevar? El miedo, la desesperación y la tristeza, crece en mi interior y terminan cuándo de una sola patada, hago caer el saco de cemento.

No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así. Diferente. En todo el sentido de la palabra. Hay algo en mi interior que no puede callarse. Necesita salir, pero la pregunta radica en cómo. La mayor parte de mi vida he vivido escondida. Así siempre lo deseé. Me siento segura y respaldada de esa forma, y ahora, cada parte ha cambiado. No paro de preguntarme cómo sería todo si la llegada de Benjamín no hubiese alterado cada espacio de mi ser. Hace que quiera cuestionarme todo, y yo dejé de ser así hace mucho.

Anhelo perderme un instante para no sentir esta nueva sensación en mi interior. Me recuerdo a mi misma todo lo que he hecho durante todo estos años para recobrar la postura que hoy día puedo representar. ¿Por qué ése hombre quiere conocerme? ¿Qué he hecho yo para darle ése atributo?

Hay partes en mi interior que no desean salir. Quiero mantenerlo así.

Me doy cuenta que mi respiración se ha incrementado de tal manera que parece cómo si he corrido diez calles. Trato de calmarme un poco. Cojo el saco de boxeo. Con la fuerza que aún tengo lo vuelvo a su sitio. Tomo mi abrigo y guantes, colocándomelos. Agarro mi bolsa y salgo del gimnasio.

Al estar sentada en mi auto, puedo darme cuenta que estoy un poco más liviana. Aún así, la incertidumbre todavía está en mí. Suspiro y conecto mi teléfono al reproductor y pongo la música que callará un poco mis penas: Sex on fireJamie Archer. Bajo las ventanas y enciendo mi auto perdiéndome por Oxford Street.

La brisa bandolea mi larga cabellera de un lado a otro. Los autos a mi alrededor pitan y las personas caminando por las esquinas me hacen pensar en la fragilidad del ser humano por querer conservar sus deseos. Admito que estoy en un punto un poco confuso. No entiendo lo que está pasando, puesto que hace poco tenía el dominio total de mi vida. Necesito encontrar una solución rápida.

Cuando el segundo estribillo se avecina, no puedo evitar cantar a todo pulmón para borrar cualquier tipo de pensamiento. ¡Síiii!

You
Your sex is on fire
Consumed
With what's to transpire
Hot as a fever
Rattle of bones
I could just taste it
Taste it
But it's not forever, but it's just tonight
Oh we're still the greatest
The greatest
The greatest.

Oportunamente, sé qué hacer mañana. No voy a dejar que Benjamín me haga sentir cómo una adolescente. He pasado oculta entre las tinieblas desde hace mucho, y es difícil contemplar las luces que se avecinan.

Canto más fuerte al darme cuenta que soy la única que tiene poder sobre mí y más nadie. ¡Y mañana se lo voy a demostrar!

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora