Tenía horas mirando el teléfono que no paraba de sonar, cientos de llamadas de mi familia y otras de la oficina, pero ninguna de ellas necesitaran mi atención de forma inmediata por lo que podían esperar. Mi pierna rebotaba con rapidez y mi respiración apenas y era algo superficial.
El último par de días apenas no me había podido concentrar en otra cosa que no fuera el jodido teléfono tome una profunda respiración poniéndome de pie, comencé a pasear por el piso con las manos temblorosas, la puerta sonó haciéndome saltar un poco.
—Señor Daniel's, Michel Robinson esta abajo.
Maldición ya era hora.
—Voy enseguida— anuncie tomando una profunda respiración.
Revise el traje frente al espejo evitando a toda costa encontrarme con mis ojos en el espejo. No necesita la autocriminación en este momento, eso podía dejarlo para cuando estuviera solo y ahogado en whiskey. Tome el sobre del escritorio y baje a encontrarme con el hombre que tenía todas las respuestas que necesitaba en ese momento.
El corazón me golpeaba el pecho con una fuerza arrolladora lo que era un cambio grato del dolor incesante del último mes y medio. Michel Robinson era un investigador privado que utilizaba cuando desconfiaba de cualquiera con el que fuera a cerrar un trato, no era barato pero siempre tenía la forma de conseguir exactamente lo que necesitaba. No es que tuviera especial intereses en los métodos que empleaba para saber los esqueletos del closet de los demás.
Pero por esta única ocasión no lo estaba utilizando sus servicios laborales, esto era completamente egoísta y personal.
Como de costumbre llevaba su usual ropa de negocios, traje negro y camisa blanca, estaba sentado con una copa en la mano, en cuanto me vio se puso de pie con gesto firme y crudo. Era un hombre de negocios listo para los negocios y eso fue lo que hacía usar sabiamente sus servicios.
—Señor Daniel's— saludo y estreche su mano.
Para estar a mediados de sus sesenta estaba bien conservado y su apretón se mantenía firme.
—Robinson— lo lleve al pequeño estudio del primer piso por algo de privacidad, no quería que alguno de mis hermanos mágicamente se materializara en mi sala para luego meter sus narices en mis asuntos.
Una vez sentados al otro lado del escritorio me tendió un sobre grueso, lo abrí y vi algunas fotografías tomadas a distancia de Jen, saliendo del trabajo o la universidad, en algunas estaba en clases o almorzando. Las pase una a una y en ninguna miraba a la cámara.
—Varias personas han pasado a verla las últimas semanas tengo la investigación de cada uno anexada, no sale para mas que estudiar o trabajar— Me comunico con su fuerte acento irlandés— entre ellos un policía y un estudiante.
Quise estrellar mi puño contra el escritorio en cuanto lo vi. Maldición, amigo mis narices, lo había sabido desde el jodido principio.
Hardin Theodor Scott, veintidós años, estudiante de química hijo de Jhon y Beberlly Scott.
Nunca me agrado, lo supe en el momento en que me vi obligado a invitarlo a la fiesta de Jen, la forma en que la miraba todo el tiempo o como buscaba cualquier escusa para acercarse. Quería lo que era jodidamente mío. En varias fotos aparecía demasiado cerca, en una de ellas hasta estaba abrazándola.
Calma Daniel's.
— ¿Qué hay de lo otro?— conteste con la mandíbula tensa.
—Todo listo, se reunieron en una oficina en el centro.
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Adam: Solo por ti
RomanceEn esta entrega Adam nos cuento como sucedió todo, desde el segundo en que sus ojos se cruzaron por primera vez. Adam siempre tuvo todo lo que quiso, o así lo creyó hasta que conoce a una pelirroja extrovertida y obstinada que se metió bajo su pie...