Comienza el curso

212 10 2
                                    

Me desperté con dolor de cabeza, pero aun así, una sonrisa en la cara. Anoche no nos pillaron, así que nos salvamos de la humillación colectiva que consistió en tirarle huevos a los perdedores. Había un chico que no paraba de reír y, junto a su amigo, paraban los huevos que iban hacia otras personas. No sabía como se llamaba pero su risa me hacía mucha gracia y era muy contagiosa.

Me levanté a quitar la alarma y a vestirme para ir al primer día de clase. Me decidí por unos vaqueros y una camiseta de mangas cortas y los vaqueros oscuros. Era temprano y hacía fresco, así que cogí la chaqueta vaquera para completar el outfit. Antes de abrir la puerta de mi habitación, escuché voces en el pasillo. Desafortunadamente, las habitaciones de la residencia no constaban con una mirilla de cotilla de pueblo, con lo bien que me habría venido. Así que, abrí la puerta y me encontré a Gero y a Sammy hablando en susurros delante de la habitación de este. Desde lo poco que dejaban ver, la habitación de Gero era un desastre. Había ropa por todo el suelo de la habitación y las sábanas estaban en el suelo. No conseguí ver más porque mientras que investigaba, Gero y Sammy se habían percatado de mi presencia y me estaban mirando.

- Buenos días.- les saludé.

Ninguno de los dos dijo nada. Sammy, que tenía los brazos cruzados en su pecho me saludó levantando su mano visible para mí pero sin descruzar sus brazos. Cerré la puerta tras comprobar mentalmente que llevaba todo (móvil, llave, mochila y ticket del desayuno).

- Hasta luego.- me despedí. De nuevo, no obtuve respuesta.

¿Qué hacían ahí a esta hora? Es decir, es bastante temprano. ¿Y por qué hablan en susurros? Porque es temprano, quizás. ¿Y por qué Sammy va vestida igual que ayer? ¿Por qué se han callado cuando he salido de mi habitación?

Iba pensando todo aquello cuando llegué a la cafetería, la cual, estaba desierta. Solo estaba el encargado del comedor o camarero o como se llamara o algunas personas con los cascos puestos con aspecto de querer volver a su cama cuanto antes.

Me acerqué a prepararme em desayuno y coincidí con el muchacho.

- Vaya, tú eres nuevo. ¿Has llegado hoy? Porque te has librado de las novatadas.- me preguntó. Su voz era un poco entre ronca y nasal.

- No, no. Llegué ayer. Y sí, participé en las novatadas.

- Pues lo siento mucho. Yo apoyo a Maya y a Julieta en que deberían parar.- me dijo dando por hecho que yo las conocía.- Aunque, yo no tenga ni voz ni voto por así decirlo. Pero me he tenido que poner a limpiar toda la cocina cuando he llegado esta mañana.

- Vaya, lo siento mucho...- no sabía su nombre.

- Bruno. Encantado.- me tendió la mano.

Este chico me transmitía buenas vibras.

Desayuné tranquilito, tomándome mi té solo y sereno, como si estuviers en casa. No estaba tan mal salir de tu zona de confort al parecer. Cuando acabé, me despedí de Bruno con la mano, él estaba secando tazas y vasos. Al girarme, me choqué con alguien más bajito que yo, que se chocó contra mi pecho.

- Perdón.-me disculpé y miré hacia abajo.

Se trataba de Ava, que me miró abriendo muchísimo los ojos, como escandalizada y sin mediar palabra entró corriendo en la cafetería. Yo la miré irse, sin entender qué había cambiado en estas 5 o 6 horas. ¿Por qué me rehuía? ¿Qué me pasaba a todo el mundo?

Salí, con mi mochila a cuestas y con Maps en el móvil. Tenía dos opciones, os cogía el metro o cogía el autobús y ambos, tardaban más o menos lo mismo, contando con el tiempo que tardaba en llegar a la parada. Me decidí por probar el metro. Bea me habría obligado a usar el metro, así que lo hice.

Paralelas | FlaviardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora