Capítulo 4

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El último recuerdo que tenía Kiara era ir a la fiesta de Marcus. A partir de ahí no era capaz de formar una imagen en su mente que no estuviera distorsionada.

Cuando volvió a sentir algo, se dio cuenta de que no llevaba puesta su ropa. El top amarillo iba bastante ajustado, y lo que llevaba ahora era mucho más ancho, y los pantalones que llevaban eran más largos que los que ella tenía. Sintió algo en sus brazos y en su nariz. Quiso pensar que aquel hombre no había sido tan horrible como pensaba y que la había llevado al hospital para que se recuperase de la tremenda borrachera que llevaba. Pero de ser así, no entendía porqué había usado aquella jeringuilla.

Kiara abrió los ojos y vio el techo blanco por encima del techo de la cama. Del cabecero de esta subían unos barrotes de madera de los que colgaban unas telas creando un "techo" por encima de ella. Se dio cuenta entonces de que aquello no podía ser el un hospital, pero tenía suero conectado por un lado y le estaban sacando sangre por otro, lo cual hacía todo muy confuso.

Cuando Kiara bajó la mirada, observó que aquello parecía más una habitación particular que la de un hospital. Había armarios, un escritorio, algo de maquillaje sobre una cómoda, un espejo empotrado en la pared, un par de sofás, estanterías...

Pero lo más raro de aquella sala, lo que más le asustaba, era la pared de cristal.

Toda la pared que había a su izquierda, estaba hecha de cristal. De arriba a abajo y de un lado a otro. Y a través de ese cristal, y sin apenas incorporarse, Kiara podía ver lo que parecía una casa particular. Y justo al otro lado del cristal, y a la altura de donde estaba ella, había un chico. Un chico rubio, sentado en el suelo, con las piernas recogidas, los brazos sobre las rodillas y la cabeza apoyada en ellos. No dejaba de mirar a Kiara con una pequeña sonrisa.

En cuanto ella se sintió un poco más fuerte, se incorporó un poco y él pareció asustarse.

–¿Dónde estoy?– Dijo pero él no contestó. Simplemente se echó hacia atrás del susto sin dejar de mirarla.– ¿Quién eres?

–Oh, mierda.– Dijo mientras se levantaba y salía corriendo.

–¡Eh! ¡Espera! ¿Dónde estamos? ¿Qué es esto?

–¡Papá! ¡Se ha despertado antes de tiempo!

Kiara intentó quitarse todo lo que llevaba y salir de allí en cuanto escuchó aquello. Fuera lo que fuera, no tenía buena pinta. Pero antes de que lo consiguiera, un grupo de médicos entró en la sala.

Al otro lado de la sala, en la pared de cristal, había una puerta bastante gruesa que se abrió y un grupo de varios médicos entró corriendo. Intentaron tranquilizar a Kiara, que se calmarse y volviera a tumbarse, pero ella pataleó y gritó que la dejasen salir sin escuchar a nadie antes de que volvieran a dormirla.

Cuando volvió a despertar, ya no sentía los cables. Le habían quitado la vía de suero y parecía que habían terminado de sacarle sangre. Tampoco llevaba los respiradores, por lo que la sensación de estar en el hospital había desaparecido.

Se incorporó de golpe en la cama y comprobó que no había sido un mal sueño. Todo era tan raro que apenas sabía como reaccionar. Se levantó de la cama algo más despacio para no marearse y caminó descalza por aquella habitación. Debería estar histérica al no saber donde estaba, pero sentía cierta tranquilidad.

Llegó hasta el espejo y se miró en él. Llevaba puesto un pijama algo grande azul con dibujos de palmeras. No era suyo. Ya no llevaba maquillaje y todo lo que llevaba la noche de la fiesta había desaparecido. Se dio cuenta de que no había nadie al otro lado de la pared de cristal, así que corrió a la puerta e intentó abrirla sin éxito.

–Así nunca conseguirás que se abra.– Escuchó y un hombre apareció tras la pared de cristal. Parecía que hubiera estado escondido tras la puerta.

Cuando se dejó ver, Kiara empezó a recordar y su cerebro intentó poner su cara al hombre del secuestro, pero algo no encajaba del todo.

–Tú...– Dijo al verle.– ¿Qué me has hecho? ¿Dónde estoy?

–Cuidado con lo que dices.– Le advirtió muy serio y Kiara se enfadó.

–¿Por qué debería callarme? ¡Me has secu-!

–¿Papá?– Escucharon y Kiara se calló.

De las escaleras que subían al segundo piso, apareció el chico rubio que había visto Kiara al despertarse la primera vez. Él sonrió un poco y corrió hacia ellos.

–¿Papá?– Repitió Kiara cuando él llegó y el hombre que decía ser su padre le puso una mano en el hombro.

–¿Está bien?– Preguntó el chico mirando a su padre.

–Si, como siempre. Ya sabes.

–Ya...– Volvió a mirar a Kiara.

–¿Q-qué es esto? ¿Quiénes sois? ¿Dónde diablos estoy?

–¿No le has dicho nada?

–De tus cosas te encargas tú.– Le dio una palmada en el hombro antes de irse y dedicarle a Kiara una mirada muy seria.

–¿Qué ha querido decir con eso?– Le preguntó ella.

–Que tengo mucho que contarte.– Volvió a sonreír.– Bienvenida a la familia Foster.

Yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora