CAPITULO 19.

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Un Benjamín totalmente inexpresivo está en la encimera escuchando atentamente a mi madre hablar. En ése momento, sé qué mi mamá ha dado lengua, y de la bien larga. Lo único que puedo hacer, es darme apoyo en el hombre que me sostiene fuertemente.

Mi madre nos mira con una sonrisa cuando mi padre y yo entramos.

—¡Estaba a punto de salir a buscarlos! El almuerzo ya está listo—informa, dándose la vuelta para buscar los platos.

Me suelto del brazo de mi papá y lo llevo con Benjamín. Éste se levanta. Rápidamente cambia su expresión a una de amabilidad. Vaya...

—Él es Benjamín Black, papá.

Mi papá asiente, dándole la mano. Benjamín la acepta con gusto.

—Es un placer conocerlo, señor White—dice Benjamín.
—Llámame Jhon.
—Tienen una hermosa casa, Jhon—comenta Benjamín mirando a todos lados, excepto a mí.

Eso me dolió. Me alejo para ayudar a mi madre. No quiero ser partícipe de su indiferencia.

—Muchas gracias, Benjamín. Pero no nos des todo el mérito. Todo ha sido obra de Ava—explica mi padre, sentándose.
—¿De verdad?—pregunta Benjamín fingiendo sorpresa.

Doy gracias por ser la única que se da cuenta.

—Bueno, estaba en todo su derecho—dice mi mamá, uniéndose a la conversación.

Doy la vuelta. No me interesa ver sus caras. Ayudo a mi mamá a servir el arroz en los platos.

—Sabes que no es así, Isabella—interviene mi padre.

Mi mamá suelta un bufido y se da la vuelta. Me quedo mirando los platos. No voltees, Ava.

—Nosotros la criamos. Ahora está en todo su derecho de cuidarnos a nosotros—dice con seguridad.

Trato de calmarme y no decir nada. Quisiera quitarle la lengua a mi padre por haber dicho lo de la casa, aunque sé que lo hizo con buena intención. Cojo el bol que está a mi lado y sirvo una ensalada. Huele a limón y piña.

—Tengo 30 años contigo, Isabella. No te hice cambiar de opinión en 27 años, dudo que lo haga en dos minutos—replica con cansancio y un deje de diversión.
—De cualquier forma, es una bonita casa—admite Benjamín, que se había quedado en silencio mientras mis padres discutían.
—Gracias, Benjamín. Muy amable de tu parte—agradece mi madre.

Isabella se gira y empieza a servir un pollo con una salsa negra, qué tampoco sé qué es, pero tiene buena pinta. Cojo de dos en dos los platos y los llevo a la mesa. Coloco vasos y una jarra de agua. Tomó asiento en una esquina, lejos de mi mamá y lejos de Benjamín. Cualquier cosa que mi madre le haya dicho, sé que no fue buena.

El almuerzo transcurre de una forma pacífica, más de lo que esperaba. Gracias a mi madre, me enteré que Benjamín no es hijo único, sino que tiene una hermana.

Comí en silencio, porque no tenía nada que decir. Estaba muy preocupada pensando en lo qué le dijo mi madre a Benjamín que no les presté demasiada atención.

—Benjamín me comentó que no toma mucho, Ava. Sólo bebe cuando la situación lo requiere, porque cómo está en el mundo de los hoteles, ¡ya sabes! Le dije que me gustaba mucho eso. No tolero el alcohol para nada. Tuve suficiente contigo—interrumpe mi mamá mis pensamientos.

La respuesta a mis preguntas son escuchadas. La última porción de comida queda suspendida en el aire. ¿Acabo de escuchar bien? Levanto la vista y observo a mi mamá. Está muy tranquila mientras se termina la comida. Mi papá me mira inexpresivo y Benjamín sólo tiene la cabeza gacha en el plato.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora