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Me encontraba literalmente luchando con mi hermana. Mientras ella trataba de sacarme de casa y yo trataba de permanecer ahí. Literalmente ella estaba tirando de mí y yo agarrándome con toda mi fuerza al marco de la puerta.

- ¡¡VENGA, FLA!! ¡¡OTRA VEZ NO!!

Su grito solo hizo el efecto contrario. Me aferré al marco de la puerta como si de mí tirara el mismísimo diablo hacia el infierno.

- ¡Flavio Augusto Fernández!- chilló mi madre, desesperada.- Suéltate inmediatamente o vamos a tener que hablar seriamente tú y yo. Por esto YA hemos pasado. Ya sabías que tenías que volver a Madrid. Suéltate que vas a perder el tren.

La voz de mi madre en un tono de crispación fue lo que necesitaba para soltarme. Mi hermana cayó al suelo porque no se lo esperaba.

- Como pierdas el tren, sí que vas a tener una reprimenda.- me advirtió mi madre ya en el coche.

No quería volver a Madrid. No quería enfrentarme a lo que allí me esperaba. Gerardo y Sammy. Ambos. No les contesté a ninguno de los dos ese 1 de enero. No sabía qué actitud me esperaba. Qué habían provocado mis actos. Pero no estaba preparado para hacerle frente. No aún, quizá dentro de unos años...

Conforme íbamos acercándonos a la estación de tren me asaltó aquel dolor de estómago tan famoso. Hacía mucho que no lo sufría, no quería volver a sentirlo. No me gustaba, absolutamente nada sentirme de esta manera. Nervioso por el qué dirán. Por salir de mi zona de confort. Me gustaba lo que había dejado en Madrid antes de las vacaciones, la banda, los chicos de la Resi, Javi... Y ahora precisamente eso me causaba aversión.

Cuando llegó a la estación la depresión y la apatía le habían embargado. Tenía la cabeza en marcha montándose mil historias sobre qué pasaría y sus posibles reacciones. Se estaba preparando para lo que no sabía, para lo incierto.

Lo que más miedo le daba de todo era enfrentar a Sammy. Sobre todo porque pasó algo en Halloween que no recuerda. Y qué quizás sus hechos de fin de año, hayan inclinado la balanza hacia un lado u otro. Y no sabía hacia que lado prefería que cayera.

Pero estaba más ansioso por su reencuentro con Gerardo, con Gero. Le había llamado 'bebé', un apelativo cariñoso al que nunca habían llegado en persona. Pero el mismo Gero le había respondido con un 'cielo'. Todavía no sabía si en tono irónico o en serio. Y es que eso es lo malo de los mensajes, que no sabes con qué intención son mandados.

- ... Y llama.- oyó la voz de su madre sobre el ruido de su maleta por el andén.

Se había perdido toda la charla pero debería disimular que la había escuchado.

- Sí, yo os llamaré. Una vez a la semana, como mínimo. Si me pasa algo, que dios no lo quisiera, os avisaré cuanto antes. Incluso le daré vuestros teléfonos a Javi y a Maya por lo que fuera.

Su madre parecía satisfecha con su respuesta, así que se dió por satisfecho él también por su actuación. Se abrazó a su familia antes de subir al tren destino: problemas sin resolver, cabos sin atar, alias, Madrid.

Durante el camino intentó usar el wifi del armatoste de hierro para ver una serie o una película en su ordenador o en el móvil, pero tras 40 min intentando sin éxito, se dió por vencido y se puso música. La lista de la banda, la cual había estado practicando. Sus dedos a movían por su bandeja como si tuviera el teclado delante.

Después de una hora, se cansó y comenzó a escuchar la playlist de otra manera. A admirar la voz de Estefanía, y, a darse cuenta de los coros de Bruno y Aitor. Pero sobre todo, a analizar las letras de las canciones que sabía que había escrito Gerardo.

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