Tengo que hablar contigo

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Javi no tardó en irse, pero me dejó dudas que solo podía solucionar preguntándole a Gero, y, dado que no sabía qué pasó, tenía miedo de preguntarle. Tenía miedo de su respuesta, ¿y si me había exposeado y se había sentido incómodo? Sí es que yo sabía que no debí ir a Halloween pero me vi arrastrado por ese torbellino rubio llamado Sammy.

Cuando llegué a comer, había más gente de lo habitual, tras una noche de desfase es entendible que la gente prefiriera dormir y comer más tarde. Llegué y me senté en mi mesa habitual. Estaba solo. Ni Maya ni Julieta ni Bruno. Yo solito. Y me sentía observado por la gran multitud de personas que llenaban las mesas del comedor de la residencia. Me dediqué a observar a la gente de las mesas, su comportamiento y a intentar despertar algún recuerdo de ellos. Pero no obtuve ningún éxito.

Estaba nadando en mi laguna, intentando rescatar algo de mi subconsciente, cuando Gerardo se sentó frente a mí, haciéndome dar un saltito.

- Te he asustado, perdón.- me dice y sonríe de forma encantadora.

- No pasa nada.- le dije y miré a Bruno por encima de su cabeza, pidiéndole refuerzos, pero estaba trabajando y ni siquiera se dio cuenta de mi llamada de auxilio.

- Tengo que hablar contigo, es urgente.- me dice, para atraer mi atención. El "es urgente" hace que me cague, literalmente siento el mojón a punto de salir.- Ven a verme cuando acabes de comer, sé que comes con Maya y el chico este.- dice y señala con el pulgar a Bruno.- Tampoco te atragantes comiendo, pero, ven a verme tras comer directamente, por favor.

Y dicho esto se levantó y se fue. Así, en un abrir y cerrar de ojos y tras dejarme confuso y con ganas de saber cuál es el tema a tratar. Es que ni siquiera me ha dado una pista, un hilo del que poder tirar. Nada. Solo curiosidad. Maldito Gerardo, cuánto le odio. Cuánto odio el efecto que causa en mí.

Julieta me hace salir de mis insultos internos a Gerardo. Pero ella se sienta y mira a la nada. Como si estuviera pensando. Profundamente. La miré, intentando descifrar su mente, pero no me vi capaz. La llegada de Maya nos hizo a los dos salir de nuestros estados de trance. Venía feliz y había llegado dando saltitos al andar.

- Si no fuera porque tu novio está en tu pueblo, te diría que pareces que has triscado.- le dice Julieta.

Yo abro mucho los ojos y, sorprendentemente, ella también.

- Solo pasé una buena noche.

Quería preguntarle si la recordaba. Y si recordaba algo que yo hubiera hecho, algo que fuera destacable y que el Flavio cuerdo y sobrio no hubiera hecho en su vida si lo fuera a recordar, pero me quedé callado.

- Qué de gente hoy. En los pasillos parecía que estaban grabando una película de zombies en chándal.- sigue comentando Maya.

De pronto, alguien más se une a nuestra mesa. Ariadna se sienta junto a mí, dándome un susto de muerte.

- Chicos, cómo echaba de menos estar con vosotros.- nos dijo.

Y comenzó a hablarnos sobre lo que nos habíamos perdido. Realmente yo no podía escucharla, sólo podía oírla y posicionarla en la ducha junto a Eliot. Eso sí que fue algo inesperado, incluso un poco traumático.

Comimos cerca de las cuatro de la tarde. Bruno se dejó caer en su silla habitual y resopló pesadamente durante un rato antes de ponerse a comer. La comida me apetecía mucho, de verdad que sí, pero la conversación pendiente con Gerardo me había cerrado el estómago a cal y canto. Estuve moviendo mi comida en el plato, para que pareciera que había comido algo, pero realmente, solo había jugado con la comida mientras ignoraba la conversación y maquinaba escenarios posibles que se fuera a dar terminado el almuerzo.

- Fla... Fla... Flavio.- me llamó Bruno, trayéndome de vuelta.- Estabas en un viaje astral o algo, tío.- me dice con una sonrisa.- Te preguntaba si has acabado, tengo que ponerlo a lavar todo porque llego tarde a un sitio.

- Oh.- dije.- Sí, perdona.- le tendí el plato.

- Fla, no has comido nada.- me dijo Maya con preocupación.

- Sí, he comido un poco, pero tampoco tenía mucha hambre. No te preocupes.

Me levanté y sin decir nada más, subí por las escaleras hasta mi planta. Mi estómago se fue revolviendo cada vez más conforme iba subiendo cada escalón, menos mal que no había comido nada, lo que me faltaba ahora era llegar hasta Gerardo y vomitarle encima.

Cuando llegué hasta el pasillo dudé sobre si entrar. Quería saber qué quiere, pero tenía miedo de tener que afrontar cosas que ni siquiera era capaz de recordar. De pronto me encontré andando hacia el interior del pasillo, con las pulsaciones a cien y retumbando en mis oídos. Me paré frente a la puerta y justo cuando iba a llamar, la puerta se abrió.

- Sabía que eras tú.- me dice y me hace una señal para que entre.- A ver si ibas a escaparte.

Su habitación no era un completo desastre, que era lo que esperaba en un primer momento. Parecía que ha estado recogiendo mientras yo almorzaba.

- Gracias por venir. Lo que quiero hablar contigo, teníamos que hablarlo en privado.

Se me acababan de subir los huevos al gaznate y casi ni podía tragar.

- ¿De qué se trata?- conseguí articular.

- ¿Te has propuesto alguna vez tocar en una banda?

¿Qué cojones hablas, Gerardo? ¿Quieres que te meta un puñetazo?

De mi boca solo consiguió salir un:

- ¿Eh?

- Se ha ido uno de nuestros músicos, concretamente, el del teclado. Los demás puestos ya están ocupados, pero seguro que si quieres cantar, Estef...

- Creía que querías hablar de anoche.

Me sorprendió esa voz, que era la mía interrumpiendo a Gerardo en su triste intento de sumarme a su banda. Se había quedado perplejo y estaba boqueando con una carpa recién sacada del agua.

- ¿Quieres hablar de anoche?- parecía que no se esperaba aquello.

- Tengo una laguna mental. No consigo recordar nada después de lo de Maya. Esperaba que pudieras aclararme algo.- le aclaré.

Él se revolvió el pelo en un gesto que me removió algo en mi interior. Tardó unos segundos.

- Te lo contaré si aceptas ser nuestro nuevo chico del teclado.

La pelota estaba en mi tejado. Buen movimiento, Rodríguez.

- De acuerdo.- acepté y le acerqué mi mano para cerrar el acuerdo verbal, así era cómo se hacía en las películas.

Él me estrechó la mano efusivamente antes de tirar de mí y darme un abrazo.

- ¿De verdad vas a decirme que no recuerdas haber bailado así conmigo?- me susurró en el oído.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora