Let it go

169 7 0
                                    

- Parece que les minamos la confianza con el Wi-Fi. Ninguno de ellos está conectado al de la resi, fui a comprobarlo antes a donde Sully.- dijo Hugo.

Claro, ahora no ven Netflix, sino que se dedican a follar, pensé.

- Faltan dos semanas para Halloween y esto, mis queridos niños es lo que vamos a hacer.- dijo Sammy y sacó un plano de la residencia.

Esa noche dormí poco. Dormí poco porque a pesar de intentar parar las cosas y hacerlas como yo quería, me veía arrastrado por un torbellino frenético llamado Sam. Y que la banda sonora de la noche volvieran a ser gemidos, tampoco ayudaba mucho. Estuve tentado a dejar mi puerta entreabierta para verla salir, pero una parte de mí no era lo suficientemente valiente. Me daba miedo ser pillado fisgoneando.

Al día siguiente en el desayuno, Maya nos acompañó a Bruno y a mí. Ella me miraba con cara de preocupación, como una hermana mayor sabia. Como lo hubiera hecho mi hermana Bea.

- ¿Esta tarde quieres estudiar conmigo?- me preguntó.

Esa propuesta me pilló por sorpresa. Tanto que la tostada se quedó a medio camino hacia mi boca. Ambos me miraban, interesados. Yo bajé la mano de la tostada hacia el plato y me aclaré la garganta.

- Sí, claro.- dije más bien por compromiso que porque me apeteciera, porque realmente, me apetecía dormir una siesta para recuperar horas de sueño.

Cuando llegué al metro encontré un asiento. Eso era la primera vez que sucedía desde que llegué a Madrid. Recibí como cada mañana un mensaje de buenos días de mi hermana, y me sentí fatal por no hablar con ella. Pero simplemente no tenía fuerzas. Pensando en Bea y de qué formas intentaría asesinarme en Navidad, me quedé dormido. Por fortuna, alguien me pisó, despertándome justo en mi parada. Tuve que salir a la carrera para no quedarme dentro. Cuando llegué a clase, Javi, que estaba hablando con otros compañeros, me miró y se acercó con preocupación hasta mí.

- Flavio, estás horrible.- me dijo.

- Buenos días también a ti.- le contesté sonriendo.

- Mira, somos amigos, ¿no?- me preguntó pero no me dejó contestar, ya que prosiguió.- Pues los amigos son sinceros. Estás fatal, deberías irte a la resi y dormir. Parece que has pasado la noche en vela, chiquillo.

- Pero, ¿y las clases? ¿Y...?

- Yo te lo paso todo. Pero vas a estar aquí y no vas a estar. Para no rendir nada, mejor irte a casa y descansar. De verdad, yo te paso todo.

Javi era una gran persona. Pero yo no sabía si me atormentaría más ir de nuevo a la resi o irme a dormir a una mesa de la biblioteca. Javi me miraba amenazador, si no me iba, me obligaría a irme. Y es que a veces los amigos ven antes que tú lo que te conviene, y te obligan a seguir el buen camino. Y Javi es de esos amigos.

Me acerqué y lo abracé. Él se quedó pasmados unas milésimas de segundo, creo que porque nunca le había abrazado, pero luego me devolvió el gesto.

- Y habla con alguien. Suéltalo todo, fuera. O te va acabar por consumir, y no queremos eso. Anda vete, antes de que venga el profesor.

Me dió un empujoncito hacia la salida. Ciertamente sino me lo hubiera dado, no creo haber tenido fuerza ni valor para hacerlo.

El transporte público en la ciudad de las hormigas parecía estar siempre en hora punta. Incluso a esta hora, en la que supuestamente ya estaba todo el mundo en el trabajo, iba de pie porque no había asientos libres. Se notaba menos gente, pero aún así sentía que me ahogaba en un mar de desconocidos y que nadie, ninguno, vendría en mi auxilio.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora