Sin Resolver

127 6 1
                                    

- No pensé que contestarte a la historia diciendo que esa canción de Aitana es una pasada fuera a llevarnos a mandarnos nudes.- me dijo Sammy a bocajarro.

Con que así habíamos empezado...

- Estaba muy pedo, no...

- Eso no es una excusa, sé lo que pasa en tu cerebro cuando estás borracho. Por eso sé que no es una excusa.

Cuando Sammy se ponía en modo psicóloga experimentada de unos treinta y muchos me daba respeto y cringe a la vez.

- Bueno, no todo el mundo reacciona igual a los efectos del alcohol.- dije yo tirando de mis conocimientos sobre anatomía.

- Pero yo he analizado tu comportamiento y sé que eso que me estás dando es sólo una excusa.

Cuando alguien quiere llevar razón, sea como sea, me da pereza. No me gusta. Siempre que eso pasa, por ejemplo en casa, con mi madre, me voy a otra habitación. En este caso me levanté y salí de la habitación de Sammy rápidamente.

Pensé que me seguiría, pero por fortuna para mí, llegué hasta mi pasillo sin ser interceptado. Cuando llegué vi a Gerardo y a Ana apoyados en la puerta de su habitación tonteando y dándose besos. Se me revolvió el estómago y se me repitió el poco sabor que tenía el sándwich de pollo. A medida que fui avanzando por el pasillo, esperaba que percibieran mi persona y tuvieran un poco de decoro. Pero no fue así hasta que no estuve sacando la llave de mi pantalón. Alguien tocó mi hombro y yo me sobresalté.

- Fabio, deja de asustarte, sabes perfectamente que soy yo.- me dijo y me giré.

Ana estaba dentro de la habitación quitándose los zapatos y se tiró a la cama con el móvil. Gerardo se movió, quitándome las vistas a su habitación.

- ¿Estás bien? Saliste corriendo del comedor antes cuando...

No quise oírle decirlo en voz alta. Si lo decía dolería lo suficiente como para que supiera el daño que me había afligido sin querer.

- Comí algo a mediodía, que me habrá sentado mal. Nunca cojas el sándwich de pollo de la máquina.- le informé, muy seco, muy borde. Muy principio de nuestra relación en septiembre.

Él pareció captar que no estaba de buen humor o que no me apetecía hablar porque se alejó y me deseó buenas noches antes de cerrar su puerta.

Tras varios minutos intentando elegir qué ver en mi ordenador, me percaté de un sonido. El sonido de los gemidos, habían vuelto. Y ahora era capaz de identificar que eran los de Ana. Siempre habían sido los de Ana. ¡Qué ciego había estado! ¡Qué imbécil había sido! Cerré el ordenador con un poco de furia y me puse los cascos dispuesto a dormir con ellos. No quería seguir oyendo el recital del amor, era demasiado para mí. Demasiado para ser el primer día.

Justo lo que quería evitar desde Murcia. Todos mis asuntos sin resolver me estallaron en la cara nada más poner un pie en la Residencia. Tantas cosas habían pasado en tan poco tiempo que sentía agotamiento. Como si llevara ya un par de días por allí. Por suerte, eso me hizo dormirme rápidamente y no estar sufriendo mucho más por el recital de la habitación de enfrente.

A la mañana siguiente, llegué a la biblioteca sin saber cómo. Javi me esperaba en la puerta con un café para mí en su mano. Era el mejor, sin duda alguna.

- ¿Qué tal tus vacaciones?- le pregunté, mientras me tomaba el café.

- Bastante bien, he aprovechado todo el tiempo que he podido con mi novia y mis amigos.- me contestó.- Pero también con la familia. Aunque estudiar más bien poquito. Menos mal que hemos venido juntos, sino me hubiera quedado durmiendo, seguro.

Yo le sonreí antes de beber del café y que se me empañaran las gafas.

- ¿Y tú qué?

Me debatía sobre si decirle la verdad o dedicarme a decirle que solo estuve estudiando y ensayando. Pero las palabras brotaron antes siquiera de pensarlas.

- Por culpa del alcohol he vuelto a cagarla, Javi. Me dejó asuntos sin resolver y ahora cuando he vuelto a Madrid me han explotado en la cara. No sé si he reaccionado bien, pero las cosas no han acabado tan bien como yo quería.

Javi no me preguntó de quiénes se trataban. Javi sabía que si yo lo había ocultado es porque no estaba preparado para hablarlo en voz alta aún. Puso una mueca y me dio un abrazo. Fue entonces cuando me di cuenta de que, a pesar de que yo no era bajito, Javi era mucho más alto que yo. Sus abrazos desde la altura eran reconfortantes. Javi tocó con su mano mis trapecios y presionó un poco.

- Ese estrés te está provocando un poco de rigidez en el cuello. Y, me aventuro a decir, que también es porque has estado mucho tiempo estudiando.

Javi era muy listo. Muy, muy listo. Yo asentí, llevaba razón.

- Buen diagnóstico, doctor Ramírez.- bromeé y él sonrió.

Una vez acabado mi café nos sumergimos entre una marea de alumnos con ansiedad. Nuestra facultad estaba llena también de alumnos de medicina, era palpable que los que allí estaban no llevaban nada bien sus exámenes del primer cuatrimestre. Su angustia me angustiaba. Di gracias a haber estudiando en casa, porque me costaba mucho centrarme en estudiar a fondo. Mi mente vagaba de Gero a Sammy, me había planteado seriamente no volver a la residencia y pedir exilio a Javi. Pero, eso sería ser un cobarde. No solo "un" cobarde sino "el mayor cobarde", y la valentía no era uno de mis puntos fuertes pero la cobardía tampoco era uno de mis puntos débiles.

Javi aprovechó la mañana muy bien, fuimos a comer al comedor de la universidad. El catering era el mismo que el de mi residencia, yo que quería algo de cambio... Iba yo listo. Tras la comida, nos salimos al jardín a tomar un poco el sol, y mientras Javier reposaba con los ojos cerrados sobre la hierba, yo me puse a revisar redes sociales. Cuando entré en instagram, una punzada me llegó hasta el estómago. Ana había subido fotos adorables con Gerardo. En un primer momento, no quise darle me gusta, sino pasar de ellas, pero luego me dije que tendría un papel que interpretar y que cuanto antes empezara, antes sanaría la herida. Les comenté muchos corazones en la publicación, con todo el dolor de mi corazón.

Estaba a punto de sonar la alarma para volver a la biblioteca cuando Maya me escribió que llevaba mucho sin verme y qué tal si me pasaba antes de cenar por su habitación. Yo accedí rápidamente, necesitaba hablar con ella y con Julieta urgentemente. Y era hora de contarle aquello que tanto me preocupaba hace unos meses. También tenía mensajes de la banda, mañana habría ensayo, sin falta. Pensé en poner una excusa de los exámenes, pero era el nuevo y me jugaba mi puesto. Además, evitar constantemente a Gero levantaría sospechas y yo simplemente quería pasar desapercibido. Tenía el corazón roto, no quería atención, quería llorar solo en la ducha. Pero ni eso podría hacer aquí.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora