La primera noche

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Cuando llegué arriba, y al salir del ascensor, me encontre con una escena de película de terror. El pasillo oscuro. Solo dos luces parpadeaban, y ni siquiera estaban cerca. No iluminaban nada del pasillo. Estuve tentado a volverme a meter en el ascensor y decirle al conseje que había perdido ya, el primer día, ni en 6 horas, el taco de tickets de la comida. No me daba un buen augurio.

Entonces una puerta salió, y la cabeza de Gerardo se asomó por la puerta y miró a ambos lados, como cercinándose de que no había nadie. Entonces hizo contacto visual conmigo.

- ¡Eh, Fabio! Se ha ido la luz.- me informa.- A veces pasa.- sacó una linterna y apuntó desde su lugar al mío.- Venga, te ilumino, que sé que acojona.- me dice y por alguna extraña razón, confío en él, aunque me haya llamado por otro nombre, y avanzo hasta la mitad del pasillo, donde se encuentran nuestras habitaciones.- Una vez volvía de fiesta y estaba un poco morado, no te voy a mentir, y te juro que me meé encima, Fabio. Odio que pasé esto, que se vaya la luz, pero por lo menos la resudencia es barata y está bien situada.

Cuando llegué hasta él, apagó la lintera de su móvil. Él iba vestido con un pantalón de chandal gris y una camiseta blanca que tenía un corazón naranja y ponía 'Ceuta'.

- Me llamo Flavio, no Fabio.- le aclaré.

Él se quedó mirándome un poco cortado, quizás había sido algo borde y cortante, quizás debí reírme con su historia, pero ya no podía dar marcha atrás en el tiempo y arreglarlo.

- Gracias por iluminarme el camino, Gerardo.

- Me llamo Gero, no Gerardo.- dijo intentando imitar mi tono de voz.

Apoyó su cuerpo en la puerta, en un gesto muy masculino.

- Tu voz es peculiar, Fabio, me gusta. Bienvenido a la resi. Suerte.- me dijo y cerró la puerta de su habitación.

Saqué mi llave del pantalón y abrí mi habitación. Todo estaba tal y como lo había dejado, las bolsas delante de la cama y la maleta encima de ella. Los tickets en la pequeña mesa de escritorio. Cojo el llavero que me ha comprado mi madre y se lo coloco a la llave mientras bajo en el ascensor. Cuando llego abajo, me encuentro el mismo panorama que en mi planta. Luces intermitentes, y el resto tan oscuro como un grillo. Y, algo me llamó la atención, estaba todo en silencio. Todo. Con la cantidad de gente que hay en esta residencia. ¿Cómo era eso posible?

De pronto, veo a un chico, muy cerca mía, supongo que habría bajado por la escalera y no le había visto. No le distinguía muy bien debido a la poca luz, pero parecía un poco más alto que yo.

- ¿Eres nuevo, no?- me preguntó y yo asentí.- Bienvenidos a las novatadas de principio de curso. Vamos.

Me empujó, cuidadosamente, por el pasillo. No sabía a donde me llevaba, hasta que vi que salíamos al patio con la pista como nos contó Maya. Había un gran grupo de gente en el centro de la pista contromado por variar personas. Vi a Gero entre ellos hablando con una muchacha rubia muy atractiva. El chaval me empujó al centro de la pista junto con los demás y distinguí a las dos chicas que venían en el tour de Maya. Pero a Maya mo la veía por ninguna parte. Decidí acercarme a Gero pero ya era demasiado tarde:

- Bienvenidos a las novatadas de principio de curso.- dijo el chico que me trajo.

De pronto, una chica con el pelo oscuro llegó corriendo y le da un empujón al chico que parece el líder.

- ¿Pero tú eres tonto, Sully? ¿Cuántas veces te tengo que decir que esto esta mal? Las novatas son acoso. No se deben hacer.

El tal Sully se quedó sorprendido ante sus palabras.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora