capitulo 11: solo hablar

1.1K 77 7
                                    

Sentía que me congelaba un poco más cada día, como si todo dentro de mí se volviera más y más vació, los días se mezclaban unos con otros había cambiado todas mis clases a en línea hace unos días cuando entendí que no quería verme nunca.


Solo podía verla mientras caminaba de una clase a otra, era lo único que me motivaba a levantarme en la mañanas, ella se veía tan hermosa como siempre, mi estomago se apretaba solo son verla, su mirada chocaba con la mía en un par de ocasión y el dolor en ellos me desarmaba. ¡Dios! si solo pudiera arrastrarme para que me perdonara lo haría, pero sé que no va a servir para nada.

Quiero que me escuche.

Estaba de camino a su auto cuando me acerque a ella.

—Jen— no me miro— Jen por favor— siguió sin mirarme por lo que apoye mi mano contra la puerta evitando que la abriera. —Por favor.

Negó con la cabeza y se giro, tenia estas ganas de envolverla en mis brazos y hacerle saber que todo estaría bien, que eso que escucho solo es la mitad de la historia, que se la contaría toda solo si me daba diez minutos.

Estaba de espaldas a mí con una mano apoyada en su auto y su espalda tensa como un palo.

—Jen... por favor escúchame— suplique, nunca en mi vida había suplicando por nada.

Puede que estuviera medio ebrio aun de anoche o esta madrugada pero no importaba solo quería hablarle, necesitaba contarle todo.

—Nena, por favor mírame— implore. —solo quiero hablar. Jen nena.

Negó con la cabeza— No, solo déjame en paz Adam.

Pero es que no entendía que no podía dejarla, que no podía y no quería dejarla que era lo único que me mantenía anclado, que era mi norte mi sur, ella es todo. Que la idea de dejarla me estaba matando tan lentamente que el dolor me gastaba y me tragaba.

Después de lo que me parecieron años y casi me congelo, lagrimas caían por sus mejillas, quería abrazarla para desaparecer su dolor. Verla tan cerca dolía, tener su atención después de tantos días se siente con una manta caliente en un día frio y un cuchillo afilado a la vez.

—No me vuelvas a decir así— demanda — solo... no me digas así.

El calor me invade al ser lo único que sus pupilas ven, pero como me costaba. No podía hacer esto. No podía estar tan cerca de ella y no poder tocarla.

—Solo quiero hablar.

—Sal de mi vida, deja de hacerme daño, deja de aparecerte en todas partes, solo... deja de herirme. —las lagrimas se formaron aun más gruesas y se abrazo a sí misma.

El aire salió de mis pulmones, yo la estaba lastimando. No quería lastimarla.

—Solo sal de mi vida y no vuelvas.

Le prometí no volver a acercarme, que la dejaría hacer de nuevo su vida, que no me volvería a ver. Y así lo hice, la tentación de estar cerca de ella era demasiado intenso por lo que hice lo que tenía que hacer.

Pero solo me sentía vacio, los días se mezclaban en un borrón y mi rutina se había vuelto la misma, trabajar, ir a juntas hacer el trabajo, volver al departamento encerrarme en la oficina hasta altas horas de la madrugada para cuando el sueño fuera algo imposible beber mi peso en escoses y luego lo mismo al siguiente día. Esto se repetía una y otra vez sin ninguna pausa.

Pero al menos prefería que siguiera así, en la bruma no dolía tanto podía seguir mi día y trabajar, cerrar contratos pero no me permitía sentir nada y prefería eso o el incesante dolor que me recorría todo el cuerpo.

Adam: Solo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora