Malestar

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Acordé con Sammy que llevasemos lo nuestro en secreto. No tenía ganas de ser la comidilla de toda la residencia, pero si le pedí exclusividad. No me apetecía estar mal pensando en que pudiera estar con otro. Pero tampoco veía necesario predicar a los 4 vientos que estábamos juntos en secreto, cómo hicieron Ana y Gero. Ella estuvo de acuerdo, dijo que que fuera secreto no le importara y que le daba morbo, así que estando los dos de acuerdo, comenzamos a salir juntos. La primera semana pasamos mucho tiempo juntos, y me di cuenta que de pronto tanto aproximamiento de los dos iba a resultar sospechoso. Así que empezamos a vernos con regularidad pero también con mesura, no queríamos que nadie supiera nada.

Por otro lado, Gerardo estaba muy raro conmigo. Entiendo que estuviera triste y tal, pero literalmente estaba bien con todo el mundo y cuando yo le dirigía la palabra se quedaba callado. Evitaba pasar tiempo conmigo a solas y eso me molestaba. Éramos amigos y de pronto, se marchaba su novia y me daba la patada.

Dos semanas después, tras un ensayo y aprovechando que Bruno no volvía con nosotros esa noche, atajé el problema de raíz y decidí preguntarle qué demonios le pasaba con mi persona.

- Gero, ¿me puedes decir qué narices te pasa conmigo?

- No.- me contestó seco. Borde. Me entraron ganas de decirle que era un gilipollas, pero me callé.

- ¿Por qué no? Si te pasa algo conmigo me lo dices, que las cosas se solucionan hablando, que no tenemos doce años. Somos mayorcitos.

- No me apetece hablarlo ahora.- seguía distante si voz.

- Pues quizás más tarde a mí no me apetezca, Gerardo.

- Pues me parece muy bien, Flavio.- me dijo.

Pronunció mi nombre con rabia, apretando los puños y con la voz un poco rota. Continuó el camino, dejándome plantado en medio de la calle, vacía y fría, en la que sólo se escuchaba el aire soplar. Yo le observé alejarse y cuando estuvo lo suficientemente lejos como para desdibujarse en el horizonte, sobre todo con nuestra miopía, hice aspavientos al aire. Era tan frustrante. No tenía una bola de cristal para adivinar qué narices le pasaba conmigo.

Llegué más tarde que él a la residencia y decidí ir a preguntarle a Maya si tenía alguna idea de lo que le pasaba.

- ¿Te pasa algo a ti, Fla? Estás diferente.- me pregunto cuando llegué alterando preguntando sin tan siquiera dar las buenas noches.

- Joder, lo siento.- dije y me dejé caer sentado en su cama.

Ella apoyó una de sus manos en mi hombro.

- Entiendo que la incertidumbre te esté molestando, yo estaría igual de estar en tu lugar.- me informó.- Pero, por lo que sé, Gero está pasando por algo personal que no puedo contarte, pero es bastante duro. Me pidió que no le contara nada a nadie.

- ¿Pero por qué está bien con todos menos conmigo? Solo quiero saberlo, quiero arreglarlo. No es muy difícil.

- ¿Te recuerdo quién es el rey de comerse solo sus marrones porque se niega a pedir ayuda a sus amigos o te miras al espejo? Te lo contará cuando esté listo, Fla. Presionarle no va a ayudarte.

Suspiré. Llevaba razón. Como siempre, Maya llevaba razón.

- ¿Y Julieta?

- Se ha ido unos días a casa, estaba también algo descentrada, no sé qué le pasaba y para encontrarse a sí misma se ha ido unos días a casa. O eso me ha dicho. A los demás ni les ha avisado.

Por lo que pude comprobar, Gero y Julieta no eran los únicos que vivían con malestar esos últimos días antes de comenzar el nuevo cuatrimestre. Era algo generalizado. Se libraban Ari, Eliot y Sammy, pero eso era algo natural en ellos y a la gente no le extrañaba. Aunque, he de decir, yo era un poco responsable de lo de Sammy. Parecía que el estar conmigo la hacía feliz.

Esa tarde me coloqué delante del piano y comencé a tocar. De pronto tuve una melodía incrustada y la cual tocaba en bucle. Me daba ganas de llorar, quizás lo necesitase, me sentía mal, me sentía impotente porque Gero no me decía qué narices era lo que le pasaba conmigo. Y porque, a pesar de estar con Sammy, pasarlo bien con ella e incluso se run poquito más feliz, no podía parar de imaginarme cómo sería todo lo que estaba viviendo si en vez de tenerla ella tuviera a Gero a mi lado. Cómo sería verle con mi ropa por las mañanas, y cómo nos organizaríamos para llevarlo en secreto. Me molestaba que alguien me hubiese calado tan hondo. Incluso sopesé la posibilidad de que Gero fuera mi primer amor, de esos de los que no te olvidas a pesar de estar con alguien con quien eres feliz. Era eso o que yo no lo había superado y había empezado una relación con alguien sin habérmelo quitado de la cabeza.

De pronto, la melodía que llevaba tocando en bucle un rato, tomó forma. Las palabras parecían encajar a la perfección con lo que quería expresar aquella melodía y cogí una hoja para correr a escribir mi ocurrencia.

Solos otra vez, hechos pedazos
Miedo a flor de piel, oferto balazos
Miro al cielo, solo espera
Ruego al tiempo, todo llega
Solos otra vez, pequeño inocente
Juegos de niñez, difuso inconsciente
Cierro el cuento, nadie vela
Lloro al viento, pido el freno
Y no, no hay personas que sientan
No hay personas que entiendan, dadas la vuelta mi mundo interior
Y no, y es que no hallo respuesta
Solo mentes sin alma, cuerpos sin vida que buscan dolor

Ciertamente quería volver en el tiempo para poder ver qué le había pasado a Gero conmigo. Estaba raro conmigo desde que se fue Ana. Cierto es, que no lloré como los demás, pero yo no estaba tan unido a ella, me parecería hipócrita llorar porque se fuera alguien con quien no tuviera mucha relación. Quizás fue eso lo que le sentó mal. Quizás era eso. ¿Y si cruzaba el pasillo y me disculpaba?

Y eso hice, salí de mi habitación y llamé a la puerta de enfrente, que aún seguía decorada con la pintura de aquella chiquillada. Me parecía todo tan lejano que no podía creer que eso lo viviera hace a penas unos meses y no más tiempo.

Gero abrió la puerta. Estaba despeinado, ojeroso, tenía una barba de tres días que me ponía muchísimo. Llevaba la ropa que parecía que se la habían tirado de un quinto piso. Me miraba a través del cristal de sus gafas con asombro.

- ¿Qué haces aquí?

- Lo siento.- le dije.

- ¿Lo sientes?- me preguntó, parecía no entender nada.

- Siento mucho haberme mostrado tan insensible con la marcha de Ana. Sé que es tu novia y la echas de menos y siento haberme apartado de ti cuando más me necesitabas. Creí que necesitabas tu espacio y...

- ¿Crees que estoy enfadado contigo?

¿Acaso no lo estás? Asentí, lentamente, con miedo a equivocarme.

- ¿Y crees que es porque, como Ana no era tu amiga, no te afectó tanto?

Yo volví a asentir, estaba perdiéndome, cada vez más.

- No te enteras de nada, Fabio.- me dijo y me cerró la puerta en mis narices.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora