CAPITULO 25.

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Esperaba cualquier otra cosa menos lo que mis ojos están viendo en éste momento. Un hombre maduro, de unos 40 años aproximadamente. Vestido con un traje formal, un suéter que le llega a la rodilla y guantes. Su pelo es gris; largo y sedoso. Tiene una barba desde las patillas hasta su boca del mismo color que su cabellera. Sus facciones son marcadas y tiene unos ojos azules impresionantes. Joder, ¿ése es Harry?

Me levanto de mi asiento en espera de su llegada. Camina lentamente hacia mi escritorio, situándose al frente de éste.

—Un placer conocerla al fin, señorita White—dice con voz gutural.

No pasa por descuido cómo sus ojos me examinan de arriba abajo. No le doy importancia. A pesar de que es un hombre guapísimo, no es quién me gusta. Su tono de voz tiene un aire que va más allá de lo cordial, y algo dentro de mí se pone en alerta. Peligro, Ava, pienso.

Le tiendo mi mano y la estrecha con gusto. Asiento y señalo la silla.

—Tome asiento, señor Williams.

Se acomoda las solapas de su traje y se sienta con demasiado calma. Vuelvo a mi puesto.

—Sin duda no era lo que esperaba cuando entré por esa puerta.
—Y, exactamente, señor Williams, ¿qué era lo que esperaba?—inquiero, levantando una ceja.
—Algo diferente.
—¿Diferente?—repito.

Harry cruza una pierna por encima de la otra y se pasa la lengua por el labio superior. Frunzo el ceño. ¿Qué está tratando de hacer? No me gusta éste hombre.

—Sí. Esperé encontrarme a una mujer con un vestido, para ser sincero—dice, encogiéndose de hombros.
—¿Qué tiene que ver un vestido aquí?
—Los aires de niña consentida nunca pasan desapercibidos, Ava—contesta.

Suelto una pequeña risa. ¿Ava? No recuerdo haberle dicho en ningún momento que me pudiera tutear. Mi enojo con Benjamín más lo intenso de Harry hacen que dentro de mí crezca una sensación muy adecuada para el momento.

Mi espalda se va hacia atrás y lo miro directamente a los ojos.

—Si hubiese querido una reunión de niños, créame que hubiese aceptado muchas de ellas, señor Williams. Mi tiempo es valioso, y estoy segura que el de usted también. Valoro una reunión cuando la otra persona me ofrece respeto, del resto, son cómo otros—comento.

Le ofrezco una sonrisa reservada sólo para los hombres petulantes. Se toma un momento para sopesar mis palabras y asiente con disimulo. Puedo ver que no está nada intimidado por mi presencia. Me parece bien. Los desafíos me gustan.

Harry sonríe un poco y sé que no se ha dado por vencido.

—Me gusta que sea directa.
—Me gusta dejar los puntos claros cuándo me cruzo con personas cómo usted—explico con sarcasmo.

Suelta una carcajada y se muerde el labio. Su mano se dirige a su mentón, dándole un leve masaje a su quijada.

—¿Y cómo son las personas como yo?—pregunta.
—Extasiados de poder. Tanto que son dominados por ello.

Se hace un silencio en la sala pero no deja de sonreír. Me encojo de hombros. Pase parte de mi vida lidiando con personas así y esta vez no será diferente.

—No todos son así, señorita White—replica un tanto molesto.
—Es lo que me has demostrado desde que entraste a mi despacho. Nunca te pedí que me tutearas, pero tomaste la molestia de hacerlo. Te sientas ahí con ése aire de prepotencia, que estoy segura que te lo han hecho saber mucho, esperando que caiga rendida a tus pies—expreso y me inclino en mi escritorio—. Entonces, ¿estás tratando de venderme algo o estás vendiéndote a ti mismo?

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora