CAPITULO 47.

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Unos besos recorren todo mi cuello y cara. Mmm. Ronroneo. Ése olor. Ése cuerpo. Benjamín. Benjamín.

Abro los ojos y lo primero que adapta mi vista, es a mi moreno sonriéndome con ternura. Está recién levantado y duchado. Su traje negro ocupa totalmente su cuerpo y yo no dejo de pensar en lo guapo que se ve. Es todo un Dios. Esos ojos negros jamás dejarán de impresionarme. Es mi vista preferida.

—¿Estás bien? Me he levantado en la mañana y no estabas a mi lado—dice con preocupación.

Hago edén para levantarme. Benjamín se coloca de pie rápidamente para ayudarme.

—Todo está bien. Me levanté en la madrugada con un hambre atroz. Me quedé dormida—explico restándole importancia, mientras señalo el plato vacío en la mesa.

Esa respuesta parece gustarle porque se acerca, dándome un beso en la frente. Cierro los ojos ante la acción. ¡Es todo un mono!

—Ve a ducharte. Son las 7:00A.M. Te espero en la cocina—dice mientras se aleja hacia la otra instancia.

¡Comida! ¡Sí! Mi ánimo mejora. Estoy totalmente renovada. Joder. ¿Hace cuánto no dormía tanto? Debería de hacerlo más seguido, uno se levanta con las pilas elevadas. Contenta por mi estado de ánimo, voy a la habitación de mi caballero, directamente al baño. Me despojo de la ropa. Abro la ducha y la equilibro.

Aprovecho la oportunidad para cepillarme rápidamente. Al ver un poco de humo, me introduzco en el agua, enjabonándome el cuerpo y el cabello. En minutos estoy lista. El agua me ayuda mucho. Me siento más repotenciada. Me seco completamente de los pies a la cabeza, para luego bañarme en crema y perfume en mis lugares favoritos. Busco con la vista la maleta con mi ropa pero no la veo por ningún lado. Frunzo el ceño.

¿Dónde está? Salgo a la habitación y miro a todas partes pero no la encuentro. Voy a la otra puerta, al vestuario de Benjamín. Nunca había entrado. Suelto un jadeo al darme cuenta de lo grande que es y espacioso. Miles y miles de trajes negros por todos lados, incluso los zapatos. Varias repertorios que imagino es dónde guarda sus bóxeres y medias. Todo es masculino y... sensual, peligroso. Sin duda alguna, lo representa. Mi vista se va hacia un pequeño compartimento al final del pasillo. Llama la atención porque es un poco colorido.

Curiosa y desnuda me acerco a él. Mi boca se abre en una "o" perfecta cuando veo que se trata de mi ropa. ¡Madre mía! Es que ha hecho un lugar en su vestuario para mí. Joder. ¿Eso no es muy apresurado? Además, ¿que significa? ¡Mierda! Estar tanto tiempo a solas no me ha enseñado nada.

Con el corazón a mil, abro uno de los cajones que está ahí y miro mis medias y ropa íntima. Saco una braga y sostén a juego y me las pongo. Son blancas y con pequeños detalles al borde. Tomo un traje formal gris de tubo y me visto. Tomo unos tacones blancos y me los calzo rápidamente. Necesito salir de aquí. Ver todo esto, causa ansiedad en mí. Voy a la habitación y trato de ignorar lo que pasó.

Busco mis lentes en la mesa de noche y me los pongo. Voy al baño para hacerme una coleta perfectamente alta. A pesar de todo, me veo bien. ¡Jefa rompe huevos!

Salgo y tomo mi bolso y mi teléfono. Hago rápidamente la cama de Benjamín para luego retirarme de su habitación. Me encamino a la cocina y el olor a huevo frito me abre el apetito. ¡Tengo hambre!

Brenda está inclinada en la encimera colocando dos platos al frente. Benjamín sostiene en una mano su teléfono y en la otra una tasa de café. La morena al verme entrar, sonríe con cariño.

—Buenos días, señorita—saluda, señalándome el taburete.
—Buenos días, Brenda—contesto, tomando asiento.

¡Se ve buenísimo! Huevo frito con pan tostado y una porción de aguacate. Alzo la vista y miro a Benjamín observándome con diversión. Deja el teléfono a un lado y se lleva la tasa a la boca.
Alejo mi vista para centrar mi atención en Brenda, estoy a punto de pedirle café cuando veo que trae una tasa. Le agradezco con una enorme sonrisa. Me sorprendo cuando lo llevo a mi boca y tiene azúcar. Brenda se limpia las manos con el mantel y sale de la cocina guiñándome un ojo. ¡Qué mona!

—Veo que has encontrado tu ropa—señala Benjamín. 

Dejo la tasa a un lado y como un poco.

—No fue tan difícil—respondo indiferente.
—¿En serio?—replica con sarcasmo.

¿Hablaremos de eso? No es algo que me apetece hacer. Una de las razones por las que no quiero hacerlo es porque por primera vez, no tengo ni la menor idea de que decir.

Levanto la vista y dejo el tenedor a un lado. Benjamín no ha tocado su desayuno y está mirándome con curiosidad mientras se muerde el labio. Está tratando de averiguar en que estoy pensando. Bueno, ésta vez la tiene difícil porque no pienso en nada.

—Come. Se te va a enfriar—ordeno con un movimiento de mentón, señalando su comida.
—No cambies de tema, Ava—regaña, frunciendo el ceño.

Me encojo de hombros. ¿Qué quiere que diga? Dejo de mirarlo. Concentro mis energías en terminar de comerme todo lo que está en el plato. Benjamín resopla. Derrotado, empieza a devorar su comida hasta terminarla.

Enderezo mi espalda en el taburete y cojo mi café. Sorbo con calma porque está un poco frío.

—¿Por qué lo hiciste?—pregunto, mirándolo por encima de la tasa.

Benjamín se cruza de brazos y también de piernas. Frunce el ceño, mirándome por un largo rato. Me intimido un poco y dejo la tasa en la mesa. ¿Qué hace? No lo entiendo. A los segundos suelta un largo resoplido y se levanta. Tiende su mano y yo acepto confundida. Tomo mi bolso y ambos salimos de la cocina para dirigirnos a la puerta. No veo a Brenda por ningún lado. Mi caballero abre y salimos, cerrando detrás de sí. Vamos directamente al ascensor.

Una vez adentro, suelto su mano, inquieta. Benjamín volteando los ojos. Se mete las manos dentro del bolsillo del suéter. Saca sus guantes y empieza a colocárselos. Está nervioso.

—Sólo quería que tuvieras comodidad, Ava, es todo. Debe ser molesto sacar la ropa de una maleta—explica con desinterés sin mirarme.

No creo ni una palabra de lo que está diciendo, pero lo ignoro. Una parte de mí desea no enterarse de la verdadera respuesta. Estoy bien así y él tendrá que estarlo también. 

Se abren las puertas del ascensor y ambos salimos al aparcamiento. Paúl está esperándonos con la puerta abierta. Benjamín y él se saludan con un asentimiento de cabeza.

—Buenos días, Paúl—saludo alegremente.
—Buenos días, señorita.

Nos metemos en el auto y en segundos, estamos en marcha.

—¿Por qué Patrick ha decidido contratarte un chófer?—pregunta Benjamín, de repente.

Pensé que eso era un tema ya resuelto. Recordándolo, no, me quedé dormida. Lo veo y está mirando al frente. Toco mis manos vestidas con los guantes.

—Dice que lo necesito. Al parecer siempre he tenido personas siguiéndome—contesto.
—Lo sé...

Dejo de verme las manos y lo veo asombrada. ¿Lo sabe? Benjamín se da la vuelta para mirarme con esos grandes ojos. Su mano toca la rodilla, apretándola con fuerza.

—Sí—contesta leyendo mis pensamientos—. Soy muy observador, Ava, y mi gente también—dice. Me quedo con la boca abierta y añade, tensando la mandíbula—. Aunque no quiera decirlo, agradezco que Patrick esté cuidando tus espaldas.

¡Venga! ¿Agradece a Patrick? Cierro mi boca, reemplazándola por una sonrisa. Acerco mi cuerpo hacia él, dándole un tierno beso en la mejilla. Mi caballero tiene que aprender a darle espacio a otras personas. Al alejarme voltea los ojos por segunda vez, pero puedo ver una especie de sonrisa en la comisura de su boca. Mmm, Benjamín, deja de ser tan rudo. Me enderezo en mi puesto y él hace lo mismo. Observa al frente y se da cuenta de que estamos llegando.

—El sábado es la gala benéfica. Sé que también estás invitada. ¿Irás?
—Sí. ¿Y tú?
—Iremos—rectifica.

No trato de oponerme. Me gustaría ir con él. Paúl aparca en mi empresa y se baja del auto. Benjamín toma mi mano, besándola con mimo. Se acerca a mi boca para darme un ligero beso.

—¿Almorzamos?—pregunta con voz ronca al separarse.

Asiento. Me encanta ver esa mirada dilatada. Es todo un hombre para mí. Mi hombre. Le doy un último beso en la mejilla y salgo del auto con mi cartera. Le digo adiós a Paúl con la mano y entro al ascensor del aparcamiento. Cuando se cierran veo cómo el auto de Benjamín desaparece.

Once y Media (11:30) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora