CAPITULO 40.

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Al salir del trabajo, lo hago con el alma por el suelo. Veo a Paúl esperándome y decido ignorarlo. No estoy de ánimos. Necesito estar sola, sin nada que me recuerde a Benjamín. Sólo pido que lo entienda.

—¡Señorita White!—grita Paúl, cuando paso por su lado.

Me detengo en medio de la acera. Se acerca un taxi, así que saco el dedo.

—¡Señorita!—grita, de nuevo.

Volteo y se está acercando a grandes zancadas. Doy gracias cuando el taxi se detiene frente a mí. Abro la puerta, introduciéndome en el rápidamente.

—Arranque—ordeno, tocándole el hombro.

Giro mi cabeza y observo a Paúl en el pavimento, mirando el auto con el ceño fruncido hecho toda una furia. Niega con la cabeza, sacando su teléfono de la chaqueta. Velozmente, abro mi cartera para sacar mi móvil y apagarlo. No quiero hablar con nadie.

Llego a mi edificio. Pago y bajo. Entro al aparcadero. Ni siquiera me molesto en subir a mi piso. Saco las llaves de mi cartera y subo a mi auto. Lo enciendo, dejando todo atrás.

Trato de no pensar demasiado mientras conduzco a mi destino. Deseo sentir la brisa golpeando mi pelo y cara. Creo firmemente en el tiempo a solas para meditar antes de enfrentarse a cualquier situación. No pensaba tomar mi auto y salir por las calles. Al contrario, quería estar en casa y pensar sobre anoche. Levantarme por la mañana y empezar el día. Pero claro, Benjamín tuvo que irrumpir en mi despacho. Sé que lo hizo de buena manera, quería traerme el desayuno y eso es algo que agradezco, aunque después de eso, no probé ni un bocado.

Benjamín es posesivo y dominante. Una cualidad que puede gustarme hasta cierto punto. Pasé mucho tiempo tratando de buscar alguien diferente a mí en todo el sentido de la palabra. Una persona que pudiese calmarme con autoridad cuando el mundo cayera sobre mí, que quisiera llevar las riendas de su vida y tenga dominio con lo que sale de su boca. Un hombre. Alguien que sepa que quiere y cómo lo quiere. A pesar de que tengo ciertas características de controlar todo a mi alrededor, quiero a alguien que pueda controlarme a mí, pero en el sentido más pulcro. Pienso demasiado las cosas, me esfuerzo mucho por querer complacer, así que alguien que pueda detener ése aspecto de mi personalidad, sería la intensidad de lo que necesito.

No en el sentido de pertenencia, porque considero que soy mía. Siempre voy a ser fiel a mí. Hay muchos aspectos en mi vida que todavía necesitan remodelación. Si aún, no puedo controlar todo aquello que me ha perseguido desde hace mucho, sería casi imposible mantener una relación normal con una persona.

Diviso un lugar que llama mi atención a unos metros de distancia. Aparco. Es una especie de parque. Está solitario. No sé cuánto he recorrido. Sin embargo, estoy lejos. Salgo del auto y me siento en la grama. Voy inclinándome hacia atrás hasta que caigo sobre el pasto. Suspiro mientras veo el cielo lleno de estrellas. La noche ha caído rápido...

Las personas pueden mantener los secretos más ocultos y perversos si es lo que desean. Dudo que el mundo esté preparado para indagar en la mente humana. Los fetiches, las morbosidades que pueden tenerse dentro de sí, asustan. Más cuando eres sólo una niña. Nunca voy a comprender el por qué las personas actúan de algunas maneras. ¿Cuál es el placer de lastimar a alguien? Siento que todo está basado en una leve estimulación causado por el placer de concebir un acto indebido, y cuando no está bien visto al ojo humano, es más potente.

Quisiera decir que los hombres son los causantes de todo, pero sería una mentira. Las mujeres también suelen tener una mente pervertida. Es curioso cómo todo se vuelve relevante en segundos. Me costó tanto tiempo, tanto trabajo llegar a una conclusión: el humano lastima porque en el fondo se siente lastimado. Necesita encontrar una manera de desahogarse. ¿Y qué mejor que hacerlo con la misma raza? La excitación que se produce luego de realizar un cometido va más allá de mi conocimiento.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora