La boda

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Llevaba 15 días encerrado en mi leonera, que era un desastre, que tenía basura por el suelo. Si mi madre hubiera visto tal desearte me hubiera tirado de la oreja. Estaba casi muriéndome, mirando los apuntes de la última asignatura, con la boca abierta y los ojos rojos cuando llamaron a mi puerta y me sobresaltaron. Tenía puesto en la puerta que no me molestaran, que estaba estudiando. ¿Quién diantres sería?

Me levanté, a una velocidad de anciano al que le han reemplazado la cadera y abrí hecho todo un despojo de la sociedad.

Gerardo y Ariadna estaban frente a mí. Ambos hicieron lo mismo, me miraron de arriba a abajo con la boca abierta.

- Estás hecho una mierda, Fabio.

No me digas, Gero. ¿Por qué razón será? ¿Quizás porque me diste esperanzas en algo que nunca iba a ocurrir? pensé.

- Esta asignatura me está superando.- me excusé. Porque decir la verdad no serviría para nada, simplemente para que Gero pusiera distancia entre nosotros y, a pesar de estar dolido e incluso enfadado con él por estar con Ana, quería tenerlo cerca. Porque nadie decide de quién se enamora.

- Estás fatal y tenéis que tocar en una boda en 3 horas.

Mierda, me había olvidado completamente.

Ariadna entró en mi habitación y entonces me percaté en que llevaba una sábana y unas tijeras.

- Esto está hecho una mierda, Flavio.- me dijo con cara de asco.

- No he tenido tiempo de limpiar.- me volví a excusar.

- Tú ponte a ello, Ari. Yo limpio esto un poco.- le dijo Gero, que llevaba una bolsa de basura grande, como las que usaba Bruno en el comedor.

Ariadna me cogió de la mano y me sentó en mi silla. Me puso la sábana al rededor del cuello.

- No creo que sea necesario...

Ariadna me interrumpió.

- Ningún amigo mío va a ir a una boda con un peinado que parece que le haya atacado una jauría de perros. No. Mientras. Yo. Viva.- me dijo y con un spray que apareció de la nada me mojó el pelo.

Cierto era que hacía muchísimo que no me pelaba. Y cierto era que me daba un aspecto desgarbado. También hacía varios días que ni me afeitaba, lo veía una pérdida de tiempo de prepararme ESA asignatura. Ni siquiera Javi y yo nos habíamos puesto en contacto como con otras asignaturas. Y es que está era LA asignatura del año, la que todo el mundo se llevaba a septiembre. Mi clase constaba de más de un 50% de repetidores de la asignatura, algunos por cuarta vez. Y eso, pues acojonaba.

El ritmo de la tijera de Ari me tenía en trance y cuando quise darme cuenta, me estaba dando empujoncitos para despertarme.

- ¿Cuánto tiempo llevas sin dormir?- quiso saber Gero.- Es que te ha metido la maquinilla y todo y estabas estroncado.

Llevaba sobreviviendo 3 días a base de bebidas energéticas, cafés y ansiedad. No supe qué contestarle.

- Ari, yo limpio lo que queda, vete si quieres.

Realmente lo que quería es que nos dejase solos, y Ariadna, una chica lista, pilló la indirecta al vuelo. Recogió sus cosas y se fue con un 'nos vemos mañana'.

Gerardo apoyó una de sus manos en la mesa y otra en el respaldo de mi silla. Colocándose muy cerca de mí. Tanto que me tenía el corazón desbocado. Tragué saliva con bastante dificultad.

- ¿Qué te está pasando, Fabio? Tampoco es que fueras un coqueto, pero has descuidado mucho tu higiene y sólo se te ve el pelo para comer.

No quería responderle. No quería aceptar lo que había pasado. Así que de pronto me encontré conjugando un mentira que mi subconsciente tenía guardada como una última bala.

- Es mal de amores, Gero. Me gusta una chica y...

Gerardo parpadeó varias veces incrédulo. Seguro que fue por escuchar la palabra 'chica' de mis labios. Se apartó un poco.

- Y... No sé qué hacer. Encima está asignatura me tiene acojonado y...

De pronto Gerardo me estaba abrazando. Me sentía reconfortado. Como en casa. Como si me estuviera abrazando alguien familiar, mi madre incluso. Gerardo no era un tipo que estuviera fibroso o fuerte, sino más bien parecía un osito, y quizás por eso el abrazo me reconfortó tanto. Empecé a ser consciente de que estaba llorando demasiado tarde. Gerardo de apartó un poco para cercionarse de que sí, yo me encontraba sollozando, entonces me abrazó más fuerte.

- Flavio, siempre que necesites un abrazo solo tienes que llamar a mi puerta. Pero no vuelvas a estar en esta situación.

Me llevé llorando demasiado tiempo, tanto que el móvil de Gero sonó, y nos hizo separarnos.

- ¿Sí? ¿Ya?... Sí, sí, estamos listos. Ya bajamos.- Gero colgó.- Era Estefanía, que ya están abajo. Y ni siquiera nos hemos vestido.

Gerardo se acercó corriendo a mi armario y saco una camisa, unos pantalones y unos zapatos de vestir.

- Vístete, en un 1 min en el pasillo.- dijo y salió corriendo a su habitación dejando mi puerta abierta.

Yo solo pude suspirar como un adolescente enamorado mientras me levanté y me vestí lo más rápido que pude. En cuestión de segundos Gero y yo estábamos terminando de arreglar al otro en el pasillo.

- Tocar te va a venir bien. Para despejarte.- me dijo Gerardo mientras bajábamos.

La furgoneta olía a cuadra. Literalmente a cuadra. Ahora entendía a lo que se refería Will Smith cuando cantaba la intro de El Príncipe de Bel- Air. El camino fue largo, pero me sirvió para echarme una siesta. Me despertó Bruno, mientras los demás ya habían empezado a bajar las cosas.

Entramos por la puerta de atrás, la boda estaba a rebosar. Y en ese momento me estaba superando un poco el hecho de tener tanta atención, ya que las semanas pasadas había estado yo solo conmigo mismo. No tardamos mucho en montar, ya teníamos práctica. Cuando acabamos me dio por mirar a la mesa de los novios y cuál fue mi sorpresa al ver que se trataba de dos hombres. No, destino, no se juega tan sucio. Eso es rastrero.

- ¿Listo, Fabio?- me preguntó Gerardo colocándose delante mía.

- ¿No te cansas de llamarme así?- le contesté.

- No, hasta que no te canses de picarte.- me dijo y me tocó la punta de la nariz con su índice.

Intenté cabrearme y mostrarme cabreado pero ese gesto suyo me produjo ternura. Suerte para mí, empezaríamos a tocar en breve, porque los novios ya habían partido incluso la tarta.

Estefanía estaba calentando la voz mientras Aitor y Gerardo afinaban. Y yo ahí sentado en mi teclado, decidí hacerme unas escalas para calentar yo también.

Estuvimos en el escenario unas horas, el tiempo suficiente para ver cómo la gente se emborrachaba y como Aitor cantaba Paquito el chocolatero, jamás se me olvidaría aquella estampa. Mientras la gente bailaba Paquito y Follow the leader con Aitor yo solo podía mirar a Gerardo, que le estaba grabando y pensar en si nos casasemos a quien contrataríamos para la banda y qué canciones pediríamos. Yo, personalmente, estaba dispuesto a arrodillarme frente a Aitor y pedirle que cantara esas mismas canciones como regalo de nuestras nupcias. Pero eso no ocurriría... No porque Gerardo era hetero y estaba con Ana... Me distraje tanto que entré tarde cuando ya Estefanía volvió a su lugar como vocalista.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora