Capítulo 19

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Kiara tardó un par de segundos en recuperar la respiración y volver a la tierra. Los últimos minutos de su vida acababan de avanzar de una forma demasiado rápida y confusa.

Cuando salió de la habitación de Elías y bajó a la primera planta, vio a Elías hablando con su padre, que acababa de llegar a casa. Gideon miraba su tablet y hablaba a la vez, así que supuso que hablaban de trabajo. Kiara decidió no meterse y sobre todo, no contar lo que había pasado. Si Gideon la castigaba por cosas que ni siquiera había hecho, si se enteraba de aquello, temía convertirse en una de sus chicas y que una serie de fotos suyas en ropa interior transparente terminasen en internet.

Por suerte, durante la cena nadie hablo de ello. Y el incidente no volvió a repetirse las siguientes veces que Ben les visito. Kiara había seguido entrenando con Elías y Ben, aunque cada vez era un entrenamiento diferente.

Por lo general, las tardes que Ben no iba, cada uno trabajaba en lo suyo en sus respectivas habitaciones. Pero aquella tarde, ambos decidieron trabajar en el salón. Así que se sentaron el uno junto al otro con sus respectivos ordenadores. Al cabo de un par de horas, Kiara dejó el ordenador a un lado y estiró los brazos por encima de la cabeza.

–¿Qué estás haciendo?– Le preguntó a Elías al ver todo lo que había en su pantalla.

–Cuadro horarios y precios para traer a unas chicas desde Holanda durante un mes.

–Ah...– Kiara no se esperaba una respuesta como aquella.

–¿Y tú?– Elías se frotó los ojos por debajo de las gafas.– ¿Ya has decidido sobre que va tu trabajo?

–Oh, si. Analizo si la noción del yo es una ilusión con ejemplos, teorías probadas, testimonios reales y conclusiones propias.

–Ah...– Elías no se esperaba una respuesta como aquella.

–Si, necesito un descanso.– Kiara se levantó.– ¿Te traigo algo de beber?

–Estaría genial.– Dijo mirándola con una sonrisa.

Kiara fue hasta la cocina y cogió un par de refrescos antes de volver al salón. Le dió el suyo a Elías y después dio una vuelta para despejarse un poco. Se acercó al piano de cola blanco y pasó los dedos por la parte superior antes de tocar una de las teclas graves y descubrir que, al contrario de lo que pensaba, no era para nada de adorno.

–¿Qué haces?– Le preguntó Elías cuando se recuperó un poco del susto que había causado aquella nota entre todo el silencio.

–¡Creí que era de adorno! ¿Quién toca el piano en esta casa?

–¡Yo!

–¿Tú?

–¿Te sorprende?

–Después de saber que te auto tatúas, no deberías. Pero lo hace.– Elías se levantó y se acercó al piano.

–Si, pero esto no fue elección mía del todo. Mi padre me dijo desde muy pequeño que tendría que aprender a tocar un instrumento. Que tenía multitud de beneficios y tal y tal. Así que elegí el piano.– Elías se sentó en la banqueta y acarició las teclas sin llegar a tocar.– Llevo tocando desde los cinco años.

–Joder.– Dejó escapar Kiara.– ¿Qué más cosas sabes hacer?– Elías se rió. Se rió de verdad. Aquella vez no ocultó su risa.

–Muchas, muchas, muchas cosas.– Dijo mirándola y su sonrisa se volvió un poco más insinuante.– ¿Por dónde empiezo a enseñarte?

–Por el piano.– Dijo sentándose a su lado.– Enséñame como tocas.

Elías sonrió. Después hizo crujir sus dedos y comenzó a tocar. Desde la forma en la que sus dedos se deslizaba entre las teclas hasta la melodía que salía de aquel piano era preciosa. La música que salía de aquel instrumento inundaba toda la casa y emocionaba a Kiara. Elías apenas tenía que mirar las teclas para saber a donde ir. Simplemente se dejaba llevar creando la música más emocionante, tierna, sensual y delicada que Kiara había escuchado jamás.

–Joder.– Dejó salir Kiara cuando terminó.– Elías, es precioso.

–¿De verdad?– La miró.

–¡Si! Es lo más bonito que he escuchado en mi vida.

–Creo que me voy a morir de vergüenza.– Dijo tapándose un poco la cara.

–¡No!– Dijo ella riendo y cogiéndole de las manos para apartárselas de la cara.– No, no. Por favor.– Elías terminó por quitar las manos y la miró.– ¿Podrías tocar un poco más?

–Puedo tocar... y puedo enseñarte a tocar.

–¿De verdad?

–Solo si quieres.

–M-me encantaría.

Elías volvió a tocar el piano durante un rato. Mientras, Kiara se mantenía a su lado observando como movía las manos desde una punta del piano hasta la otra. Escucharle tocar le parecía una auténtica maravilla. Nunca había conocido a nadie que tocase ningún instrumento, y mucho menos había escuchado música en directo.

Después de estar un rato más escuchándole, Elías empezó a enseñarle a Kiara a tocar. Al principio, le pareció mucho más complicado de lo que parecía. Pero Elías era un buen profesor, así que tras un par de horas, Kiara fue capaz de tocar un muy pequeña melodía sin pasar más de un minuto pensando en la siguiente tecla que tenía que pulsar.

–Espero que la psicología se te de mejor que la música.– Bromeó él y Kiara le dio un pequeño toque en el brazo. Ambos siguieron bromeando entre ellos y riendo durante un rato. Puede que Elías tuviera razón y su risa fuer un poco escandalosa, pero a Kiara no le molestaba para nada. Ni siquiera se dieron cuenta de que Gideon había llegado a casa hasta que apareció por la puerta del salón.

–Parece que lo pasáis bien.– Dijo y ambos le miraron.

–Papá, ¿Cuándo has vuelto?– Dijo con una amplia sonrisa.

–Hace unos minutos. Me habrías oído si no te estuvieras reído tan alto.– La sonrisa de Elías desapareció.– Creí que ya habíamos hablado de esto.

–L-lo siento...

–A mi no me molesta.– Dijo Kiara cogiendo una de las manos de Elías para calmarle aprovechando que su padre no podía verles.

–Es una cuestión de educación, Kiara.– Dijo acercándose un poco a ellos.– De saber estar. De disciplina y compromiso.– Hizo una pausa.– Como el trabajo.

–Oh, no.– Elías salió corriendo del piano soltando a Kiara y corrió hasta su ordenador.

–Oh, si.– La mirada de Gideon a Kiara se volvió tan intensa que pensó que Elías le descubriría.

–¿Q-que pasa?– Kiara apartó la mirada de Gideon y miró a su hijo.

–Las chicas holandesas...– Dijo sin levantar la mirada de la pantalla.– Creí que esta hecho, que lo había enviado... Mierda, papá lo siento mucho.– Dijo acercándose a él completamente avergonzado y angustiado.– Se me ha olvidado competente, pero puedo...

–No es necesario.– Le interrumpió.– He tenido que aceptar con sus condiciones, ya que las mías no estaban listas a su debido momento. Ya está hecho.

–¿Ya está hecho?– Los ojos de Elías brillaron como si quisieran llorar. Parecía estar más decepcionado con él mismo que su propio padre.

–¿Cuántas veces tendré que decírtelo?– Su padre le puso una mano en le hombro y como si cargarse con toda la culpa del mundo, Elías bajó la cabeza.– Primero el trabajo, y luego el placer.

Elías cargó con la culpa un par de segundos más y después de marchó de allí. Gideon se mantuvo allí, viendo como su hijo subía las escaleras limpiando se las lágrimas bajo las gafas por haberle decepcionado.

–¿No crees que te has pasado un poco?– Le preguntó Kiara aún sentada frente al piano.

–En veintidós años, Elías no me había decepcionado de esta manera.

–No es excusa para hacerle sentir así.

–Elías puede llegar a ser muy... frágil. No me he pasado de la raya con él.– La miró.– Eso lo haré esta noche.

Yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora