CAPITULO 3.

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Todavía me encuentro en un estado de ensoñación. No puedo entender cómo dejé que todo eso pasara. ¿Bajar la mirada? ¿De cuándo acá, Ava? Me pregunto mentalmente. Con un suspiro siento cómo la presión en mi cuerpo va bajando, y lo agradezco. Seré socia del hotel Bellanova junto con el exitoso dueño de veinte hoteles. ¿Puede mi mundo cambiar más rápido? No simplemente tengo que ocuparme de las reacciones que ése hombre causa en mí, sino de cómo manejaré mi empresa de ahora en adelante.

Benjamín dio a entender que no le importaría firmar un acuerdo de confidencialidad, y, aunque quiera gritar de la emoción por ése aire de esperanza, no lo haré. Supongo que necesitaba un pequeño empujón para salir de mi zona de confort.

Miro el reloj en mi computadora y marcan las 4:30P.M ¿De verdad la reunión duró tanto? Me dispongo a llamar a Elizabeth por el teléfono. Le doy los detalles de la reunión y lo que necesita hacer. Por último, informo que tomaré formalmente el puesto que siempre me ha correspondido. Se escucha sorprendida, pero no dice nada, y no debería.

El resto de la tarde se pasa en llamadas y correos electrónicos. A las 6:00P.M. Mis tripas suenan, recordándome que sólo tengo en mi estómago un sándwich y café. Cierro la computadora, recojo mis pertenencias y salgo de la oficina. Al estar afuera, noto que todos se han ido. ¡Bien! Camino hacia el ascensor, dirigiéndome al estacionamiento. Mi Chevrolet 2020 color blanco está esperándome en una esquina. Dejo mi cartera y mi teléfono en el asiento del copiloto y sin más me dirijo a Oxford Street.

Menudo día. El más largo que he tenido durante todo éste tiempo, así que trato de no pensar en lo que se avecina mañana. Quiero tener un momento para mí. Me detengo en un semáforo. Aprovecho para tomar mi teléfono y conectarlo al Bluetooth. Busco la canción que quiero, y la hermosa voz de Janet Devlin cantando Your song, inunda el auto. Subo al máximo volumen y empiezo a canturrear hasta que el semáforo se pone en verde.

I'ts a little bit funny, this feeling inside
I'm not one of those who can easily hide
I don't have much money, but boy, if i did
I'd buy a big house where we both could live
If i was a sculptor, but then again, no
Or a man who makes potions in a traveling show
Oh, i know it's not much, but it's the best i can do
My gift is my song and this one's for you.

¡Qué canción más hermosa! Recuerdo a esa tímida niña en la tarima y mi corazón se hincha. Canto con más ganas.

And you can tell everybody this is your song
I't may be quite simple but now that's it's done
I hope you don't mind
I hope you don't mind
That i put down in words
How wonderfull life is while you're in the world.

En segundos, me encuentro en el aparcamiento del edificio dónde vivo en Westminster. Desconecto mi teléfono y salgo hacia el elevador. Al entrar a mi piso, el olor a lavanda inunda mis fosas nasales.

Siempre estaré agradecida por haber comprado éste apartamento. Todo es porcelana e iluminación, y las grandísimas ventanas que lo rodean pueden confirmarlo. No pude evitarlo. Me enamoré de el en cuánto lo vi. Vivo sola y es una sensación de alivio que todos los días me sorprende.

Me dirijo a la cocina para hacerme un té y algo de comer. ¡Muero de hambre! Monto la tetera y saco el pan para hacerme un sándwich de jamón y queso ya que no me apetece ser chef el día de hoy. Como en silencio mientras escucho el leve sonido del agua haciendo su trabajo.

Tomar la soledad cómo una vieja amiga es algo de lo que nunca podré arrepentirme. Me conocí a fondo. Más de lo que alguna vez lo hubiese hecho. Es un proceso por el cual tuve que pasar sí o sí. Tenía que tener mis metas claras y sabía que con la participación de otra persona en mi vida, no lo haría. No tengo una persona de servicio, aunque es una idea que me gustaría tentar. Cuando se trata de mi vida personal, no me gusta que nadie lleve las riendas, así de una comida se trate. Soy un poco maniática con respecto a eso, pero, ¿qué puedo hacer? Me siento cómoda de esa forma.

El ruido de la tetera empieza a sonar así que cojo una tasa y vierto el agua caliente con un té de manzanilla. Tomo mi teléfono de la encimera, encaminándome a mi habitación. Pongo todo encima de la mesa de noche que está al lado de la cama. Voy al baño. Me despojo de toda la ropa, tirándola en el cesto. Entro a la ducha.

Al salir, me miro en el espejo la nariz, los ojos, el cuello, el pelo y el cuerpo. Soy de contextura delgada y tez blanca, pero tengo un buen busto que compensa lo demás. Ni hablar de mis piernas. ¡Tengo unas piernazas de infarto! Mi pelo es negro. Me llega hasta la cadera. Sin embargo, si tuviese que elegir lo que más me gusta, diría que son mis ojos. No son especiales, son marrones, pero mi mirada, incluso a mi, intriga.

Soy guapa.

Una sonrisa irónica brota de mis labios cuando recuerdo que hace mucho no pensaba lo mismo. El camino para llegar a mirarme en el espejo y que me gustara lo que estaba delante de mí, fue difícil. Venga, Ava, ¿difícil? ¡Horroroso!

En esos momentos no entendía el por qué me resentía tanto sobre mi apariencia. El espejo se volvió mi peor enemigo, pero no podía dejar de verlo. Recuerdo perfectamente que todo me disgustaba. Quería arrancarme los brazos y adelgazarlos lo más que pudiera. Mis nalgas las quería grandes y voluptuosas. Mi cara, quería que mi cara fuera perfecta. Una sonrisa brillante. Unos pómulos perfectamente marcados, y unos ojazos de color azul. Toda una barbie. A las personas no les gustaba mi apariencia, siempre tenían algo que objetar: el pelo, la postura. Incluso el te falta esto, te falta lo otro. ¡Era un cuchicheo! Así que hice lo más sano para mi salud mental: dejé de comer y me inscribí en un gimnasio. Bebí agua hasta decir basta —iba más al baño que mujer embarazada—. Todo eso, funcionó. Ya no era la mujer sin cuerpo de las que todos hablaban. ¡Era todo un bombonazo!

Me sentía bien. Tenía la atención de todos. No obstante, una parte de mí, se sentía incompleta. ¿Qué era? Se suponía que tenía todo lo que una vez quise: la aceptación. Una noche comprendí que nunca se trató de mí, sino de los demás. Las mismas personas hicieron que yo me odiara y a la vez, les diera lo que ellos buscaban en un principio: un estereotipo de persona que pudiesen catalogar cómo la mujer idónea. Los mandé a la mierda. Me propuse una tarea. Todos los días al levantarme y antes de irme a dormir, observaba mi silueta en el espejo y recalcaba: eres hermosa. Me lo repetí tanto por un año completo hasta que lo creí. Cada mes era diferente. Sentía la enorme necesidad de verme espléndida porque mi cerebro había captado la idea. Fue una transición complicada. La sociedad te arruina. Aceptar las críticas de un tipo de persona que no influye sobre ti ningún efecto, sino la aceptación de lo que nunca serán, es tedioso. Con los años, me amé. Y hoy por hoy, nunca nadie me hará sentir mínima por el físico.

—¡Soy hermosa!—exclamo con emoción.

Con una sonrisa, cepillo mis dientes. Me coloco crema y aceite de coco en mi parte íntima. Adoro el olor a coco en mi entrepierna. Al terminar, me dirijo a la otra puerta que está en el extremo de mi baño; mi enorme y presentable vestuario. Dejo la toalla a un lado, para colocarme mis bragas, unas medias y mi bata de satén. Voy a mi habitación.

Me meto en la cama y empiezo a tomar mi té. Está frío. No me desagrada. Cojo mi teléfono y miro la hora, 8:00P.M. El dolor de cabeza sigue ahí, aunque trato de ignorarlo. No me gustan las pastillas, así que opto por hacer caso omiso. Mi mente empieza a divagar mientras tomo todo el contenido, y llega a un lugar, unos ojos, en realidad; negros y oscuros.

Ése hombre es interesante. Irradia un aura un tanto diferente a la que estoy acostumbrada. Me asusta. Muevo mi cabeza de un lado a otro tratando de rechazar todo tipo de pensamiento más allá del profesional. Mi noche se basa en contestar correos electrónicos y hacer numerosas llamadas.

A la 1:00A.M. Es que puedo dormir, cayendo en un profundo sueño, pensando en unas enormes cuencas vacías.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora