CAPITULO 56.

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He dejado que una parte de mí se vaya con Benjamín. No puedo parar de preguntarme si estoy haciendo lo correcto. Alejarme de él no es tan fácil cómo pensé. Quiero decir... es el primer hombre por el cual siento la necesidad de necesitarlo. Nunca me había pasado antes. Ni con Nathan. Todo se ha vuelto más potente desde que él llegó a mi vida. Los miedos, las dudas y las inseguridades con respecto a mi futuro con un hombre, volvieron. Y más cuando me obligué a no pensar en alguien más que no fuese en mí o en las personas que considero indispensables.

Estoy aquí, a su lado, mirándolo por última vez. No recordaba el dolor que se sentía cuando dejas ir a alguien. Éste hombre se ha metido en mi piel.., en mi alma. ¿Me recuperaré? Cuando Benjamín me hizo el amor anoche, me sentí viva, completa, cómo nunca en mi vida. Sin embargo, al caer mis párpados, la tristeza abundó mi cuerpo. Estoy a punto de perderlo, y no tengo duda en hacerlo.

Deseo a Benjamín, a éste caballero, a esos ojos oscuros, pero me deseo más a mí. Después de lo que hizo anoche, no puedo dejarlo pasar tan fácil. La besó. Y aunque no lo considere un engaño, me hirió. Me mintió. Benjamín puede jactarse la boca de decir que no fue así, pero las acciones valen más que palabras. No puede justificar su comportamiento por el simple hecho de que Tabatha sabe cosas de él y quería despedirse. Es un hombre – o eso pensaba yo –, ¿dejará que otra persona tome el control de su vida?

No pegué un ojo en todo la noche. Estoy devastada. Todo lo ocurrido en la gala, me preocupa. Más con Benjamín. Marcus seguirá siendo un problema hasta el día que muera, pero es un dolor más que recuperado. Siento es aversión y desprecio. En cambio, Benjamín, es alguien nuevo. Me duele completamente.

No puedo seguir viéndolo. Me levanto de la cama, colocándome el chándal y la camisa. Cómo si sintiera mi movimiento, Benjamín se levanta alarmado. Lo miro. Tiene ojeras debajo de sus ojos y el ceño fruncido me avisa que está preocupado. Niego con la cabeza, yéndome de la habitación. Es hora de largarse.

Voy directamente a la cocina. Pongo la cafetera en marcha. Mi teléfono está sin batería en el mesón. Estuvo sonando toda la noche. Lo pongo a cargar y saco una tasa. Vierto el café, echándole azúcar. Doy la vuelta para sentarme en el mesón y veo a Benjamín recargado en la encimera, vestido.

Sus ojos están apagados y los hombros caen sobre sí mismo, derrotado.

—¿No hablaremos?—pregunta en un susurro.

Me siento en el otro extremo y sorbo un trago.

—Ya hablamos—recuerdo con énfasis.
—Así no, Ava. Estamos más calmados hoy. Hablemos, por favor...—ruega, metiéndose las manos dentro del Ulster.

Niego con la cabeza. Mirarlo me recuerda la sonrisa de petulante de Tabatha.

—No estoy para competir, Benjamín. Tú amiga tenía un punto y lo demostró. Ha ganado— reconozco, ceñuda.

Benjamín resopla, acercándose a mí. Voy a alejarme pero me toma con fuerza del brazo. No me hace daño, sólo busca mantener en el taburete. Me mira con esos enorme luceros inquietantes. Trata de meterse en mi cabeza.

Baja la vista, mordiéndose el labio. Lo miro abrumada. Es mucho para mí.

—No quiero perderte—murmura.

Esas simples palabras hacen que una lágrima corra por mi mejilla. He estado aguantando las ganas de sollozar desde que me levanté. No quiero que me vea así. Lloré ayer delante de Patrick, Marcus y Benjamín, no puedo permitirlo de nuevo. Me rompe el corazón alejarme de éste hombre. Siento un dolor fuerte en mi estómago y en mi pecho, casi cómo si me faltara la respiración. Es horrible y no quiero sentirlo más.

Dejo la tasa a un lado, limpiándome la lágrima rápidamente.

—¿Cómo puedes perder algo que en realidad nunca tuviste?—pregunto con todo el dolor de mi alma.

Mi ex caballero suelta un jadeo, alzando la cabeza. Niega rápidamente. Busca abrazarme pero yo me alejo. No quiero. No quiero tenerlo cerca. Ejerce fuerza para tomarme entre sus brazos y yo pataleo y muevo mis brazos. ¡No! Cómo puedo me retiro del taburete. Salto. Me mira con tristeza. No sabe qué hacer.

—No digas eso, Ava. Podemos arreglarlo, confío en que podemos—garantiza con la voz ronca.
—¿Es sobre los tatuajes?—pregunto.

Mira a todos lados nervios. Abre la boca y después la cierra. Así que eso es lo que esconde Benjamín y Tabatha lo sabe.

—Es más que eso—contesta, ceñudo.
—¿Te quitarás la camisa y me explicarás lo qué significan?
—No puedo hacer eso, Ava, es... es complicado.

Muevo mi cabeza de un lado a otro, queriendo eliminar todo rastro de pensamientos. No podemos arreglar nada, entonces. Confíe en él, y es difícil que vuelta a recuperar eso. Doy la vuelta, saliendo de la cocina. Me sigue corriendo. Me dirijo a la puerta y la abro. Coloco mi cuerpo a un lado para darle espacio.

—Vete, Benjamín—ordeno, señalando hacia afuera.

No miro. Mantengo mi vista fija en el suelo. No quiero ver esa mirada alicaída.

Escucho una maldición y cómo empieza a caminar hacia mí. Al llegar a mi lado busca abrazarme de nuevo pero me retiro. No puedo ver su cara, pero sé que le ha dolido.

—Sé que lo qué hice estuvo mal. Pero espero que creas cuando te digo que no tuve nada con ella, no desde que estás tú. Sé qué necesitas...
—¡Largo!—vocifero, cortando cualquier rastro de explicación.

Benjamín no tiene idea de lo que necesito. Sin decir nada más, sale por la puerta. La cierro de un portazo. Me recargo en ella y empiezo a sollozar, resbalando hasta el piso. Qué dolor siento en mi corazón. No había sentido tanto. Nunca. ¡Madre mía! ¡Nunca había sentido!

Jadeos, hipos, y sonoros quejidos salen de mi garganta. Estoy muerta. Siento cómo si me hubiesen arrancado una parte. Sólo, y sólo en ése momento, pregunto: ¿siento tanto porque me enamoré de Benjamín?

FIN.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora