Capítulo 47

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Elías salió mareado del despacho de la inspectora, y no le ayudó nada el salir al pasillo y ver tanto ajetreo, escuchar tantos gritos y sonidos provenientes de todas partes. La gente iba y venía de un lado a otro haciendo que su mareo y malestar aumentase por momentos.

Se tapó los oídos y cerró los ojos con fuerza. Quería que todo aquello desapareciese. Que todas las imágenes y pensamientos que pasaban por su mente dejarán de existir. Pero ocurría todo lo contrario, iban en aumento.

Intentó buscar un poco de silencio yendo al baño. Intentó llegar hasta allí, pero no pudo. Se quedó en un pasillo donde no pasaba tanta gente, se apoyó en la pared y se dejó caer hasta sentarse en el suelo de golpe. Con lo que Kiara había contado empezaba a entender cosas de su vida con sus demás chicas. Las preguntas que había tenido durante años y que nadie le había contestado empezaban a tener respuesta por si solas.

No supo cuándo comenzó a llorar. Sólo sabía que cuando quiso darse cuenta ya tenía la cara empapada. Cuando tomó consciencia, se dio cuenta de que empezaba a tener un ataque de pánico. Empezó a faltar le el aire y le entró el agobio. Tiró del cuello de su camiseta y de la sudadera para intentar coger algo más de aire. Si no conseguía calmarse terminaría como la primera vez. Se agarró de la cabeza, la levantó y respiró tan profundamente como pudo.

–Respira...– Se dijo a si mismo recordando cuando Kiara se lo dijo la primera vez.– Respira...

Y así, tras unos minutos intentando calmarse al final lo consiguió. Se quedó allí un rato, intentando que todo volviera a estar bien. Dejando que todo lo malo se alejarse de él y así poder pensar con tranquilidad. Cuando lo consiguió, se levantó y volvió a salir al pasillo principal de la comisaria. Entre tanto profesional que iba y venía con exactitud, destacaban tres personas, más o menos de su edad. Dos chicas y un chico. Iban hablando entre ellos y buscando a alguien hasta que se encontraron con él.

Elías les miró algo confuso mientras ellos se acercaban poco a poco, le miraban y hablaban entre ellos.

–¿Creéis que es él?– Dijo el chico.

–Tiene pinta.– Dijo una de las chicas mirándole directamente.

–Puedo oíros, ¿lo sabéis no?– Les dijo él acercándose un poco.

–Perdona, no queríamos... ¿ofenderte?– Dijo la otra chica y Elías les miró aún más confuso.– Perdona, ¿eres Elías Foster?

–Sí. ¿Quiénes sois vosotros?

–Somos amigas de Kiara. Yo soy Alice, ella es Dala y su novio Andrew.

–Oh, las otras ruedas...

–¿Las qué?– Preguntó Andrew pensando que no había oído bien.

–¿Qué hacéis aquí?– Elías ignoró la pregunta.

–Queríamos ver a Ky y en su casa nos han dicho que estaba aquí.

–¡Y traemos donuts de desayuno!– Dijo Andrew abriendo una caja que traía.

–¿Que traéis qué?

–¿Este chico es idiota?

–¡Andrew!– Dijeron ambas a la vez, lo cual le habría hecho gracia a Elías si no le hubiera llamado idiota.

–Es lógico que no sepa lo que son los donuts.– Dijo Dala.– Lleva encerrado toda su vida.

–¿Nunca has comido donuts?– Le preguntó Alice.

–Que yo sepa no.

–Pues en cuanto encontremos a Kiara probaras algo de lo más maravilloso de este mundo. Por cierto, ¿sabes dónde está?

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